Los cimientos del sistema energético holandés tiemblan. Tras 40 años de independencia energética gracias a los yacimientos de gas de Groningen, los terremotos causados por las perforaciones en la zona han obligado al gobierno a replantear el volumen de extracción y a reducir a la mitad la producción de gas en los últimos dos años. En paralelo, tras la firma del acuerdo de París para la lucha contra el cambio climático, Holanda ha iniciado una transición hacia las energías renovables que plantea un cambio de paradigma energético a medio y largo plazo. ¿Ha empezado una revolución energética en los Países Bajos?
En 1959, durante unas prospecciones en busca de petróleo en la provincia de Groningen, fue descubierto en suelo holandés uno de los mayores yacimientos de gas natural del mundo. Con una capacidad total estimada de 2.800 millones de metros cúbicos (de los que se calcula que ya se ha extraído el 75%), la explotación de la reserva de gas de Groningen no sólo ha permitido a Holanda ser independiente energéticamente durante casi medio siglo, sino que también ha generado al Tesoro Holandés unos ingresos de alrededor de 265 mil millones de euros entre los años sesenta y la actualidad. Sólo en el período comprendido entre 2003 y 2016, el negocio del gas supuso entre el 5 y el 10 por ciento de los ingresos totales del país. Estos beneficios han sido reinvertidos principalmente en engrosar las partidas de seguridad social, administración pública y seguridad e infraestructuras de los presupuestos generales del Estado.
Pero la explotación del gas ha tenido también un reverso dañino. El día de Navidad de 1986, el suelo del norte holandés tembló por primera vez cerca de la localidad de Assen, a pocos kilómetros de un pequeño yacimiento de gas que se estaba explotando en la zona. Desde entonces, casi 400 seísmos de magnitud superior a 1,5 han sido registrados en un territorio que carece de actividad sísmica natural. Aunque la relación entre los terremotos y la perforación gasística se empezó a estudiar desde sus primeras manifestaciones, la extracción se mantuvo a ritmo más o menos constante, con picos máximos en los años 70 y en los primeros años de la década de 2010, hasta que en agosto de 2012 se produjo en Loppersum (Groningen) el mayor de los terremotos registrado hasta la fecha: un seísmo de magnitud de 3,6 en la escala de Richter.
Poco después, con decenas de edificios públicos y privados afectados y una presión social creciente en esta región, el gobierno empezó a reducir la cantidad de gas extraído de forma progresiva. Desde 2013, año en que se obtuvieron 54 mil millones de metros cúbicos de gas natural, la producción ha descendido a casi la mitad, manteniéndose en 27 mil millones de metros cúbicos en 2015 y 2016.
¿Por qué hay terremotos en Groningen?
“El gas de Groningen está acumulado a poca profundidad, en una capa porosa a tres kilómetros de la superficie. Cuando se extrae el gas, la tensión natural hace que el suelo se compacte. A corto plazo, hay fracturas en la capa, que producen cambios en la tensión y causan los terremotos. A largo plazo y de una forma lenta, se puede percibir en la superficie, porque ésta se va hundiendo”, explica Läslo G. Evers, responsable del departamento de Sismología y Acústica del Instituto Nacional de Meteorología holandés (KNMI). Al quedar las cavidades subterráneas vacías del gas que contenían, la tierra se comprime, fracturándose y hundiéndose al mismo tiempo. Eso produce los terremotos, pero también, que el suelo en la región se haya hundido ya unos 40 centímetros desde que se iniciara la extracción en los años sesenta.
El KNMI, que lleva monitorizando la sismicidad en la región desde hace varias décadas, ya realizó un primer estudio en 1993 que apuntaba que los terremotos en la zona estaban producidos por la extracción de gas. La de Groningen se conoce como «sismicidad inducida» ya que no es de origen natural sino que es causada por la acción previa del hombre. Algo que, a oídos de un profano, puede recordar al término fracking, aunque no lo es. “El fracking es otro mecanismo mediante el que se rompe la roca usando materiales químicos a alta presión para liberar el gas acumulado. Pero eso no se está haciendo aquí. Aquí es puramente extracción de gas. El fracking no está permitido en Holanda”, apunta Evers.
Desde que empezaron los terremotos, los habitantes de las provincias del norte han visto como, progresivamente, las grietas iban dañando sus casas hasta hacerlas inhabitables en los casos más graves. “Hemos observado que entre las magnitudes 1 y 2, la gente puede percibir el terremoto, y a partir de magnitud 2,5 en la escala de Richter se producen daños en los edificios, como grietas en paredes o afectaciones en chimeneas. Pero, ¿cómo pueden producir estas lesiones unos seísmos que, comparados con los que han afectado a Italia recientemente, con magnitudes entre los 5 y los 6 grados, parecen pequeños? Factores como la poca profundidad a la que se producen o el tipo de material que compone el suelo multiplican sus efectos. “Un terremoto de magnitud 4 a 200 kilómetros de profundidad prácticamente no será percibido, pero la misma magnitud a 3 kilómetros de profundidad causará daños evidentes. Además, la superficie en la zona de Groningen tiene muchos fluidos y eso amplifica los terremotos. Sobre un suelo de roca recia y sólida no hay prácticamente amplificación mientras que sobre una capa de sedimentos como en el norte de Holanda, sí” explica Evers.
Entonces, ¿cuál es la solución? “Lo que vemos ahora a partir de la información recogida en el último año es que reducir la cantidad de gas extraído ha reducido el número de terremotos y su magnitud” —confirma Evers—. “Es imposible predecir el futuro en sismología, pero la expectativa es que la reducción o detención de extracción de gas derive en una reducción de la actividad sísmica”.
El documental “El temblor silencioso” (De stille beving) plantea cómo los terremotos afectan a la vida de una familia de Groningen. Se emitirá el 12 de febrero en RTV Noord y el 4 de marzo a las 20.20 horas en NPO2.
Hacia la transición energética
Detener la extracción de gas es una decisión política capaz de transformar por completo el panorama energético holandés. Aparte del importante descenso en los ingresos o la pérdida de la autonomía energética que ya se están produciedo, el día a día de los holandeses se verá directamente afectado por diversos motivos. En la actualidad, el 98% de los hogares holandeses están conectados a la red de gas natural y la mayoría de ellos utilizan gas procedente del yacimiento de Groningen. Pero eso ya ha empezado a cambiar.
En diciembre de 2016, el ministro de Asuntos Económicos, Henk Kamp, presentó la “Agenda para la energía»: un ambicioso plan que pretende dirigir a los Países Bajos hacia un horizonte libre de energías fósiles (carbón, gas o petróleo) antes del año 2050. El plan se encuadra en el ámbito de los acuerdos de París contra el cambio climático firmados el pasado año por 197 países y una de sus primeras decisiones ha sido la de mantener fuera de la red gasística holandesa todos los nuevos barrios que se construyan de ahora en adelante en el país. En la misma línea, antes de 2020 se procederá a clausurar las cinco centrales eléctricas que producen energía por combustión de carbón en Holanda (tres de ellas, abiertas en 2015) y, según el mismo plan, se pretende avanzar en la instauración de campos de molinos de viento en el Mar del Norte y en el desarrollo de energía procedente de fuentes renovables como la geotérmica o la solar.
¿Cómo se traducirá eso en la vida ordinaria? Según la “Agenda” del gobierno, las casas pasarán progresivamente a calentarse con sistemas de calefacción alimentados por el calor sobrante de la industria; las cocinas serán eléctricas y se nutrirán de fuentes renovables como el sol o el viento, y los vehículos de gasolina y gasoil irán desapareciendo de las carreteras antes de 2023, dando paso a los coches eléctricos o de hidrógeno. En ese mismo año, el Gobierno espera que el 16% de la energía empleada en Holanda ya provenga de fuentes renovables. “Nadie escapa a los efectos de la transición energética”, aseguraba Kamp el pasado diciembre en una entrevista al periódico NRC: “Todo el mundo tendrá que hacerle frente a de alguna manera, de modo que el coste será asumido por toda la sociedad». Hasta que eso ocurra, los habitantes de Groningen seguirán luchando para dejar de cargar con la peor parte del modelo energético actual.
La revolución de las cooperativas energéticas
Montar una cooperativa energética en Holanda es un proceso sencillo: hacen falta un mínimo de dos socios, unos estatutos, una visita al notario y 500 euros. Esta simplicidad en los trámites ha favorecido su proliferación en los últimos años: hoy ya hay 335 repartidas por todo el país.
Han Horstink, coordinador de la cooperativa Vrijstad Energy, que ofrece energía verde a los habitantes de la zona de Culemborg, en la provincia de Gelderland, reconoce que el mercado de las cooperativas está creciendo muy rápido y que, aunque todavía es minoritario, puede llegar a suponer una revolución. “Es más decente como forma de producción, porque la propiedad es muy diferente de como ha venido siendo y eso es bastante revolucionario”.
Para Horstink, las ventajas de este modelo están claras. “Se trata de una forma de energía sostenible: es decir, que no contamina y que no se acaba nunca porque es renovable. Además, no depende de grandes compañías o de poderes discutibles como Putin o ciertos países árabes. A través de las cooperativas, nosotros mismos somos los dueños de nuestra compañía”. Las desventajas, según Horstink, son mínimas. “Hay otros proveedores de energía algo más baratos y hay que cambiar de compañía eléctrica. Lo bueno es que esa es una desventaja que sólo te afecta una vez”, bromea.
- Fuentes energéticas, solar y eólica, desarrolladas por la cooperativa © Vrijstad Energy
Horstink ve el futuro energético de Holanda desde una perspectiva positiva pero prudente. “Hasta ahora, el gobierno ha sido bastante reacio a tomar medidas pero, poco a poco, parece que se está moviendo en la dirección correcta, aunque quedan muchos pasos que dar”. El cierre inmediato de las centrales que usan carbón como combustible y un cambio en el sistema de impuestos sobre la energía son algunas de sus propuestas. “La presión fiscal sobre las energías fósiles debería ser mayor para que fueran más caras y la energía verde debería tener impuestos más bajos para que pudiera ser más barata”. Horstink también cree que, en lo que concierne al gas, la experiencia en Groningen ha podido ser un factor determinante a la hora de tomar la decisión de “desconectar” las casas holandesas de la red gasística. Respecto a la Agenda por la Energía del gobierno, se muestra escéptico ante el calendario planteado, pero también esperanzado. “Al menos hemos empezado a cambiar las cosas. Y eso es importante”.