Dick Swaab es el neurobiólogo más conocido de Holanda. Y también el más polémico, gracias a la publicación de su libro “Somos nuestro cerebro”, traducido a quince idiomas y que supuso un éxito de ventas en todo el mundo. Swaab no se muerde la lengua al afirmar que las cárceles no son efectivas, que la religión es una ilusión y que no tomamos las decisiones de forma voluntaria. Fundador del Banco Neerlandés de Cerebros y director durante más de tres décadas del Instituto Holandés de Neurociencia, su larga carrera como investigador culmina este año con la publicación de un segundo libro, “Nuestro cerebro creativo”, con el que concluye que sólo nuestra capacidad creativa es lo que nos hace humanos.

En su libro defiende que el encarcelamiento y el castigo sirven de poco, que la religión y el libre albedrío son meras ilusiones, incluso que hacer deporte no tiene por qué ser bueno para nuestra salud…¿Por qué vamos en la dirección equivocada?
Si, es así. Y en el caso de las prisiones, por ejemplo, sabemos con certeza que el 90 por ciento de los jóvenes padece algún tipo de desorden psiquiátrico. Mientras los jueces están dispuestos a aprender de los neurobiólogos (yo formo parte de un movimiento que se llama Neurolaw), el escollo son los políticos. No les interesa saber si el castigo es efectivo o no sino aplicarlo y punto, para así ganar más votos. Todos los partidos políticos van en la dirección equivocada: abogan por castigos más severos, los renuevan e implementan nuevos con cada legislatura y eso es algo que ya sabemos que no ayuda. Somos animales sociales y debemos cumplir las normas pero es importante preguntarse si el castigo es efectivo. En el caso del encarcelamiento está claro que no. Entre los humanos sabemos que un 16 por ciento nacen con un coeficiente intelectual bajo, de entre 50 y 70. En las prisiones, entre los convictos el porcentaje con este coeficiente es del 50 por ciento. Como sociedad tenemos la obligación de prevenir que esas personas caigan en la criminalidad. Cuando yo empecé a trabajar en el hospital universitario, muchas tareas sencillas las llevaban a cabo personas con un coeficiente bajo y ahora eso lo hace una máquina. Y la religión es otra forma de ejercer el poder sobre parte de la población. Porque los estudios científicos lo dejan muy claro: a mayor nivel educativo, menor religiosidad.

​A pesar de esto, usted también afirma que pueden existir científicos religiosos, ¿Cómo explica que un siete por ciento de los científicos más reconocidos de Estados Unidos sean creyentes?
Ocurre cuando la religión se queda grabada en nuestro cerebro desde muy pronto. Durante su desarrollo, el cerebro cuenta con mecanismos para hacer que ciertos comportamientos se queden marcados para siempre. La lengua materna es parte de esta programación temprana como lo es imitar a nuestros padres. Como en el resto de los mamíferos, las crías siguen a sus padres sin cuestionarlos porque, si no lo hacen, esto puede ser peligroso y la cría podría morir. De la misma forma ocurre si una persona crece en una familia muy religiosa. La influencia que tendrán estas convicciones sobre él dependerá de su sensibilidad para imitarlas. Por eso puede pasar que haya científicos excelentes que sean profundamente religiosos, porque ambos aspectos de su cerebro funcionan en dos planos diferentes.

Nuestro cerebro, ¿está diseñado para tener fe, para creer en algo que no podemos comprobar?
El cerebro está hecho para construir historias a partir de pequeños fragmentos de información. Un ejemplo es el conocido experimento de un triángulo blanco que todos vemos a partir de tres círculos negros que parecen entrever sus esquinas. Pero este triángulo no existe en la imagen, nuestro cerebro lo crea a partir de los otros elementos que le damos y construye una historia errónea. Del mismo modo decimos que es obra de Dios aquello que no logramos entender, como un rayo en medio de una tormenta. Y se trata de una mera ilusión. Vivimos nuestras ilusiones como certezas y para la justicia, por ejemplo, esto es sumamente importante porque una persona puede estar jurando ante la ley que algo ocurrió como él cree cuando sólo ha conocido unos fragmentos de la historia. Así que, sí, nuestro cerebro está hecho para creer historias que no se pueden comprobar. Y esto pasa por la manera en la que tomamos nuestras decisiones: el cerebro derecho (subconsciente) toma una decisión y, entre medio segundo y ocho segundos después, el izquierdo (consciencia) construye una historia en torno a esta decisión. Parece una historia lógica pero no tiene por qué ser cierta.

 

Dos ilusiones ópticas: a la izquierda, la que explica Dick Swaab para demostrar que construimos historias a partir de fragmentos. A la derecha, la que nos hace creer que vemos líneas que no son paralelas cuando sí lo son.

Así que cuando decimos que hacemos algo porque lo sentimos así, ¿esos sentimientos proceden de nuestro subconsciente?
Así es. Son las decisiones que tomamos sin saber por qué. Por ejemplo, un médico sabe lo que le ocurre a un paciente en cuanto entra por la puerta, gracias a la cantidad de pacientes que ha visto durante toda su carrera. Lo mismo ocurre con el amor. Elegir la pareja que tendremos para el resto de nuestra vida es una decisión sumamente importante y ¿la tomamos después de hacer una lista con los pros y los contras? No. Enamorarse es un proceso inconsciente que tiene en cuenta todo lo que hemos aprendido y vivido anteriormente. Y suele durar un año. Después, cuando los niveles de cortisol, la hormona responsable del estrés, vuelven a disminuir y dejan de inhibir la corteza prefrontal, es cuando uno se pregunta si ha elegido a la persona correcta. Pero a menudo ya es demasiado tarde (ríe). En resumen, el libre albedrío no existe, no decidimos de forma voluntaria, eso también es una ilusión.

​Que el libre albedrío no existe lo defiende usted desde hace décadas y a pesar de su evidencia científica, nos sigue costando asumirlo. ¿Por qué somos los seres humanos reacios a asumir que no tomamos las decisiones libremente?
Hay pacientes de psiquiatría que no tienen esta ilusión del libre albedrío. Tienen la sensación de que alguien desde fuera está manipulando sus decisiones. Así que la ilusión del libre albedrío tiene sus ventajas. Otra ilusión placentera es la de creer que la vida tiene un  “significado elevado”. A las personas que no lo creen así, que asumen que la vida no tiene sentido, las llamamos “deprimidas”, y aunque tengan razón, desde el punto de vista evolutivo es necesario aportarle un sentido a nuestra vida para seguir viviéndola; para nuestras relaciones, nuestro trabajo y nuestras aficiones. Pero la verdad es que estamos determinados por nuestra genética, por nuestro desarrollo temprano y por las decisiones que tomamos de forma involuntaria. Y en lugar de causarnos placer el saber que la vida es una mera competición entre moléculas, que es la teoría de la evolución sin más pretensiones, tendemos a buscare un significado que vaya más allá. Tenemos algo más de cerebro que el resto de los primates, pero eso es todo. Y este tejido extra es el que nos da la ilusión del libre albedrío, del sentido de la vida y de la presencia de Dios. Porque mientras una parte de nuestro cerebro es la encargada de regular nuestras funciones vitales, la otra es este extra que nos permite ser creativos. Y eso es lo que nos hace más humanos: nuestra capacidad de inventar nuevas cosas, de explorar, en todos los campos, desde la ciencia, la tecnología, las artes. La evolución humana se basa en la creatividad.

​En su último libro afirma que las decisiones que tomamos para elegir nuestra profesión también vienen determinadas por nuestro subconsciente. ¿Cómo?
Cada cerebro es único y diferente. Incluso en el caso de hermanos gemelos, con la misma carga genética, si escaneamos sus cerebros en el momento del parto veremos que son distintos. Y sus padres también lo dirán más adelante. Que uno responda a los estímulos externos de una manera diferente al otro es por esta complejidad cerebral. El cerebro tiene la capacidad de auto organizarse, y las neuronas compiten constantemente por establecer las mejores conexiones entre ellas. Este proceso es local y estas conexiones se suceden a ritmos distintos, las que llegan demasiado tarde o demasiado pronto se descartan. Nuestro cerebro fabrica cinco veces más el número de células neuronales que almacena. El hecho de que unas partes de nuestro cerebro se fortalezcan y no otras por esta actividad neuronal es lo que hace que algunas personas tengan un talento determinado que otras no tienen. Y esta diferenciación viene marcada desde el nacimiento.

​Entonces, un niño no podrá ser músico por mucho que sus padres se empeñen…
No, la plasticidad del cerebro es muy limitada. Casi todo viene de genética y del desarrollo temprano: el 88 por ciento de nuestro coeficiente intelectual es genético, como la posibilidad de desarrollar un talento. Antes se decía que si se repetía algo muchas veces se podía destacar en ello pero no es así,  el talento no se adquiere. Lo que sí se puede hacer es cuidar el cerebro para que su lado más plástico no se vea afectado. Y con esto me refiero al vientre materno: la mayor influencia que se puede ejercer en el desarrollo cerebral de una persona es antes de su nacimiento, a través de la alimentación que recibe, de los componentes químicos que la madre le suministra. Si la madre toma algún tipo de medicación, bebe o fuma, por poco que sea, esto va a tener una gran influencia en el desarrollo cerebral de su hijo. Y aunque unos niños son más sensibles que otros a estas sustancias, la madre no sabe de antemano si su hijo lo es. Así que es preferible no correr el riesgo y no tomar nada. Y cuando el bebé nace, el lenguaje juega un papel esencial en la estimulación cerebral, esto sí que es definido totalmente por su entorno, no es genético. Un niño bilingüe al cual el padre le habla en un idioma y la madre en otro recibe una estimulación extra que favorece su desarrollo cerebral. Se ha demostrado que en la vejez, estas personas bilingües logran atrasar la aparición de Alzheimer en cinco años…Pero en definitiva, como la mayor parte de lo que somos es genético, lo realmente importante es elegir bien a tus padres (sonríe).

A la izquierda, muestras de tejido cerebral extraído de algunos de los más de 5.000 cerebros que almacena el Banco Nacional de Cerebros, fundado por Dick Swaab. A la derecha, algunas de las ediciones de su primer libro en distintos idiomas © Fdez Solla Fotografie

En los años ochenta generó mucha polémica su teoría de que la sexualidad viene determinada antes de nacer, ¿hoy está más aceptada?
Cuando dimos a conocer que tanto la heterosexualidad como la homosexualidad y la transexualidad estaban definidas en nuestro cerebro desde antes de nacer hubo manifestaciones contra nosotros, amenazas de bomba en el laboratorio y en casa, cartas intimidatorias…en este caso era un grupo de hombres homosexuales que defendían que la homosexualidad era una opción política. Eran unas protestas que tenían su origen en las de los sesenta. También me pasó con las feministas al decir que el cerebro femenino no era diferente del masculino. Pero con los homosexuales fue duro: durante un tiempo tuve que dar las conferencias con guardaespaldas armados. Yo creía que iba a servir para lo contrario, que ayudaría a que la comunidad homosexual defendiera sus derechos. Después sí que ha sido así, y para los transexuales supuso un paso de gigante porque en Gran Bretaña, por ejemplo, lo usaron para pedir el cambio de sexo en su registro de identidad, al igual que en los tribunales en Bruselas. Y afortunadamente con los años estos hallazgos han sido aceptados sin problemas. Sobre todo en el Occidente. Aunque en países como China todavía no es así.

Las sociedades más abiertas, más globales, ¿favorecen la aceptación de sus teorías?
Cuanto más abierta mejor aunque la clave es la educación. A mayor nivel educativo mayor predisposición a aceptar el determinismo que defendemos los neurocientíficos. China todavía no es una sociedad abierta y allí, aunque soy catedrático y miembro del profesorado, soy el de fuera y cuando hay temas controvertidos me preguntan mi opinión para saber qué haría yo. Lo que yo siempre defiendo es que la única manera de vivir una vida placentera es adaptarla a nuestro cerebro, a cómo éste se ha desarrollado, en definitiva, a lo que sentimos. Si a alguien le interesa mucho el arte, la música, o algo en particular, que lo convierta en su profesión; si alguien se siente atraído por las personas de su mismo sexo que viva su vida como homosexual; pero como somos animales sociales hay otras tendencias de nuestro cerebro que no están aceptadas socialmente, como la pedofilia. La mayor parte de los pedófilos nunca tocarán a un niño pero como hay un pequeño porcentaje que sí lo hace es necesario prevenirlo porque el encarcelamiento no sirve para nada. En Canadá forman voluntarios que acompañan a los ex presidiarios a hacer sus tareas rutinarias, al cine, a la compra…de tal forma que cuando el impulso de abusar de un niño se hace muy fuerte tienen a alguien con el que poder hablar y que les escucha. Y así se ha logrado reducir en un 75% los casos de pedofilia. En Holanda lo están empezando a implementar.

​¿De qué tipo de avance en el campo de la neurobiología le gustaría ser testigo?
Hay tantos…quizás uno de los mayores problemas es el tratamiento de las enfermedades psiquiátricas, porque aunque hemos logrado tratar los síntomas no hemos podido hacerlas desparecer. Una persona que padece depresión o esquizofrenia se podrá curar de un brote en un momento determinado pero caerá más adelante cuando algo se tuerza en su entorno. Sería un gran avance poder conocer mejor el proceso de desarrollo del cerebro y sus desórdenes para llegar a prevenir estas enfermedades.

​Usted sigue trabajando, no se ha jubilado…
La jubilación me parece una idea estúpida. Yo sigo trabajando unas ochenta horas a la semana, aquí y en China. En este instituto no tengo la obligación de retirarme, si estuviera en la universidad sí tendría que dejar mi puesto, pero aquí no. Así que seguiré trabajando, una buena manera de mantener activo el cerebro.