Gerard Unger forma parte del grupo de diseñadores holandeses de los sesenta, aquellos que revolucionaron el diseño gráfico e industrial con un nuevo concepto que combinaba la funcionalidad de sus vecinos alemanes con la elegancia e innovación nórdica. Sus tipos de letra más conocidos han acompañado durante décadas a lectores de diarios como el holandés Trouw, el americano USA Today e incluso el Heraldo de Aragón. Pero sin duda ha sido la que diseñó para las señales de tráfico de toda Holanda la que mejor refleja la esencia del trabajo de un tipógrafo: estar en todas partes sin que se les vea, influir sin ser percibidos. Defensor de la letra en el texto de un libro, detractor del emoticono, Unger es un diseñador con mayúsculas que sigue innovando a sus 74 años. Su última creación: Alverata, un tipo de letra inspirada en los textos medievales, por la que hace pocos años obtuvo su título de doctor en la Universidad de Leiden.
Lleva cuarenta años diseñando tipografías, ¿qué cambió en su manera de trabajar con la aparición del ordenador?
En el diseño de una letra, la diferencia entre trabajar con el lápiz o con el ordenador no es tan grande. Para un artesano, y un tipógrafo lo es, el proceso de elaboración de un diseño y su reproducción es el mismo que si lo hiciera manualmente. Yo suelo tardar unos dos años desde que empiezo con una idea hasta que termino de imprimir el último carácter. Siempre he necesitado tiempo para reflexionar sobre lo que estoy diseñando: empiezo, al cabo de un tiempo lo dejo para que la idea repose, después vuelvo a retomarla y es cuando le doy forma. La gran ventaja del ordenador es que tengo la posibilidad de rectificar a lo largo del proceso y eso me da mucha tranquilidad para investigar nuevas formas y atreverme sin miedo a equivocarme. La otra ventaja es que ejerzo el control de principio a fin. Cuando empecé en 1967 lo hacía todo a mano, y por cada fase del proceso había un artesano diferente al que le confiabas tu diseño para que lo ejecutara. Y a veces no salía como tú esperabas. Pero con la llegada del ordenador me convertí en todos los oficios en uno: yo diseño las letras, yo las reproduzco y las imprimo.
Swift, su fuente tipográfica más conocida, es un diseño de 1985 que se sigue usando hoy en día, donde el espacio entre las líneas de una letra es tan importante como la letra misma. El diseño holandés del último siglo, de formas limpias y funcionales ¿influyó en sus diseños?
Aunque fuera me vean como un diseñador con un estilo holandés, yo no lo definiría así porque he desarrollado muchos tipos de letra distintos. Con Swift buscaba una letra que se pudiera leer muy bien en el menor espacio posible. Es un ejemplo de lo que siempre he intentado: diseños equilibrados, que incluyan elementos convencionales, aceptados por todo el mundo, y algo nuevo que sorprenda al lector. El Dutch Design se conoce por ser un estilo directo, asertivo, claro y con una gran capacidad para innovar y experimentar. Si lo piensas de ese modo, sí se puede decir que mis tipografías son de aquí porque pretenden ser claras e innovadoras a la vez.
¿Fueron ustedes, los diseñadores de los setenta, ochenta, más atrevidos que los de hoy en día?
Creo que sí, porque actualmente parece que cuesta romper con los convencionalismos. Todavía hoy, cuando trabajo, me pruebo a mí mismo constantemente; a ver hasta dónde puedo llegar con este diseño, cómo puedo lograr que sea menos convencional sin pasarme. Es como cuando preparas un plato en la cocina y le echas sal, pimienta, otras especias, ajo…pero no puedes pasarte porque te cargas la receta. Este equilibrio, encontrar la dosis justa, funciona igual en el diseño. El año pasado les propuse a mis estudiantes que diseñaran un tipo de letra innovadora y que pudiera leerse bien en la pantalla de un móvil. Y no logramos ninguna. Pero me sirvió para darme cuenta de que los tiempos que corren no son buenos para la creatividad. El cambio climático, el terrorismo global y la información que cada día nos llega sobre todo lo malo que ocurre en el mundo provocan que los estudiantes sean comedidos. Es como si los diseñadores jóvenes de hoy en día prefirieran quedarse en un lugar seguro, convencional, por si acaso. El sentimiento de seguridad domina la creación hoy en día. Mi época era totalmente distinta. Los años sesenta fueron una década de grandes cambios políticos pero también de mucho optimismo. Los jóvenes teníamos la necesidad de disfrutar de la vida- yo nací en 1942, ¡en plena guerra! -y desde entonces el mundo ha cambiado enormemente.
Y en este proceso de diseñar algo nuevo, ¿qué diferencia a los tipógrafos del resto de creadores?
Para nosotros, la capacidad de innovar está limitada a la forma que cada carácter debe mantener para que sea reconocible y legible. Basándome en eso, siempre he intentado proponer nuevos cambios, pequeños, quizás imperceptibles para el lector pero distintos de lo que ya se ha hecho. Otra característica de diseñar letras es que tienen que convivir juntas en una palabra, y ésta en una frase, y ésta en un texto. Por eso cuando dibujo una “a” tengo que tener muy presente cómo el resto de las letras van a combinar con ella. Este juego de combinaciones no es tan habitual en otras áreas del diseño.
Un carácter, una letra, ¿puede reflejar una tendencia artística?
La intemporalidad no existe. Cada objeto nos cuenta algo acerca del momento en el que se creó. Pero el diseño de caracteres es algo muy abstracto y cuanto más abstracto, más atemporal. El tiempo no pasa igual por ellas. Es lo que los ingleses llaman evergreen….bonita palabra. Las letras nos traen noticias, están por todas partes, la gente las utiliza a diario y su funcionalidad está influida también por el entorno. Por eso siempre intento seguir el mundo que me rodea, empaparme de las distintas formas de expresión, y trasladarlo a mis diseños. Todos tenemos artistas que nos inspiran en nuestro trabajo y en mi caso Constantin Brancusi es un gran ejemplo a seguir. Una de sus esculturas, expuesta en el Kroller Muller, de una piedra blanca con una forma ovalada y titulada “El comienzo del mundo” siempre me ha fascinado. Parece un huevo pero no lo es y su forma, tan sencilla, expresa maravillosamente algo tan abstracto como el comienzo de todo, y además el que la ve puede reconocer en ella el trabajo de Brancusi. Fascinante. Alexander Calder y Ellsworth Kelly son otros dos artistas que siento muy cerca de mí y que han hecho lo que yo intento de reflejar el mundo que nos rodea en mis diseños. Buscando siempre que un nuevo tipo de letra se convierta en evergreen…

Gerard Unger muestra su enciclopedia de lenguas románicas. A la derecha, los alfabetos griego y cirílico de uno de sus diseños ©Fernández Solla Fotografie
En su larga carrera usted ha sido profesor de la conocida escuela de bellas artes Gerrit Rietveld de Ámsterdam además de diseñador. ¿Se puede vivir bien de la tipografía?
Es una profesión que no está bien protegida y uno no puede hacerse rico con esto. Cuando empecé, en los años sesenta y setenta trabajaba para una empresa alemana a la que le entregaba mis diseños y los pagaban de una vez. Recibía unos honorarios muy buenos. Con la llegada del ordenador, pasé muchos años vendiendo directamente mis propios diseños. Fue una época muy bonita porque tuve relación directa con los clientes, sobre todo con las redacciones de los periódicos, y aprendí mucho de sus puntos de vista. Desde hace unos años ya no hago esto, la distribución de mis tipografías las lleva a cabo otra persona. Vivo una vida muy cómoda con mi mujer, no nos falta de nada pero ya no invertimos en nuevos proyectos como antes. Ahora le cedo algunas de mis tipografías a un grupo de diseñadores jóvenes y cada trimestre me paga los royalties. Es una fórmula estupenda, porque ellos hacen su trabajo muy bien, dándole publicidad, y yo puedo tranquilamente desarrollar otras ideas.
Hace veinte años, la ANWB le pidió que diseñara una fuente tipográfica para las señales de tráfico holandesas. Cuéntenos cómo fue…
Sí, este ha sido sin duda uno de los encargos más peculiares que he recibido en mi carrera profesional. Porque los de ANWB querían que les propusiera algo nuevo pero que pareciera no serlo. Consideraban que si era muy original podía afectar a la seguridad de los conductores porque podían despistarse del volante si les llamaba la atención. Acepté el encargo y cuando les presenté mi propuesta les dije que se lo iba a explicar paso a paso y que podían frenarme en cualquier momento. Pero no lo hicieron. Aceptaron mi diseño tal y como se lo mostré. Esto es un ejemplo muy bueno de lo que nos ocurre a los tipógrafos: somos, creo, los únicos diseñadores cuyo trabajo está por todas partes pero la gente no lo aprecia de forma consciente. Influimos en la manera en la que se transmite un mensaje, un estilo, una identidad, pero de forma muy sutil e imperceptible. Cuando uno coge el periódico se pone a leerlo sin preguntarse acerca de la tipografía. Lo curioso es que esto empezó a cambiar un poco con la llegada de los programas de texto con los que los usuarios tenían que elegir el tipo de letra que querían usar de una larga lista: Arial, Comic Sans, Helvética… De repente tenían que decidir sobre algo que define su trabajo y que antes ni se planteaban.
Es cierto lo que dice de que con la era digital los usuarios tenemos más conciencia que nunca de lo que significan los tipos de letra, ¿cómo se imagina el futuro de la lectura, de la escritura?
El futuro es una sorpresa y la tecnología va tan deprisa que no se puede predecir. Yo me crié leyendo libros, los niños de hoy en día crecen con pantallas y, aunque están más expuestos que nunca a la lectura, no están acostumbrados a leer textos largos. Los hábitos de lectura cambiarán. Otra cuestión es que nosotros hemos aprendido a leer al mismo tiempo que a escribir, pero ¿será la escritura necesaria para el futuro? El desarrollo de la lengua será distinto, porque si al escribir producimos una lengua, con las teclas del ordenador esta producción sucede también aunque de una forma distinta. En cuanto al diseño, la gente de hoy en día busca confirmaciones para todo, y en ese sentido las letras tal y como las conocemos permanecerán porque nos dan confianza.
¿Es cierto que hay un tipo de letra que favorece la lectura?
Las letras para texto, de tamaño más pequeño, y aquellas para titulares, más grandes, se diseñan siguiendo parámetros distintos. Cuando empecé en esto, la mayor parte de los tipógrafos querían diseñar tipos de letra para texto, destinados a ser impresos en libros y periódicos. Hoy eso ha cambiado y los diseñadores buscan definirse a través de las letras de mayor tamaño y aquellas que funcionen bien en la pantalla. Antes se creía que las fuentes con serifa facilitaban la lectura pero, aunque se ha investigado mucho sobre esto, lo cierto es que ahora conviven todo tipo de diseños para tipografías de tamaño pequeño. El soporte de lectura ha cambiado: hemos pasado del papel a una pantalla que emite luz, donde no hay límites de espacio. Y por eso las tipografías más simples, sin serifa, se han empezado a utilizar muchísimo y funcionan bien.
Y hablando de pantallas, con el móvil han aparecido los emoticonos, un nuevo lenguaje…
Uy, eso no va conmigo. Si haces una broma y después le pones una carita sonriente es como si un humorista le pide a su público que se ría: “Ahora os tenéis que reír”. Eso no puede ser.
Pero los emoticonos es, nos guste o no, una forma de comunicación de nuestro tiempo…
De vuestro tiempo sí pero no del mío (sonríe).

En el centro, Unger muestra algunos caracteres de su tipografía Alverata. A su izquierda y a su derecha, dos muestras de su fuente «Leiden Letters» que se muestran en el suelo y en la alfombra del Academiegebouw de la Universidad de Leiden. ©Fernández Solla Fotografie.