Sheila Sitalsing es una de las periodistas más conocidas de Holanda. Menuda, amable y cercana, nació en Surinam, creció en Curazao, y llegó a Holanda con 17 años para estudiar Economía en Róterdam. Convencida de que quería ser periodista, enseguida lo logró y durante décadas trabajó cubriendo información política y económica tanto en Holanda como en Bruselas. Desde hace siete años publica una columna de opinión en De Volkskrant, una labor por la que recibió en 2013 el premio a la mejor columnista del año. Un conocimiento profundo de los hechos, grandes dosis de humor y ausencia de cinismo son las tres cualidades que el jurado alabó de ella. Algo que Gaceta Holandesa ha podido corroborar durante una agradable charla en un café de Delft.

​Una semana después de las elecciones locales ¿qué opinión tiene del resultado? La prensa extranjera se ha hecho eco de la derrota de Wilders pero no hablan de otras formaciones de extrema derecha que ganan mucha representación…

En efecto, tras estas elecciones se podría decir que Wilders está acabado. En los ayuntamientos en los que se ha presentado no ha obtenido el apoyo que esperaba, lo ha tenido complicado para encontrar políticos que le secunden y yo creo que él mismo está ya cansado. Una señal es que no se le ha visto haciendo campaña. Pero eso no significa que sus ideas no sigan vivas: en estas elecciones se ha visto como otros partidos populistas como Forum voor Democratie, Leefbaar Rotterdam o Richard de Mos en La Haya le han ganado terreno. El votante de extrema derecha se ha diferenciado y ahora tiene otras opciones. Los de Forum voor Democratie son más inteligentes que el PVV en su estrategia política, se presentan como profesionales de alto nivel académico aunque en el fondo el sentimiento y la ideología es la misma. Y cómo reacción a este auge surgen otros partidos como Denk o Nida, por lo que la polarización aumenta. Al mismo tiempo, vemos cómo el partido de la Izquierda Verde crece, sobre todo en ciudades universitarias y en Ámsterdam, gracias al apoyo de la gente joven que no tiene ningún problema con la globalización, que tienen amigos por todo el mundo y no ven al extranjero como una amenaza. Y, además, su discurso a favor del medio ambiente tiene mucho calado en los jóvenes. Si pensamos que esta es la generación que tomará el testigo en unos años creo que podemos ser optimistas sobre el futuro, y espero que ellos sean capaces de resolver la polarización que vivimos actualmente.

​Todos estos partidos hablan constantemente de la identidad holandesa, de lo que significa ser holandés. Usted es de Surinam, ¿se ve afectada?

Yo directamente no. Me crie en un sistema educativo que era una copia del holandés, y los de las Antillas teníamos pasaporte neerlandés. Si algo me afectó mi aspecto de mujer morena y menuda fue para bien, ya que cuando empecé a trabajar en prensa económica solía ser la única mujer en un mundo de hombres y debo decir que esa situación incluso me favorecía. A menudo me concedían la primera pregunta (ríe).

Mi marido es de Surinam, de piel oscura, y yo soy mitad hindú así que mis hijas, que han nacido aquí, tienen el pelo muy rizado y la piel oscura. Cuando les pregunto qué son, me dicen que son de Delft, ni holandesas, ni surinamesas, sencillamente de su ciudad. Son conscientes de que su aspecto es distinto que el del resto de los niños pero eso no les hace sentirse menos de aquí, para ellas no hay duda. A mí sí me preocupa que como mecanismo de defensa la sociedad tienda a que, si alguien comete una falta pero tiene aspecto holandés, se le recrimine sólo a él, de forma individual, mientras que si la falta la comete una persona con pinta de pertenecer a un grupo étnico o religioso se tiende a culpar a todo el colectivo. Es lo que Mark Rutte con su “actúa normal” pretendía fomentar, y no me parece bien. Pero también soy optimista porque al mismo tiempo vemos movimientos como el de Zwarte Piet que demuestra que la sociedad responde de otra manera.

Usted fue corresponsal en Bruselas para Elsevier, ¿cómo ve el futuro de la Unión Europea?

Trabajé en Bruselas entre 1998 y 2001, en el momento de la ampliación a 27 miembros y con la llegada del euro. El ambiente era muy optimista. En Holanda los medios eran mucho menos críticos sobre la Unión Europea, era una época de cambios hacia delante. Sigo siendo optimista respecto del proyecto europeo porque creo profundamente que permanecer juntos es mejor que separarse. Frente a los problemas que se presentan en la región, siempre será mejor resolverlos de manera conjunta, aunque esto suponga realizar concesiones. Y discutir sobre ello está bien. Por ejemplo, para países como España, la entrada en el euro supuso un esfuerzo de adaptación enorme y me parece horrible cómo Holanda ha criticado a los países del sur por su déficit económico. La ventaja es que hemos aprendido mucho de esta experiencia, de lo que no se debería hacer la próxima vez, de que la imposición de unas regulaciones tan estrictas para forzar recortes económicos no es la solución. En cuanto a la salida del Reino Unido, tenemos que admitir que siempre ha sido un miembro distinto del resto, con una postura extraña, socios pero no del todo, ni en el euro ni en Schengen. No estoy segura de que su salida sea algo tan perjudicial para la Unión Europea, perderemos por un lado pero ganaremos por otro. Mientras Francia y Alemania mantengan el compromiso de trabajar juntos, la UE seguirá. Y sobre los miembros como Hungría con los que los valores europeos se pueden poner en cuestión, soy de las que opinan que es mejor tenerlos dentro de la UE que fuera.

 

«Para países como España, la entrada en el euro supuso un esfuerzo de adaptación enorme y me parece horrible cómo Holanda ha criticado a los países del sur por su déficit económico»

 

​Ha escrito un libro sobre Mark Rutte, ¿Cómo definiría al primer ministro?

Al escribir una biografía sobre alguien uno intenta acercarse todo lo posible al verdadero personaje pero lógicamente nunca se llega a conocer toda la verdad sobre él. Pero he entrevistado a mucha gente de su entorno más próximo y hay algunas facetas de su personalidad que todos confirman: Rutte es, en efecto, tan optimista como se muestra, no es fachada. Él es una persona alegre y muy positiva. Al parecer no es muy ideológico sino más bien pragmático lo que le lleva a bascular de una postura a otra sin problema, a negociar con un partido según convenga. No es una persona profundamente convencida de sus ideas, por ejemplo en moralidad o valores: es más liviano, más práctico. En lo que sí cree hasta el final es en el liberalismo, en el libre mercado, y en la política como la mejor profesión que puede existir. Siempre quiso ser primer ministro y ha trabajado duro para conseguirlo, pero su ambición no le ha llevado a enemistarse con nadie, al contrario, todo el mundo que le conoce habla bien de él. Tampoco ha tenido una ambición de poder que le lleve a corromperse, en absoluto. Él no es para nada ese tipo de político, no busca hacerse rico. De hecho, lleva una vida muy sencilla para un primer ministro: vive en el dúplex que perteneció a uno de sus hermanos, que falleció; cada jueves por la mañana sigue impartiendo clases en un colegio en un barrio marginal, donde conoce las vidas de sus alumnos, muchos musulmanes; y mantiene una relación muy estrecha con sus hermanos y con su madre a los que ve muy a menudo. Lo que me resulta extraño de él es su capacidad para separar estas dos vidas, la privada y la pública. Porque mientras es el profesor de chicos con problemas y es testigo de lo que es ser alóctono en Holanda, es capaz de salir en televisión arremetiendo contra la comunidad turca que se manifestó a favor de Erdogan o advirtiendo de que los que vivan aquí tienen que comportarse “normal”. Es un personaje muy especial, sin duda. No se le conoce relación sentimental con nadie y está entregado por entero a la política. Pude entrevistar al que es su mejor amigo de su época estudiantil, con el que se va de viaje y pasa sus vacaciones, y me confirmó que tienen una gran amistad y nada más. Por otro lado, todos alaban de él lo cuidadoso que es con sus relaciones sociales, se acuerda de todo, hasta de mandar un sms a sus antiguas secretarias por su cumpleaños.

Sheila Sitalsing durante la entrevista y su libro sobre Mark Rutte © Fernández Solla Fotografie

 

​¿Fue fácil escribirlo?

Más fácil de lo que me esperaba. Le envié una carta informándole y solicitando una entrevista y me respondió diciendo que él prefería no participar pero que le parecía perfecto que hablara con todas las personas que quisiera. Y siempre que alguien le llamaba para preguntarle si podía hablar de él conmigo, a los cinco minutos tenía una respuesta afirmativa. Supongo que también será porque no tiene nada que esconder. No veremos escándalos de él con actrices porno ni nada por el estilo. Todo su tiempo lo invierte en hacer su trabajo como él cree que debe hacerlo, siempre muy informado y preparado. A los holandeses les gusta mucho este tipo de personas, de carácter fácil, accesible, poco jerárquico, informal y sencillo. Aunque lo cierto es que hemos tenido ministros que tenían problemas con el alcohol o primeros ministros que tenían amantes, como Ruud Lubbers. Pero los periodistas dábamos por sentado que su vida privada no se aireaba.

Ahora la vida privada de los personajes públicos tiene mucha importancia…y los periodistas tenemos gran parte de culpa, ¿no cree?

Si bien hace 20 años lo que hacía un ministro con su vida privada se respetaba, es cierto que hoy en día esos temas salen a la luz. Quizás por las redes sociales o por la cantidad de información que hay en internet, hoy en día se habla de todo. Y en mi opinión eso es algo positivo, el aperturismo actual no tiene por qué ser malo. Dicho esto, también considero que si sé algo de la vida de un político que no es relevante para su labor pública, su privacidad debe respetarse y yo, al menos, no lo publicaría. Pero bueno, hoy todo el mundo puede ser periodista y los personajes públicos saben que se exponen a eso.

«Rutte es tan optimista como se muestra, no es fachada. Es pragmático, poco ideológico y lleva una vida sencilla para un primer ministro. Vive en le dúplex que fue de su hermano y sigue dando clases en un colegio público cada jueves por la mañana»

 

​El aumento de la ciberseguridad para, entre otras cosas, luchar contra las “noticias falsas”, es algo que Europa se quiere tomar en serio y que en Holanda se tendrá que volver a debatir tras la victoria del «no» en el referéndum ¿cree que algo así se puede controlar?

No creo que se pueda ni regular ni controlar. Yo voté en contra de esta ley porque, ante todo, considero que el Estado no debe intervenir en el desarrollo de la información, en prevenir que algo sea noticia, aunque suene falso. En los años setenta y ochenta, los años en los que yo crecí en Curazao, era la época de la Guerra Fría y de los conflictos armados en muchos países de Latinoamérica. Entonces Estados Unidos y la CIA llenaban la prensa de noticias falsas sobre lo que ocurría a nuestro alrededor y mi padre, al igual que muchas otras personas, sabían que lo que se publicaba no era cierto. Con esto quiero decir que aunque ahora sea en internet, una plataforma diferente, las noticias falsas siempre han existido y la única forma de combatirlas es desarrollando un pensamiento crítico, con el que cada uno cuestione su propia verdad. Que el Gobierno prohíba no es la solución. Es cierto que hoy en día parece que hay menos tiempo para reflexionar, que todo va más rápido, pero al mismo tiempo hay mucha más información disponible. Los niños de hoy crecen con una manera diferente de interpretar este aluvión de información. Cuando mis hijas reciben un vídeo, al momento saben si es cierto o no, saben distinguir mejor que yo, son muy espabiladas y conocen cómo moverse en las redes sociales. Por eso esta nueva forma de comunicación a mí no me preocupa.

​¿Vuelve a menudo a Curazao o Surinam?

Mis padres fallecieron el año pasado y aunque la situación ha cambiado, esperamos seguir yendo. Hace unos años volvimos a vivir a Surinam, donde vive todavía la familia de mi marido, y la experiencia no nos gustó. Hay menos libertad de prensa y la vida es muy local. Aquí ocurren más cosas, Paramaribo es una ciudad muy pequeña y finalmente decidimos volver a Holanda también por nuestras hijas. Delft es nuestra ciudad y aquí nos sentimos muy a gusto.