Se avecina un otoño confuso e incierto en el que, de manera metafórica, todos buscaremos faros que nos guíen en forma de datos estadísticos, previsiones de evolución de la pandemia y nuevas conclusiones sobre una posible vacuna. En Gaceta Holandesa no nos hemos querido olvidar de los faros de verdad, los que un día orientaron a marineros holandeses en su vuelta a casa, al lugar seguro del que tiempo atrás partieron. Más de 140 faros se suceden a lo largo de la costa neerlandesa, algunos quedan hoy en el interior, en el Ijsselmeer, antes abierto al Mar del Norte. Desde los clásicos en forma cónica, blancos y rojos, hasta las torres centenarias de ladrillo o aquellos que se alzan como un sencillo esqueleto de madera o hierro fundido, varios han cambiado de función para convertirse en un hotel o un restaurante, mientras otros permanecen como museos del patrimonio náutico de Holanda, enclavados en entornos privilegiados de la costa. Descubrimos doce de ellos, imprescindibles por su relevancia histórica o por su peculiar función actual, que no pasan desaparcibidos ni para los inquietos de tierra firme en busca de una luz que les reoriente cuando se anuncia tormenta, sea cual sea.
Faros históricos
Los isleños le suelen llamar «la torre» aunque su nombre oficial es Brandaris, el faro más antiguo de Holanda. Situado en la isla de Terschelling, fue contruido en 1594 y todavía hoy es uno de los pocos que continúa en funcionamiento. Desde arriba, aunque de manera totalmente automatizada, el funcionario del faro vigila el tráfico marítimo de región de Wadden. Su nombre se creía que estaba asociado con la hoguera que se prendía cada noche en lo alto de la torre para dar iluminación, antes del descubrimiento de la lámpara de aceite en el siglo XVIII, aunque parece ser que realmente se llama así en homenaje a un abad irlandés de apellido Brendan, representado en otras iglesias del Mar Báltico y la costa de Flandes. Brandaris no está abierto al público si bien se puede reservar para eventos como bodas. Se encuentra en el centro del núcleo urbano de la isla, un pueblo tranquilo de casas bajas muy cercano a la lengua de arena y dunas que caracteriza a Terschelling, una de las islas de Wadden más apreciadas por los holandeses para escaparse del concurrido Randstad. Más al sur del país, en Katwijk aan Zee, se encuentra otro de los faros más antiguos del país y el primero que se erigió con la función de orientar a los pescadores de este pueblo pesquero que cada día siguen saliendo a faenar.
- El faro Brandaris en la isla frisia de Terschelling. Foto: Pixabay
- El faro de Katwijk aan Zee. Foto: VVV Katwijk aan Zee
Construido en el siglo XVII, esta torre blanca es, junto con la de la iglesia, emblema característico de la playa y de su paseo marítimo, muy popular entre los habitantes de Leiden y La Haya. De estructura muy diferente a los dos anteriores encontramos el faro Breskens, en la provincia de Zeeland, el más antiguo de los construidos en hierro fundido. Su luz se encendió por primera vez en 1868 y se trata de un faro de río, edificado para vigilar y guiar al tráfico fluvial del Escalda, que a finales de este siglo se convirtió en una vía esencial para el transporte de mercancías que llegaba y salía de Amberes, el segundo puerto mundial más grande de entonces, sólo por detrás de Nuea York. Los costes para construir el faro y otros postes de luz de esta zona corrieron a cargo de Bélgica. Situado en la desembocadura del río, el faro Breskens alberga actualmente una sala de exposiciones del Centro de Escultura de Zeeland y puede visitarse todos los fines de semana del año hasta las cinco de la tarde. Aunque según informan en su págna web, debido al coronavirus, Breskens permanece temporalmente cerrado al público. Las vistas a la desembocadura y la bonita ciclovía que discurre a lo largo de la playa siguen mereciendo una visita.

El faro Breskens en Zeeland, el más antiguo de los construidos en hierro fundido. Foto: VVV Zeeland
Faros que no miran al mar
Ha ocurrido más rápidamente que en otras costas, como resultado de la acción humana: muchos de los faros holandeses se han quedado sin marineros a los que guiar porque han dejado de mirar al mar. Es el caso de todos los que se encuentran frente a las aguas del antiguo Zuiderzee, hoy el Ijsselmeer, el lago artificial más grande de Europa Occidental, creado tras construir el Afsluitdijk en 1932 con el que se cerró el paso del Mar del Norte. En este lago se encuentra el pintoresco pueblo de Marken, muy turístico sobre todo en los meses de buen tiempo. En el extremo de esta isla, sola, se ve una casa-faro, comúnmente llamada por lo lugareños «el caballo de Marken». En esta vivienda de casi 200 años de antiguedad viven Thijs en Liliane Spijker, quienes hace unos años se mudaron tras lograr ser elegidos por el Rijkswaterstraat entre más de 360 candidatos, «gracias a los conocimientos técncos y naúticos de Thijs y a su disponibilidad para vivir una vida espartana» detalla un periódico local. Y es que en esta casa de cuento, con unas vistas de infarto, no hay ni agua corriente ni gas, «y cuando llegamos nosotros tampoco había electricidad» explica Thijs. Gracias a ellos, el faro vuelve a funcionar y ahora con iluminación LED, siendo el primero de Holanda en lograrlo. Si bien la vivienda es particular y no puede visitarse, se puede pasear por los alrededores y disfrutar de la extensión interminable del lago y de su clima cambiante.

Faro de Marken, hoy vivienda particular. Foto: Arko Scheepmaker
También en esta orilla del lago, más cerca de Ámsterdam, se esconde otra isla, de menor tamaño, y con faro propio. Se trata del único faro de la capital que todavía sigue en pie, en aguas del antiguo Zuiderzee. Fue construido en 1893 en una isla que desde hace varios siglos ha tenido una función militar, formando parte del conocido Stelling van Amsterdam, la línea defensiva de fuertes declarados Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Hoy, la isla alberga el restaurante Vuurtoreneiland que, con su concepto de «escapada a una isla deshabitada», pretende ofrecer una experiencia gastronómica exclusiva, en un lugar sin parangón en la capital. Dos veces al día, para la comida y para la cena, los comensales se suben al barco atracado junto al Lloyd hotel y desde ahí navegarán durante 45 minutos hasta llegar a la isla donde se servirá la cena, dentro del invernadero y al aire libre en verano y junto a la chimenea en el interior del fuerte militar, en invierno. La cena consta de cinco platos cocinados en horno de leña y la experiencia termina pasadas unas cinco horas, cuando el personal del restaurante devuelve a todos al lugar de partida en la capital.
- Vista del faro en la isla de Vuurtoreneiland. Foto: Staatsbosbeheer
- Interior del invernadero que sirve de restaurante en verano.
- Interior del fuerte defensivo que sirve de restaurante en invierno. Foto: Restaurante Vuurtoreneiland
Pero si lo que se busca es un faro de interior de verdad, rodeado de pasto en lugar de agua y perdido en medio de una vasta planicie de tierra firme, ese es Oud Kraggenburg. La casa-faro que se erige sobre una pequeña montaña en esta parte de la región de Zwolle encierra una historia curiosa: alrededor de 1840 la ciudad de Zwolle ambicionaba convertirse en el tercer puerto marítimo de los Países Bajos, pero para lograrlo era necesario que la conexión marítima entre el Zuiderzee y la ciudad fuese fácilmente navegable para barcos de gran calado. La obra se llevó a cabo y la casa con el faro se edificó en 1877 sobre una montaña artificial, construida para asegurar la visibilidad. La vivienda siempre ha estado habitada pero el faro dejó de utilizarse cerca de un siglo después, tras el cierre del Zuiderzee. Hoy es un centro holístico de yoga y meditación.

Faro de Oudkraggenburg, en la provincia de Zwolle. Foto: Canon Noordoostpolder
Vistas interminables desde la cama
Cuatro de los faros que siguen en pie en Holanda ofrecen alojamiento, desde una casa escondida en un bosque que un día fue la vivienda del farero, hasta un habitación de estilo urbano chic en una zona portuaria con vistas que quitan el hipo. De estilos y precios muy dispares, el único denominador común es su limitada capacidad: alojarse en un faro holandés sólo es posible para un máximo de dos personas.
En Harlingen, el puerto más septentrional del país, su faro ha sido reconvertido en hotel de una sola habitación. A 24 metros del suelo se encuentra la estancia, con vistas de 360 grados, desde la que se puede subir otro nivel más, a la cúpula próxima donde está la linterna y en la que hoy se dispone una sala de estar con salida al exterior. Construido en los años 20, este faro es de ladrillo y ha sido totalmente restaurado. Su linterna sigue alumbrando aunque de manera simbólica y el farero es el encargado de dar la bienvenida a los húespedes y de llevarles el desayuno en una cesta a la mañana siguiente. Este hotel faro es la parada ideal para los que desde Harlingen quieran tomar el ferry a las islas de Terschelling y Vlieland, situadas en frente.
- El faro hotel de Harlingen, con la habitación y la sala de estar en la cúpula de la torre. Foto: Vuurtoren Harlingen
En otra de las islas de Wadden, la bonita Ameland, se encuentra otro de los alojamientos, esta vez a los pies del faro más característico de la isla. Se trata de la antigua vivienda del farero, una coqueta casa independiente en medio del bosque que rodea al faro. Está situado en el extremo más habitado de la isla, a cinco minutos a pie del pueblo de Hollum, a la distancia adecuada para sentirse alejado y aislado del resto del mundo, excepto por los visitantes que cada día se aproximan para hacerse la foto de rigor junto al faro.

La casa del farero se encuentra escondida en el bosque a los pies del faro. Foto: VVV Ameland
También de ladrillo pero más bajo de altura es el faro de Den Helder, otro conocido puerto del norte desde el que parten la mayor parte de los ferries hacia las islas frisias. En su vidriera superior de dimensiones cuadradas se esconde un acogedor apartamento para dos personas, con todo lo necesario para pasar una estancia de uno o varios días. Den Helder es también el centro de la marina neerlandesa y sede del museo Nacional de la Marina. El imponente submarino de guerra que se alza a la entrada junto con la información acerca de otros grandes navíos holandeses harán las delicias de los más pequeños y completarán la visita para los amantes del patrimonio náutico y naval.
- La torre vigía de Den Helder, con el apartamento en la parte superior.
- Interior del apartamento, con vistas al mar. Fotos: Vakantiehuis De Kustwachttoren
Por último, en la localidad costera de Ijmuiden, más cerca de Ámsterdam, también existe la posibilidad de alojarse en una torre costera de vigilancia. Este apartamento para dos personas, de decoración asiática algo extravagante, ocupa la estructura de cristal de esta torre a pocos metros del suelo, con vistas al mar y al polígono industrial y portuario de la ciudad. Una opción diferente apta para los aficionados a la arquitectura industrial que busquen sobrecogerse en un entorno solitario y típico de los puertos del Mar del Norte.

Exterior de la torre vigía, hoy convertida en apartamento, junto al faro de Ijmuiden. Foto: The Luxury Outpost
Faros que todavía guían
El mapa de los faros que se suceden por la costa neerlandesa no deja lugar a dudas: es en Zeeland (Zelanda) y en las islas frisias (Waddeneilanden) donde se erigen el mayor número. Según relata la asociación nacional holandesa dedicada a la protección de los faros, iluminar la costa se hizo indispensable hace siglos no sólo para delimitar la costa, sino para prevenir a los grandes barcos de la presencia de aguas poco profundas, un efecto que se produce habitualmente en las costas de estas dos provincias, por debajo del nivel del mar, donde ha menudo el mar se adentra superficialmente sobre lenguas de arena. Por eso no es de extrañar que los tres faros que permanecen en funcionamiento se encuentren en las islas de Terschelling y Schiermonnikoog, al norte, y en Ouddorp, en la región sureña de Zelanda. Este último se alza todavía solitario en medio de un paraje de dunas, y la luz de su linterna puede verse a 55 kilómetros de distancia de la costa. En el extremo norte del país se encuentra el otro faro en activo, en la pequeña isla de Schiermonnikoog. Junto con Brandaris, en Terschelling, vigilan el tráfico marítimo de esta región las 24 horas del día. Tanto en Zelanda como en Schiermonnikoog existen otros faros que pueden visitarse tras un bonito paseo por sus alrededores, de varios tipos y épocas, todos ellos contando una versión de la misma historia: la de los marineros holandeses que durante siglos navegaron, comerciaron y exploraron el mundo con el afán de regresar exitosos a su puerto del Mar del Norte, quizás más aprendidos que cuando partieron, y con la luz del faro guiándoles para su vuelta a casa.

El faro Pharos en Zeeland, uno de los tres que permanecen en funcionamiento. Foto: Rijkswaterstaat