Como si para Róterdam renacer se hubiese convertido en un hábito, la ciudad sortea los cierres pandémicos con una agenda cultural rompedora que rebosa transgresión y diversidad, dos rasgos que la definen sin fisuras. Desde el nuevo depósito de obras de arte del museo Boijmans van Beuningen, el primero en el mundo en abrirse al público, hasta homenajes con otra mirada a clásicos como Charlie Chaplin o Alexander Calder, la capital del Mosa ofrece todo tipo de planes culturales para este invierno, aderedazos con propuestas gastronómicas poco habituales en Holanda.

Al igual que ocurre en el resto de las grandes pinacotecas de Europa, el museo Boijmans van Beuningen, el segundo más importante de Holanda después del Rijksmuseum, apenas mostraba al público un diez por ciento de su colección antes de su cierre por reforma. Hoy ya no es así. Desde comienzos de este mes, el museo cuenta con una nueva sede, adyacente al edificio principal de estilo modernista, que en forma de maceta acristalada, alberga en su gigante panza las 151.000 obras que contenía el depósito original antes de inundarse. Desde esculturas de arte religioso hasta fotografías en grandes dimensiones y obras de expresionistas holandeses, en Het Depot el arte no se contempla, se experimenta. En los peines o paneles con raíles se esconden grandes obras -un Kandinsky aquí, un Rembrandt allí- que el visitante podrá admirar de reojo y consultar en la app, mientras los empleados del almacén siguen haciendo su trabajo, sin prestar atención al grupo de personas que acaba de colarse en la sala perfectamente climatizada. El Depot espera recibir unos 1.250 visitantes al día, que deben entrar en grupos de 13 acompañados por un empleado que ejerce de guía, ataviados con una bata higiénica y por un tiempo máximo de diez minutos. La sala se cerrará tras ellos durante otros 15 minutos para preservar la temperatura y volver a regular la humedad. «Esto no es un museo» insistía en su presentación el director del Boijmans, Sjarel Ex, «es más bien como una biblioteca, el lugar donde las pinturas descansan, donde conservamos el patrimonio artístico. Y ahora queremos mostrar al público cómo nos ocupamos de él» explica.

Acceder a las entrañas de un museo no era posible hasta ahora, y la culpa la tuvo el agua. El almacén en el sótano del edificio antiguo se inundó tras unas fuertes lluvias en 1999 y desde entonces el lugar arrastró problemas estructurales serios hasta que una noche de tormenta, en 2004, decenas de empleados tuvieron que entrar de madrugada para achicar el agua. Había que trasladar el almacén a otra parte, y al contrario de lo que suele ser habitual, en lugar de buscar sitio a las afueras de la ciudad se planteó la posibilidad de construir un depósito al descubierto, en la misma plaza de los museos donde se encuentra el Boijmans. Debía ser un edificio icónico, multifuncional y rompedor, como la misma idea de su existencia. El estudio de Róterdam MVRDV, responsable de otros proyectos que hoy son monumentos de la ciudad como el Markthal, fue el encargado de llevarlo a cabo. El resultado es una experiencia diferente a cualquier otra: su estructura interna de cristal y acero con escaleras que juegan con la luz y la forma recuerda a las pinturas oníricas de Escher mientras el bosque de su azoeta, de pinos y abedules a decenas de metros del suelo, ofrece unas vistas incomparables de la ciudad y de nuevo, un baile de espejos y verde que confronta los límites de lo real. «Queríamos devolver la vegetación que habíamos tenido que quitar al construir el edificio en lo que era antes un parque» explica Winny Maas, socio fundador de MVRDV. Y lo hicieron dotándole de una mayor superficie, gracias a la forma de taza que tiene el depósito, más ancha en la parte superior que en la base. Si bien el museo permanece cerrado, el depósito puede visitarse reservando la entrada online, y se puede acceder a tantas salas como se desee siempre que sea dentro de un grupo y a una hora asignada.

De Canadá a Cabo Verde sin moverse del Museumpark

Uno de los edificios que a partir de ahora se refleja sobre la fachada del Depot es Het Nieuwe Instituut, el centro cultural de Róterdam dedicado a la arquitectura, el diseño y la cultura digital. MVRDV, los mismos que han levantado el nuevo depósito son los que ahora protagonizan en Het Nieuwe Instituut una exposición que alberga toda su colección de maquetas. Cacofonía arquitectónica, que demuestra de qué manera la innovación urbana conforma el ADN de la ciudad portuaria. Además de una colección nacional que refleja la evolución arquitectónica y urbanística del país, con maquetas, carteles y dibujos de los estudios de arquitectura y diseño más prominentes de Holanda, el centro cuenta con una biblioteca y una librería especializada muy completas. Parte de Het Nieuwe Instituut es también la vecina Casa Sonneveld, patrimonio nacional y un ejemplo exquisito del estilo «Nieuwe Bouwen» de los años 30, inspirado en la arquitectura de Le Corbusier. Tras reservar una visita guiada por este túnel de tiempo y entretenerse en la librería o echar un ojo a la impresionante biblioteca, nada mejor que finiquitar la jornada con una parada en el nuevo café del instituto. Y es que desde septiembre de este año, la cocina de este templo del diseño corre a cargo de Manuela Gonzalves Tavares, una de las chefs más conocidas de Róterdam. De origen caboverdiano, los platos de Manuela fusionan sus raíces afro con la cultura asiática de los tokos indonesios y la frescura de los productos mediterráneos. Ni tosti ni croquetas: comer en el café de Het Nieuwe Instituut es atreverse con una sopa de boniato púrpura con leche de coco, lima y plátano o un poké bol con setas, pak choi y algas.

Biblioteca de Het Nieuwe Instituut, en la explanada de los museos de Róterdam. Foto: Johannes Schwartz

Al otro extremo de la explanada de los museos se encuentra el cuarto punto cardinal, con el que se rinde homenaje a otro gran estudio de arquitectura de Róterdam, OMA. El Kunsthal, inaugurado en 1992 y obra del premio Pritzker Rem Koolhaas, es la primera sala de exposiciones construida en Holanda. No cuenta con colección propia por lo que no es un museo propiamente dicho. Sin embargo, sus grandes dimensiones pueden reunir hasta cuatro exposiciones al mismo tiempo, todas ellas de muy alto nivel. El Kunsthal acaba de inaugurar la primera muestra en Europa dedicada al escultor norteamericano Alexander Calder, en la que se reúnen una veintena de sus obras móviles que dialogan con otras de diversos artistas contemporáneos como el islandés Olafur Eliasson. Los dibujos de tres jóvenes ilustradores que con sus trazos cuentan los meses de pandemia en Róterdam; las fotografías de jóvenes majorettes en Sudáfrica y una retrospectiva de la pintura paisajista en el Canadá de principios del siglo XX son otras de las propuestas del Kunsthal para este invierno. Junto a actividades para niños y charlas, la sala organiza sus «parejas de arte» (kunstkoppels): una jornada durante la cual a cada visitante se le asigna otro desconocido para juntos recorrer las distintas exposiciones.

Cine, sushi y John Tavolta al otro lado del río

Cambiando de entorno, cruzamos el Erasmusbrug y nos dirigimos a la península del icónico hotel New York, desde la que partían, entre finales del siglo XIX y 1978, los barcos transatlánticos de la Holland Amerika Lijn con destino a la ciudad norteamericana. Hoy, esta lengua de tierra próxima al puerto es otro de los núcleos artísticos de la ciudad, gracias al cine ineludible de la filmoteca Lantaren Venster, las exposiciones del museo nacional de Fotografía, con su aire retro, y los musicales del nuevo teatro Luxor. Este invierno, las películas de Charlie Chaplin se mezclan con las imágenes icónicas del fotoperiodista Chas Gerretsen quien con su cámara inmortalizó a estrellas del Hollywood de los ochenta como John Travolta o Michelle Pfeiffer. El museo nacional de Fotografía recoge por primera vez la colección completa de este reportero, más conocido fuera que en su propio país. Y es que la trayectoria de Gerretsen arrancó en la guerra de Vietnam, para después documentar el golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile, el 11 de septiembre de 1973. Posteriormente se fue a Los Ángeles donde trabajó como fotógrafo durante el rodaje de la película de Apocalypse Now bajo las órdenes de Francis Ford Coppola, un trabajo que marcó el resto de su carrera ya que a partir de entonces se instaló en Estados Unidos y se especializó en fotografiar a los protagonistas del starsystem. La exposición propone una vuelta al Hollywood más glam de los ochenta, mientras en otra de las salas se puede visitar la recién inaugurada galería de Honor de la fotografía holandesa: 99 imágenes que cuentan la historia del país desde 1842 hasta nuetros días, seleccionadas por su importancia social y artística, por su aspecto innovador y por la mirada rompedora del fotógrafo. La número 100 la ponemos cada uno de nosotros.

En esta avenida abierta a orillas del Mosa el viento sopla inclemente y, en invierno, el frío no perdona. Recogerse en un museo o en una sala de cine se convierte casi en una necesidad para cobijarse de la humedad que cala hasta los huesos. Otro de los espacios que no defrauda es la filmoteca Lantaren Venster, el lugar idóneo para disfrutar del mejor cine en Róterdam. Mientras la pandemia lo permita, sus salas proyectan desde películas de directores emergentes de todos los rincones de Europa hasta varios ciclos de cine, actualmente uno dedicado al pasado colonial de Róterdam y a la esclavitud y otro en homenaje al gran Charlie Chaplin, con la proyección de sus diez películas para celebrar el primer centenario de The Kid, la primera de ellas. Pero si uno prefiere las actuaciones en directo, basta caminar cinco minutos para llegar al nuevo teatro Luxor, hermano menor del legendario teatro del mismo nombre que abrió sus puertas en Róterdam en 1917 y que todavía hoy sigue activo. En este otro emplazamiento tienen lugar gran parte de los espectáculos. Estas Navidades no se harán esperar el musical Sonrisas y Lágrimas -en su versión en neerlandés- o el ballet El Lago de los Cisnes de Chaikovsky, interpretado por el reconocido ballet de San Petersburgo. Y muy cerca, el ambiente acogedor de la sala de espetáculos se traslada a la cocina del restaurante Itami, toda una apuesta segura para disfrutar, también a mediodía, de un buen sushi y de los platos de teppanyaki, la cocina a la plancha de la gastronomía japonesa. El día terminará y Róterdam habrá logrado sorprendernos una vez más, porque a pesar de su paisaje gris vertical y de su clima hostil, la diversidad cultural que nace en su puerto y se cuela por sus barrios así como el ánimo renovador que se desprende en cada esquina nos confirma que sigue bullendo, y que, para ella, reinventarse, es cosa de todos los días.