Fundado en 1955, el premio más prestigioso de fotoperiodismo nació en Holanda como una apuesta del sindicato de fotoperiodistas de internacionalizar su galardón a la mejor fotografía del año. El premio recayó en un fotógrafo danés y su instantánea de la caída de un motorista en plena carrera se convirtió en la primera de una larga lista de imágenes para la historia. Más de sesenta años después, el certamen sigue marcando los parámetros del buen fotoperiodismo pero en un entorno bien distinto, en el que el periodismo visual se democratiza y su manipulación está a la orden del día. Una semana después de anunciar el ganador de este año, su director, Lars Boering, explica a Gaceta Holandesa los nuevos retos a los que se enfrenta hoy el World Press Photo.
¿Cuáles han sido las claves que han convertido este premio de origen holandés en un referente mundial?
Creo que los holandeses somos buenos en trabajar de forma constante en una idea hasta convertirla en algo grande. El World Press Photo sólo se ha interrumpido en un par de ocasiones, para el resto de los años siempre se lograba financiación. Además, la libertad de información es algo que está muy metido en la sociedad holandesa y eso nos ha permitido mantenernos totalmente independientes, recibiendo fondos de organismos que respetaban esa regla. Finalmente, somos muy estrictos en aplicar las normas básicas del fotoperiodismo de calidad. Creemos firmemente que en su respeto radica la grandeza del fotoperiodismo.
Precisamente este respeto a las normas os ha llevado a incorporar al certamen una guía de buenas prácticas que habéis enviado a todos los participantes, y es la primera vez que lo hacéis…
Sí, en efecto, hemos mandado a todos los candidatos un vídeo explicativo de lo que el World Press Photo acepta y lo que no respecto de la manipulación de una fotografía, para evitar que nos vuelva a ocurrir lo mismo que el año pasado con la fotografía de Giovanni Troilo, que ganó en su categoría y después descubrimos que había mentido sobre el lugar en el que la foto estaba tomada.
Lo preocupante es que no es un hecho aislado ya que es habitual que tengan que descartar trabajos que llegan a la final del concurso. ¿Cómo se puede evitar esto?
Gran parte de estas manipulaciones son imposibles de detectar. Y descalificar un trabajo nos hace reflexionar acerca de la tendencia actual de los fotógrafos de retocar sus fotos para venderlas mejor a las revistas. Aunque este año hemos observado que esta práctica se ha reducido mucho, quizás porque se están volviendo a demandar fotos fieles a la realidad, como si el lector estuviese saturado de imágenes tan retocadas y pide volver a ver imágenes como las de antes, como una forma de autenticidad. Aunque nuestro deber es controlar la veracidad del trabajo que seleccionamos, al final sólo nos queda confiar en la integridad del fotógrafo. Creo que hacer buen fotoperiodismo es una tarea de todos, pero sobre todo de los profesionales de esto. Si dudamos de ellos, ¿qué nos queda?.
Entonces, formar a futuros fotógrafos en la ética profesional del buen fotoperiodismo ¿es uno de los objetivos de los cursos y clases magistrales que imparte World Press Photo?
Sin duda. Nosotros no les enseñamos a usar Photoshop por ejemplo, y las clases las imparten grandes fotógrafos con una gran experiencia que les transmiten los valores que ellos han aplicado en el terreno. En el caso del fotoperiodismo las reglas están mucho mejor definidas: existe por ejemplo la posibilidad de contrastar la foto con otras noticias sobre el hecho que ha ocurrido en un lugar concreto. El reto de verdad aparece con la fotografía documental. Esta fotografía es más de autor y al fotógrafo se le pide que tenga una visión personal, que aporte un estilo personal, lo cual es muy interesante pero muy arriesgado desde el punto de vista ético. Intentamos transmitir a los fotógrafos que no deben mezclar el fotoperiodismo con la fotografía documental. Si prefieren apostar por ésta última tienen el deber de dejar bien claro que están interpretando una realidad de forma personal.
Por lo que afirma sobre el fotoperiodismo, si éste debe estar exento de estilo personal, ¿cuál es la diferencia entre la imagen que sobre un suceso capta una persona con su móvil y la de un fotógrafo profesional?
En realidad no hay ninguna diferencia. Realmente nada ha cambiado en el fotoperiodismo con la irrupción de los móviles. La diferencia esencial es quizás que ahora podemos ser testigos del momento preciso en el que ocurre un hecho, porque es muy probable que haya alguien ahí mismo que lo capte. Pero lo que ocurre inmediatamente después sigue siendo trabajo del fotoperiodista, es un trabajo complementario.
Pero además de la instantánea más periodística lo cierto es que hoy, toda historia que se publique demanda una imagen, ¿son buenos tiempos para los fotoperiodistas?
Yo creo que sí, soy muy optimista en este sentido. Aunque la competencia es mayor, es relativamente fácil publicar un trabajo, lo que no significa que esté bien pagado. El mundo entero se ha vuelto más visual y esto es una gran oportunidad para los fotógrafos contadores de historias. Pero ahora éstos tienen que ser comerciantes de su propia obra, ya no vale sólo con tener talento, hace falta venderse bien, estar siempre disponible y contar algo original. Por otro lado, el que tenga todos estos ingredientes puede lograr el éxito sin pasar por una formación clásica en fotografía. Hoy en día un chaval de 16 años con buen ojo puede hacerle la competencia al fotógrafo más veterano, en cualquier lugar del mundo. Eso es muy positivo pero difícil. Ser alguien hoy requiere ser excepcional de verdad. Porque con las nuevas tecnologías todos somos capaces de hacer una buena foto pero todavía, afortunadamente, sólo unos pocos pueden hacer una gran foto.
Esto no es lo que le ha ocurrido al fotoperiodista que ha ganado el premio este año, Warren Richardson. Él no lo logró vender a ningún medio la instantánea que después ha ganado el World Press Photo. Parece que alguien que se ha equivocado, ¿ustedes o ellos?
Está claro que hay un problema. Si de las más de 80.000 imágenes que hemos recibido, el jurado compuesto por reconocidas personalidades del fotoperiodismo premia la suya es indudable que los medios a lo que Warren ofreció su foto no supieron valorarla como es debido. Y creo que esto tiene que ver con que los medios de comunicación cuentan con una cantera de fotógrafos freelance a los que suelen comprarles los trabajos y no buscan más allá por comodidad. Deberían ampliar sus miras, estar abiertos a lo que otros fotógrafos puedan ofrecerles. Como ya no se asignan trabajos, los medios no arriesgan nada y por el contario la competencia entre los fotógrafos es enorme: tienen que ir ahí fuera e invertir de su bolsillo en hacer un gran reportaje sin saber si después podrán venderlo a una publicación. La industria ha cambiado mucho en este sentido.

Warren Richardson delante de su instantánea «Hope for a new life», galardonada con el primer premio del World Press Photo 2015 © Fernández Solla Fotografie
Los ganadores de los últimos años, tanto Warren Richardson como Mads Nissen, quien en 2014 denunciaba la represión que sufre la comunidad homosexual en países como Rusia a través de una imagen sobre el amor entre dos personas, parecen indicar un cambio de rumbo respecto de las imágenes impactantes que solían ganar el World Press Photo, ¿es así?
Creo que en efecto la tendencia actual se dirige a contar historias muy dramáticas desde una perspectiva poética y más interpretativa que antes. Muchas de las imágenes que han ganado en las últimas ediciones sirven de entrada a una historia, pero sin el contexto no es posible entenderla. Esto no ocurría antes con fotos icónicas como la del estudiante frente a los tanques en la plaza de Tiananmén. La historia detrás es dramática pero la imagen en sí también es muy potente, el hombre sólo e indefenso contra la máquina de guerra. Aunque debo decir que sí tenemos este tipo de imágenes entre las ganadoras de otras categorías, sobre los ataques terroristas en París o la guerra en Siria, ejemplo. Pero es cierto que el primer premio es una elección deliberada por parte del jurado de denunciar un tema de actualidad a través de una imagen exenta de violencia, como la esperanza para miles de refugiados que encierra la foto de Richardson o el derecho que quiso transmitir Nissen de todas las parejas a expresar su amor libremente.
En estos dos años como director del World Press Photo, ¿qué ha logrado mejorar de cara a los profesionales del fotoperiodismo?
En estos años hemos invertido mucho tiempo en lograr que la institución se abra más a los profesionales del sector, haciendo de ella un espacio de debate sobre temas relacionados con el ejercicio del fotoperiodismo. Esta función es distinta a la del certamen pero está íntimamente ligada a sus orígenes, a cuando en 1955 un grupo de fotoperiodistas se unieron para crear todo esto. Creo que podemos seguir siendo ese espacio de encuentro. Queremos ser globales, como se desprende de la palabra “World” de nuestro nombre; representar a todas las formas de medios de comunicación, ejemplificadas en “Press” y tomar el concepto “Photo” como una manera de captar una instantánea del mundo, que hoy puede ser también a través del vídeo. Y ha llegado el momento de resetear estos tres conceptos teniendo claro que lo hacemos en defensa de los principios básicos del fotoperiodismo, de la libertad de expresión y de la libre circulación de información.

La Maya tradition de Daniel Ochoa, © Daniel Ochoa de Olza . Segundo premio en la categoría de «Gentes». Sobre una festividad celebrada en Colmenar Viejo, Madrid. A la derecha , Modern-day Slaves, de Mário Cruz – Talibes © Mário Cruz – Talibes. Primer premio en la categoría de «historias». Sobre chicos forzados a vivir en escuelas islámicas en Senegal.