Merel Toussaint y Edouard Schneiders, de 24 y 21 años, son dos de los estudiantes de la universidad TU de Delft que, junto con 28 compañeros más, diseñaron un prototipo de vehículo futurista que se proclamó vencedor en el concurso internacional convocado por el magnate americano, Elon Musk, el pasado año en California. Gaceta Holandesa ha charlado con ellos para conocer la experiencia de estos jóvenes holandeses, los primeros en darle forma al vehículo del futuro.
¿Cómo explicaríais de forma sencilla qué es el Hyperloop?
MEREL. Ahora se trata sólo de un prototipo, pero es una nueva forma de transporte tan rápida como un avión pero tan práctica como un tren. El objetivo del vehículo de Hyperloop es el de poder desplazarse por el interior de un tubo del que, previamente, se extrae todo el aire para reducir la resistencia aerodinámica. La cápsula se desplaza levitando y, para conseguirlo, empleamos imanes permanentes, como en los trenes de levitación magnética. La poca resistencia dentro del tubo debido a la falta de aire hace que el desplazamiento sea muy eficiente y además, con el frenado al final del túnel, se recupera la energía empleada para acelerarlo.
EDOUARD. Normalmente, los trenes de levitación magnética son muy pesados y este es todo lo contrario: es muy ligero porque está hecho de fibra de carbono. La idea es que pueda llegar a transportar el doble de peso en carga que su propia masa, pero de forma cómoda y confortable para los pasajeros.
¿Y cómo logra un grupo de estudiantes de Delft viajar a California para participar en el concurso convocado por Elon Musk? ¿Os lo propuso la propia universidad o fue cosa vuestra?
EDOUARD. La iniciativa no partió de la universidad sino de un grupo de cuatro estudiantes, Mars Geuze, Tim Houter, Sascha Lamme y Marinus van der Meijs, que en aquel momento ya formaban parte de otro equipo de estudiantes del D Dream (acrónimo de “Delft: Dream Realization of Extremely Advanced Machines”, un espacio de la TU Delft donde los alumnos pueden desarrollar proyectos relacionados con el diseño de vehículos de alta tecnología). Nosotros buscamos la financiación y tratamos con las empresas que también nos patrocinaron, gestionando todo el proceso alrededor del proyecto.
MEREL. La universidad patrocinó al equipo pero todo lo demás lo hicimos nosotros incluso tratar de convencer a la universidad de que esto era una buena inversión.

Schneiders, Toussaint y el trofeo que ganaron en California con su diseño del Hyperloop. © Fernández Solla Fotografie
¿Cuál fue el mayor reto al que os enfrentasteis durante el proceso de diseño?
EDUARD. Elon Musk había planteado inicialmente la levitación sobre aire, pero eso hace muy difícil desplazar el aire desde la parte frontal del vehículo hacia detrás aunque se mueva dentro de un espacio con atmósfera en vacío o casi vacío. Mientras otros equipos trataron de hacer eso, nosotros buscamos una alternativa que pudiera funcionar realmente. Muchos otros, al final, tuvieron que abandonar la idea de la levitación en el aire. Nosotros decidimos que los imanes serían una opción mejor desde el principio y creo que hicimos la elección acertada.
¿Creéis que ese fue un factor determinante a la hora de ser nombrados ganadores?
MEREL. Creo que fuimos el único equipo que pensamos en todo momento en el sistema en su conjunto, y en lo que acabaría siendo después de la competición. Porque, para nosotros, competir no era solo lograr un vehículo que se desplazara dentro de un tubo sino desarrollar el concepto completo: queríamos que el vehículo pudiera llevar pasajeros, que tuviera sistemas de seguridad que funcionaran cuando, por ejemplo, hubiera un problema de baterías o algo extraño ocurriera. Así que intentamos combinar todas esas cosas en el diseño de modo que estuvieran implementadas de forma inherente desde el principio. Muchos equipos crearon una cápsula para la competición sin pensar demasiado en cómo se podría aplicar eso después. Y yo creo que esa fue la mayor diferencia.
EDOUARD. También creo que un punto a favor fue desarrollar la imagen competa del Hyperloop, desde la ingeniería hasta el diseño del interior de la cápsula. Nuestro stand, toda la imagen que acompañaba a nuestro proyecto, estaba muy cuidada, era completa, profesional. Cuando miraba a nuestro stand, tenía la sensación de que estábamos en una feria de coches, con los Mercedes, los BMW y nosotros. (risas)
¿Y cómo vivisteis la experiencia de pasar un fin de semana en California, con los mejores equipos de ingenieros del mundo, en las instalaciones de Space X?
EDOUARD. Fue genial estar allí. Tuvimos tiempo de conocer a los participantes de otros equipos, ver toda la competición, y fue brutal poder hablar con los demás y compartir el entusiasmo.
MEREL. Todo el mundo estaba tan motivado y tenía tanta pasión en su diseño que simplemente podías acercarte a otros y preguntarles por su diseño, y en seguida contaban un millón de historias con todo detalle. Creo que esa fue una de las mejores cosas de la competición: que todos los estudiantes iban a una, el ambiente no era muy competitivo. Por supuesto, todo el mundo quería ganar, pero era muy interesante ver las diferentes soluciones que cada uno le había dado a los diferentes retos a los que nos habíamos ido enfrentando. Creo que esa fue quizás la segunda parte más importante de esa semana.
EDOUARD. Pasamos mucho tiempo con los de Múnich y también con el equipo australiano. La verdad es que fue genial porque todo el mundo estaba de buen rollo, la energía en el ambiente era muy buena. Y al saber que éramos los de Delft, todos nos decían que teníamos un diseño muy guay.
Documental del equipo Hyperloop Delft sobre su experiencia en California
¿Cuál es vuestro mejor recuerdo?
MEREL. El momento en que dijeron “Delft”.
EDOUARD. Sin duda, el mismo.
MEREL. Cinco minutos antes de la carrera, todo el mundo estaba mordiéndose las uñas, deseando que funcionara, que nada fuera mal, muy tensos. Pero luego, simplemente dijimos: “vale, hemos hecho lo mejor que hemos podido y veremos qué pasa”.
¿Por cierto, cuál fue el premio?
MEREL. Un trofeo en titanio firmado por Elon Musk.
Entonces, ¿le pudisteis conocer en persona?
EDOUARD. No. Es un hombre muy ocupado, sólo estuvo allí unos 20 minutos. Recuerdo que, en el momento en que vino a saludar a nuestro capitán, yo estaba allí y pensé “oh, genial, Elon Musk está aquí”, y antes de que me diera cuenta tenía tres codos en mi cara y un montón de gente a su alrededor. Era imposible llegar a él. (risas)
¿Creéis que es posible que en el futuro próximo podamos viajar por Europa en cápsulas de Hyperloop?
EDOUARD. Sin duda.
MEREL. Es difícil de precisar cuándo pasará, pero ocurrirá seguro, aunque Europa es una de las regiones más complicadas para implementarlo porque tiene muchas fronteras y muchos países que deberían trabajar juntos. Pero en países con grandes extensiones de terreno, como Australia o Estados Unidos, se implementará sin duda. Es eficiente y es una solución ideal para distancias medias y largas. Esta competición estaba diseñada para probar que, en lo que se refiere a la ingeniería, el Hyperloop podría funcionar, y hemos demostrado que lo haría. Por supuesto hay que mejorar mucho el diseño y el concepto pero ya hemos demostrado que es posible. Cuesta imaginar que un día podremos decir que fuimos los primeros en probarlo. Ahora, sólo hay que encontrar a alguien que quiera comprarlo y comercializarlo.

La cápsula del Hyperloop está montada sobre imanes que le permiten levitar. © Fernández Solla Fotografie
La idea de un visionario que unos estudiantes hicieron realidad
En 2012, Elon Musk, fundador de Space X y director ejecutivo de Tesla Motor, creó el concepto del Hyperloop. No era su primera idea revolucionaria: en 1999 ya había desarrollado un innovador sistema de pago online, Paypal, que acabó vendiendo a Ebay por 1.500 millones de euros sólo tres años después. Pero, esta vez, Musk convocó un concurso en 2013 con el objetivo de estimular el desarrollo de la idea para que pudiera llegar a convertirse en una realidad, y lo abrió a ingenieros, especialistas y estudiantes de todo el mundo. Aunque inicialmente se presentaron 1.200 equipos, sólo 27 acabaron participando. Entre ellos, numerosas universidades americanas como el prestigioso MIT, frente a quien la TU Delft también se acabó imponiendo.
Hyperloop aspira a ser el transporte terrestre del futuro. Sus ventajas principales: los 1.200 km/h que la cápsula puede alcanzar le permitirán unir la distancia que separa Barcelona y Madrid o Paris y Amsterdam en sólo 30 minutos. Además, será más barato que viajar en avión, más seguro (no está sujeto a turbulencias ni a errores humanos) y sobre todo, más sostenible y eficiente.