Forma parte de la red de infraestructuras que protege el país frente a inundaciones y crecidas de los ríos. En la provincia de Zelanda, al sur del país, el llamado Plan Delta cuenta con el dique de mayor envergadura, una obra de ingeniería de nueve kilómetros de largo que asegura la región frente a tormentas como la que aconteció en febrero de 1953. La mayor tragedia que recuerda el país, se cobró la vida de 1.835 personas y le enfrentó a su mayor amenaza: el mar. Este fin de semana el Oosterscheldekering celebra su treinta aniversario con unas jornadas de puertas abiertas en las que los visitantes tendrán acceso a salas del centro de control que normalmente están cerradas al público y podrán conocer mejor las claves que convierten a este dique en un monumento de orgullo nacional. ​

Si ponerle puertas al campo dicen que es imposible, los holandeses retan el dicho y se atreven con una presa que frena el mar. A la derecha, el Mar del Norte, que a partir de octubre comienza a mostrar su cara más desapacible; a la izquierda, el parque nacional más grande del país, un enorme lago de agua dulce rodeado de dunas. Esta es la vista que ofrece la carretera que transcurre por el dique más conocido de Holanda, al sur del país, denominado Oosterscheldekering. En el momento de su construcción en 1976, se optó por dejar abierta una parte, construyendo una presa con compuertas que permitiera el flujo del agua para proteger así la fauna y la flora del lago que queda al otro lado. Las obras duraron diez años y esta compleja infraestructura sigue siendo hoy un ejemplo de ingeniería hidráulica. La parte del dique que opera como una presa cuenta con 65 pilares de hormigón a lo largo de tres kilómetros, cuyas compuertas se cierran en caso de una subida del agua de más de tres metros por encima del NAP (Normaal Amsterdams Peil), la medida de referencia que se utiliza en todo el país. Según asegura la Autoridad Nacional de la Gestión del Agua (Rijkswaterstaat), los diques están preparados para hacer frente a un incremento del nivel del agua que, según las estadísticas, ocurre una vez cada cuatro mil años. Aun así, no hace mucho, en la noche de Sinterklas de 2013, una fuerte tormenta obligó a cerrar las compuertas, algo que no se había hecho desde 2007, y el agua experimentó una crecida similar a la de 1953. Pero el Oosterscheldekering resistió.

Los pilares en fase de construcción, en 1984. A la derecha, vídeo que muestra los tres kilómetros del dique con compuertas © Archivo fotográfico del Rijkswaterstaat y Deltawerken

Treinta aniversario

En el otoño de 1986, la reina Beatriz de Holanda inauguró el dique tras diez años de construcción, una obra sumamente compleja por el tamaño de los pilares y los kilómetros que era necesario cubrir. Con el mensaje de que “Zeeland está asegurada” el gobierno logró cerrar un episodio negro en la historia de Holanda. Lo que nadie podía prever en un país donde todo está sistematizado y protocolizado, el desastre ocurrió en algo más de un día y durante el fin de semana, por lo que la ayuda tardó más de lo esperado en llegar. Las fuertes tormentas del 1 y el 2 de febrero de 1953 dejaron la región totalmente anegada y afectaron también a las provincias de Zuid-Holland y Noord Brabant, cobrándose casi dos mil víctimas mortales y dejando más de 600.000 personas damnificadas. Tres mil casas y más de trescientas granjas quedaron totalmente destruidas y cerca de 200.000 hectáreas inundadas. Además, la tragedia ocurría mientras Holanda se recuperaba de los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial. Construir el dique más resistente que la ingeniería del momento podía diseñar se convirtió en una cuestión de Estado y en la panacea que curaría la herida nacional, que borraría el sentimiento de culpa de no haber sido capaces de prevenir el desastre.

Entre el 7 y el 8 de octubre, el gobierno celebra el treinta aniversario de la construcción del dique con dos jornadas de puertas abiertas. Juegos de simulación, talleres de labores de rescate, junto con una visita más detallada de lo habitual por el interior del dique, son algunos de los eventos programados para estos días. Sin duda se trata de una buena oportunidad para poder acercarse a uno de estos 65 pilares, que miden entre 35 y 38 metros de altura y pesan 18.000 toneladas.

Una excursión para toda la familia

Aunque el verano sea la época más indicada para visitar el parque acuático que hace también de centro de interpretación de este dique, hacerlo en otoño asegura una experiencia más auténtica porque permite admirar la resistencia del hormigón frente a las olas del mar. El centro de visitantes se encuentra en una isla artificial del lago, Neeltje Jans, y está pensado para toda la familia. Juegos de agua con presas, toboganes y espectáculos de leones marinos se alternan con explicaciones sobre la historia de la zona, desde la tragedia de 1953 hasta los mecanismos para preservar la flora y la fauna del lago tras la construcción de los diques. Además, se puede realizar un paseo en barco de una hora por el parque nacional Oosterschelde. A partir de noviembre, el centro abre sólo los fines de semana salvo en las semanas de vacaciones. Para aquellos interesados en conocer más acerca de las inundaciones de 1953; la situación del dique antes de la tormenta y testimonios de los holandeses que vivieron aquel fin de semana negro, el museo Watersnoodmuseum ofrece una mirada a la historia reciente de Zelanda.