En ocasiones ocurre que los hijos acaban siendo más conocidos que sus padres. Vástagos que heredan la profesión o el negocio familiar y lo transforman salvaguardando el legendario apellido. Algo parecido le pasó a Haarlem, una ciudad cuyo nombre sirve para medir el tiempo que uno vive en Holanda. Si es poco, su retoño neoyorquino le habrá ganado terreno y es probable que lo escribamos con una sola “a”. Sólo el que olvida la popularidad del barrio de la Gran Manzana reconoce a Haarlem como la histórica ciudad holandesa que es, hoy residencia de muchos trabajadores de Ámsterdam, en la que se vive muy bien y cuyo casco histórico está lleno de rincones con encanto. En este paseo otoñal, Gaceta Holandesa desvela los lugares imprescindibles para conocer la ciudad del conocido pintor Frans Hals.

Con algo más de 150.000 habitantes, la ciudad de Haarlem sorprende por su rica historia y su casco histórico compacto y tranquilo. Muy cerca de la capital, el que llegue en tren podrá admirar la belleza de su estación, de estilo modernista y que, con más de cien años de antigüedad, va alertando al viajero de que aquí hay un lugar digno de ver. Fundada en 1245, Haarlem cuenta con canales pintorescos y con un río, el Spaarne, desde el que se pueden admirar las casas de las grandes fortunas del siglo de Oro holandés, muchas familias que establecieron aquí su segunda residencia de verano cuando en Ámsterdam el mal olor que desprendían los canales en verano la hacían inhabitable. A esta época gloriosa nos transportan dos museos de renombre nacional, el Frans Hals museum y el Teylers, así como una buena pinta de cerveza Jopen, producida artesanalmente desde 1407, cuando la ciudad se convirtió en un importante centro de producción de cerveza en Holanda. Y antes del florecimiento indiscutible de la ciudad, las puertas de la antigua ciudad recuerdan el largo asedio que ésta sufrió durante la guerra de los Ochenta Años, cuando las tropas españolas la sitiaron durante meses hasta su rendición en julio de 1573. Su historia y su solera se palpa en cada callejuela del casco antiguo, desde las llamadas Gouden Straten, llenas de pequeñas tiendas de cuidado diseño y originales productos, hasta su plaza mayor, con la imponente Grote Kerk o iglesia de San Bavo.

Cinco visitas imprescindibles
Dos iglesias para el santo Bavo, pero totalmente distintas entre sí. Así son la Grote Kerk de la plaza mayor de Haarlem, construida en 1245, y la catedral basílica de estilo neogótico y con elementos de la escuela de Ámstedam, de finales del siglo XIX. Si bien la primera se enmarca en una gran plaza que transporta al medievo, donde uno puede imaginar el constante bullicio de mercaderes, la segunda recuerda a la Sagrada Familia de Barcelona en su intento de fusionar estilos y jugar con la luz a través de inusuales vidrieras. Ambas pueden visitarse fuera de las horas de culto y la catedral cuenta con una torre a la que se puede subir en determinados días al año, ofreciendo unas magníficas vistas de la ciudad. Las dos iglesias pueden visitarse con una entrada combinada que cuesta 5 euros.

No se puede decir que se ha estado en Haarlem sin haber visitado al menos uno de sus dos museos de renombre, el dedicado al pintor Frans Hals, del siglo XVI, y el museo Teylers, el más antiguo de Holanda. Denominado “el museo de las maravillas”, éste último recoge las obras de arte y los hallazgos científicos que su fundador, el comerciante y banquero Pieter Teyler van der Hulst, coleccionó a lo largo de su vida hasta su muerte en 1778. Entre ellos se encuentran dibujos de Rembrandt así como los primeros telescopios, coetáneos de los desarrollados por Christian Huygens. El museo expone actualmente una gran muestra dedicada a Leonardo Da Vinci y en 2017 ha abierto las puertas del laboratorio de Lorentz, un edificio adyacente al museo donde el premio Nobel holandés trabajó durante varias décadas y recibió a otros grandes científicos como Albert Einstein. La visita al laboratorio es guiada y en ella varios actores escenifican la obra “De Lorentz Formule”. 

Teylers

Sala oval en el interior de la casa-museo Teylers. © Museo Teylers

Respecto del museo Frans Hals, la pinacoteca sorprende por su doble identidad. Por un lado, atesora la colección más importante del pintor del siglo de Oro holandés, pintura flamenca costumbrista estrechamente vinculada a la de sus coetáneos Vermeer y Rembrandt; y por otro, cuenta con una gran colección de arte moderno y contemporáneo, enfocada en artistas emergentes. Sus exposiciones, como la que inaugura el próximo 12 de octubre, giran siempre en torno a este diálogo entre artistas de distintas épocas y estilos. Y todo ello, en el marco incomparable del Hof y el Hal, sus dos sedes, una mansión del siglo XVII y la casa del maestre de la lonja de pescado, del siglo XVI, respectivamente.

Frans Hals Museum

Fachada del Hof, una de las dos sedes del museo Frans Hals, en el centro de Haarlem © VVV Haarlem

Pero sin duda, el museo más peculiar de la ciudad se llama Dolhyus, o “museo de la mente y el espíritu”. Esta antigua leprosería y manicomio de 1320 es hoy un centro que rinde homenaje a “aquellos cuya mente funciona de una manera diferente” y cuestiona al visitante acerca de “lo que es normal”. Entre las curiosidades para ver se encuentran celdas de internamiento para enfermos psiquiátricos con más de 500 años de antiguedad.

De mercado en mercado
La mejor forma de visitar Haarlem es hacerlo a pie, paseando por su calles próximas a la catedral. Y en la Botermarkt, una de sus plazas escondidas, se puede disfrutar cada viernes del boerenmarkt o mercado de los granjeros, con todo tipo de verduras, frutas y productos artesanos de la región. Además, para los amantes de los biológico, el primer sábado de cada mes se instala en la plaza mayor un mercado con este tipo de productos. Y en línea con esta oferta de comercio de tenderete, el próximo sábado 14 de noviembre tiene lugar el mercado de libros dentro de la Grote Kerk, con más de 70 puestos y un programa infantil.

Harlemmerhout

Tarde de otoño en Harlemmerhout, el principal espacio verde de la ciudad y la retirada perfecta después de un día de mercado. Foto: Susana Aparicio Lardiés.

Cafeterías para quedarse
Dos de las visitas obligadas son sin duda el restaurante Frisk aan de Spaarne, situado en la antigua fábrica de chocolates Droste y la conocida cervecería Jopenkerk, que hace algo menos de una década reabrió sus puertas en una antigua iglesia y cuya vista de las enormes barricas de cobre con las vidrieras al fondo quita el hipo.

Susana Aparicio Lardiés, colaboradora de Gaceta Holandesa y oriunda de Haarlem, recomienda además estas direcciones, auténticas joyas escondidas que merecen una visita:

Dedakkas – Sobre el tejado de un aparcamiento se encuentra este café que también es un invernadero y un centro cultural. Creado gracias a una exitosa campaña de crowdfunding, organizan todo tipo de actividades, desde yoga, hasta cine de verano o talleres sobre horticultura para niños.

De Oerkap – Este café hipster se encuentra en la playa del río, tiene buen ambiente y suelen organizar conciertos y teatro.

Meneer Paprika – El lugar perfecto para ir con los más pequeños ya que dispone de una mesa en el centro con trenes y juguetes para que se entretengan y la carta está pensada para ellos: limonada, zumos, pan con pindakas, cruasanes y lo más tentador…está situado en el mismo local que una tienda de juguetes de gran calidad y variedad.

Uiltje – Para los amantes de la cerveza artesanal, esta cervecería es otra de las visitas obligadas por su gran variedad.

Grand Café Brinkmann – Un clásico en la plaza Grote Markt. Fundado en 1879, su interior transporta a los años 30 y sus grandes ventanales dan a la plaza del mercado y tienen vistas a la catedral.

Café Fortuyn – Otro clásico muy recomendable del Grote Markt. Este café, recientemente renovado, parece pequeño por fuera pero al entrar, uno descubre dos salas más y un patio interior. Además de su atractivo diseño, la comida no decepciona y suele estar animado.

Stiel’s – Al caer la tarde, este pequeño y agradable café ofrece música en vivo de jazz, blues y rhythm.

De tiendas

Sur Atelier -En esta tienda de ropa, o mejor dicho, atelier, los sastres son refugiados a los que esta organización les ofrece la posibilidad de trabajar y un medio de vida. Los bonitos diseños son de gran calidad y los materiales son naturales y mayormente ecológicos.

Ottomanía – Cruzar su puerta es viajar a los países que un día fueron el antiguo imperio Otomano (Siria, Turquía…). Desde menaje de estaño hasta los textiles más exquisitos, sólo pasearla ya es un placer para la vista y los sentidos.

Prentenwinkel La Coquille – Situada en pleno centro, ya sólo porque no tiene página web merece la pena echarle un vistazo (Schagchelstraat 1). Cuenta con una gran colección de ilustraciones antiguas, muchas de ellas pegadas a su fachada: una cueva de Alibabá para los amantes de estas piezas de coleccionista.

De Wereld van Jansje – Esta tienda apuesta por una sostenibilidad tanto social como de producto, algo que le ha valido varios premios, por su calidad y su compromiso. Y es que además de ofrecer productos de diseño sostenible, su agradable café al fondo está gestionado por empleados que padecen síndrome de Down.

Sjakies– Diseñados y producidos por ellos mismos en su taller de Estambul, sus muebles y textiles guardan la esencia de sus países de origen con un diseño novedoso, como las alfombras de patchwork. Cuenta además con objetos de escritorio, libros, papelería, sellos para estampar e incluso papel de pared. Tiene dos tiendas, una más pequeña en Koningstraat 34 y otra mucho más grande en Breestraat 34.

Raaks Halle – Para los amantes de las tiendas de curiosidades, este local se alquila a 40 pop-up stores al mismo tiempo que venden objetos de todo tipo, desde ropa hasta menaje, bisutería o marroquinería.

Rataplan– Y como no podía faltar en esta lista, para los amantes de la segunda mano, esta kringloopwinkel es una de las más grandes de Haarlem y se encuentra en pleno centro. Con tiempo, entre objetos demasiado usados uno siempre puede dar con un tesoro…