Daan Roosegaarde es, a sus 40 años, uno de los artistas más influyentes de Holanda. De China a México, con parada en varios países europeos, sus obras viajan por el mundo cargadas de arte e innovación con las que pretende involucrar a la gente y animarla a actuar para lograr un planeta más limpio y más bello. Porque todos sus proyectos responden al término de schoonheid, una palabra neerlandesa que significa tanto belleza como limpieza. Acaba de inaugurar su primera exposición individual en el museo de Groningen y la editorial Phaidon estrena un libro monográfico de su obra. Daan Roosegaarde, el hombre “limpio” de las vocales emparejadas, tiene muy claro que el futuro del planeta depende de todos y cada uno de nosotros. Vivamos donde vivamos.
Usted se define como artista, y hasta ahora sus proyectos han tenido lugar en espacios públicos al aire libre ¿cómo está siendo la experiencia de exponer en un museo, en una muestra individual?
Es muy distinto. Los proyectos que he hecho hasta ahora, al ser fuera, juegan con el clima, la lluvia, el viento…pero en un espacio interior todo es quietud. Lo que sí cambia dentro de la sala de un museo son sus visitantes, que vienen y van, y por eso hemos querido hacer de su presencia lo esencial de esta exposición. Hemos podido trabajar con materiales más frágiles, que fuera no se pueden utilizar, y así lograr un espacio más íntimo que el que se desarrollaría al aire libre. Y hemos jugado con las reglas típicas de un museo tradicional. Por ejemplo, en lugar de “no tocar” nosotros hemos hecho una exposición que se toca, se palpa; las luces de emergencia, obligatorias en cualquiera de estas salas, logramos que las quitaran, porque daban una luz fea. Nos hemos pasado mucho tiempo quitando, desdiseñando, para después, empezar a darle forma al espacio.
La exposición juega con las sombras, algo que sorprende a todo el mundo, venga de donde venga y tenga la edad que tenga…
Sí, así es, jugamos con el recuerdo, porque las sombras que uno ve y puede tocar han ocurrido en el instante anterior. Con ellas queremos que el visitante sea consciente de sí mismo, de su propia presencia en el mundo, de ahí el título. Porque podemos hablar de la subida del nivel del mar, del efecto invernadero…pero estos son problemas que, en principio, podrían tener una solución técnica: si no se atajan es principalmente por una cuestión psicológica, porque el ser humano no puede imaginarse un mundo diferente ni tampoco se da cuenta de hasta qué punto está conectado con su entorno. Si hace calor nos quitamos la camiseta, si el calentamiento global aumenta por el efecto invernadero nosotros seguimos a lo nuestro, estamos desconectados de lo que pasa en el mundo, y mi intención es hacer ver al visitante que no es así. El reto político es enorme pero todo empieza a escala individual: y así esta muestra empieza con George Orwell, tratándonos a todos como seres automatizados y va hasta Leonardo Da Vinci, invitando a todos a interactuar con el espacio, formando parte del territorio en el que vivimos. La exposición pretende mirar al futuro usando un lenguaje universal. La finalidad es que salgamos del museo pensando cómo podemos participar más en la sociedad y cómo queremos que sea nuestro mundo.
Vídeo de la muestra que Studio Roosegaarde acaba de inaugurar en Groningen, bajo el título «Presence»
Con sus proyectos usted quiere sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de un aire limpio, un espacio limpio…¿Cree que así se logrará implicar a la clase política para que implementen medidas a largo plazo que logren estos fines?
La política debería ser un reflejo de las demandas de la sociedad, y si no lo hace provoca fricción, como ocurre actualmente. Hasta ahora se ha asumido que contaminar es gratis, y así, un billete de avión, por ejemplo, no tiene por qué incluir los costes de la polución que provoca. Y lo mismo cuando compramos un coche o ropa. Vamos a pagar un precio por esto y sólo ahora empezamos a ser conscientes de ello. Si antes alguien se compraba una “Hummer” (todoterreno de alto consumo de General Motors) era un tipo duro, hoy en día ya no está tan bien visto. Los valores de agua limpia, aire limpio y energía limpia están empezando a considerarse como universales y si no los integramos en nuestra sociedad ya, el futuro va a ser complicado. La actitud política de “vamos a hacerlo un cinco por ciento mejor que antes” no es en absoluto estimulante. Hay una falta de curiosidad respecto de cómo queremos que sea nuestro futuro y me sorprende que el poder político no haya envisionado esto ni esté preparando un plan de acción de verdad.
Su mensaje se enmarca bien en la sociedad holandesa, donde el ciudadano entiende que es parte de ella con sus derechos y sus obligaciones. ¿Cómo cree que este mensaje se podría trasladar a otras culturas donde la ciudadanía no siente esta responsabilidad, en parte porque sus gobiernos les han fallado?
Puede que no suene políticamente correcto pero creo que las sociedades más democráticas son las peores para acometer medidas tajantes en cuanto a sostenibilidad se refiere, porque nunca se llega a decidir nada. Se eternizan. Hace unos meses estaba en Pekín y me sorprendió que la ciudad parecía menos ruidosa que seis meses antes. Después me enteré de que, de un día para otro, se había decidido que todo el transporte público tenía que ser eléctrico. Así, de golpe. El Gobierno en este tema debería ejecutar más y debatir menos. Personalmente estoy harto de esperar, a que lleguen los permisos para acometer algo y a que surja un plan real contra esto.

Daan Roosegaarde, durante la entrevista en su estudio y delante de las pruebas para su libro monográfico de Phaidon. Foto: Alicia Fernández Solla
Cuéntenos cómo es su colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA) para eliminar basura espacial.
La basura espacial se conoce desde hace muchos años y los programas espaciales para paliarla llevan décadas en marcha, pero nadie sabe de esto. Los que trabajan en ello son profesionales brillantes que buscan soluciones técnicas sin llegar al gran público y que además implementan estas nuevas medidas en los satélites que se lanzan ahora, pero nadie quiere pagar por limpiar lo que ya está ahí arriba. Así que nosotros hemos propuesto el proyecto Space Waste Lab que tiene tres fases: la primera, sensibilizar a la población, que la gente se dé cuenta de que estos satélites que ya no sirven sigue ahí; la segunda, trabajar en una solución al problema actual y la tercera, crear estrellas fugaces a partir de la basura espacial. Solo el gasto anual de Holanda en fuegos artificiales, 17 millones de euros, sirve para transformar esta afición en algo tan especial como estrellas fugaces procedentes de basura espacial. Y así limpiamos el espacio mientras seguimos disfrutando del espectáculo con fuegos artificiales que además no contaminan. La basura no es un desecho, sino el ingrediente para algo nuevo, ese fue el comienzo de nuestra conversación cuando nos reunimos con la Agencia Espacial Europea. Las políticas para la re-entrada de satélites que se lanzan actualmente ya están en marcha, aunque no en todos los casos se lleva a cabo. Mi trabajo es trasladar esto al gran público, que la gente sepa del problema y aportar un grado de imaginación que inspire hacia un cambio de valores.
Pero la mayor parte de los objetos de los que estamos hablando no son de gran tamaño por lo que su re-entrada no provocaría ese efecto explosivo y visible del que usted habla. ¿Cómo lo lograrán?
Cuando esté en marcha, hasta objetos del tamaño de tu cuaderno de notas provocarán un destello que veamos desde el suelo en forma de estrella fugaz. Está claro que cuánto más grande sea la pieza más visible la luz, pero también es menos probable que ESA permita llevarlo a cabo por el peligro de impactar en un área poblada. Hay distintas maneras de incrementar su visibilidad, una es impregnando con una solución de magnesio la red con la que atraparíamos el satélite, de tal forma que al entrar este material en contacto con la pieza, explosione de manera más potente. No estoy tan preocupado sobre el cómo se hará sino sobre las alteraciones climatológicas que puedan alterar la trayectoria del objeto al caer, porque un simple grado de diferencia en la temperatura de la atmósfera puede desviarlo cientos de kilómetros. En todo caso este proyecto es algo que, ante todo, pretende alertar del problema, porque es sorprendente lo poco que se sabe de ello. En todos los lugares en los que he estado, cuando pregunto, la gente no tiene ni idea. Y sólo va a peor.
Vídeo sobre el proyecto Space Waste Lab para alertar sobre la basura espacial.
Volviendo a sus otros proyectos que alertan sobre el cambio climático, como Waterlicht, ¿existe el riesgo de que los visitantes se queden con la belleza de la instalación, hagan su foto, y nada más?
Es una buena pregunta porque lleva a otra que es ¿cómo provocamos un cambio? Yo opino que se consigue a través del impacto visual, haciendo ver el cambio, experimentándolo de esta manera, no a través de números o datos. Y la belleza es el catalizador que logra esta transformación en la gente, que abre nuestras mentes y nos muestra nuevas perspectivas. La belleza no está para decorar sino para reformar algo.
¿Dónde están los límites a esta creatividad, a este poder de la belleza? ¿Qué es lo que Studio Roosegaarde no puede hacer realidad?
Limitaciones hay muchas, pero cómo las gestionas, eso no tiene límites. En el deporte se ve muy claramente. En atletismo, por ejemplo, el ser humano ha estado batiendo récords constantemente, cuando se decía que el cuerpo humano ya no estaba capacitado para correr más rápido, llegaba alguien que lo superaba por segundos. Recuerdo una historia de un atleta que, sin tener ni idea de lo que se decía acerca de la imposibilidad de superar el récord, un año después lo superó en veinte segundos. E inmediatamente después, tres personas más corrieron tan rápido como él. Al demostrar que era posible, este corredor estimuló a otros para lograrlo. Esta es, en mi opinión, la esencia del arte y la innovación: abre el camino, muestra que lo imposible es posible y hace que otros lo consigan.

Foto: Alicia Fernández Solla
¿Cómo define el contexto holandés su trabajo?
En Holanda vivimos por debajo del nivel del mar. Si no hubiese habido una buena gestión del agua, hoy, aquí, ahora mismo, el agua estaría cuatro metros por encima de nuestras cabezas. Me encanta ver cómo la innovación y la tecnología están en el suelo que pisamos, y saber que sin ellas moriríamos ahogados. Pienso que la manera en la que una persona crece y la relación que tiene con la naturaleza y el paisaje influyen en su forma de diseñar. Y en la mentalidad holandesa hablamos de pragmatismo, sí, pero también de poesía. Por otro lado, tanto aquí como en Europa siento que estamos asustados y muy enfadados acerca del futuro. Y esa es una actitud diferente de la que se percibe en otros lugares como Asia. Aprender haciendo, en mi opinión, es una actitud muy sana, pero no es la que impera en nuestro país o en Europa.
Usted busca la implicación de la gente a escala global, ¿lo cree posible con el escenario político actual, de repliegue nacionalista?
Esto no ayuda en absoluto. En este diálogo global, Europa está callada, Norteamérica está muerta, China, Oriente Próximo, países de Latinoamérica como México… ahí es donde están las personas curiosas que buscan un cambio. Holanda está atascada en opiniones, en debates constantes para todo, en lugar de ofrecer propuestas. Y trabajando aquí echo de menos esto. Es una falsa idea de democracia, la de opinar sobre cualquier cosa, eso no hace avanzar nada, es sólo bla bla. En Monterrey, donde impartiré clases como profesor visitante en su universidad, me encuentro con estudiantes súper inteligentes, sobre todo mujeres, que están deseosas de aprovechar las oportunidades para ir hacia adelante. Estar ávido de curiosidad, eso es lo que hace falta. Holanda tiene que darse cuenta de que tiene que invertir en nuevas ideas para avanzar. Nuestra historia nos demuestra que los holandeses al final encontramos nuestro camino, esto es cierto. El Afsluitdijk es un buen ejemplo: es un diseño muy bonito, una fina línea en medio del agua, que divide, protege, es funcional y al mismo tiempo tremendamente poético, es uno de los lugares más bellos del mundo. (Su estudio ha llevado a cabo el proyecto «Gates of Light» con el que iluminan parte de esta carretera a partir de retro reflectores de luz) Cómo gestionamos nuestro espacio en Holanda es fascinante. Debemos darnos cuenta de esto, celebrarlo, pero al mismo tiempo plantearnos cómo queremos que sea nuestro futuro. Por ejemplo, cómo hacer para limpiar nuestro aire, cuánto costaría por habitante. ¿Quizás un par de euros? No creo que sea mucho más.

La torre Smog Free, otro de los proyectos de Roosegaarde, que limpia 30.000 metros cúbicos de aire por hora usando la energía de un hervidor de agua. A la izquierda el anillo producido a partir de la compresión de partículas de CO2 recogidas por la torre, y que ha estado a la venta hasta hace pocos meses. Fotos: Alicia Fernández Solla
¿Cómo define un artista como usted el arte?
El arte es un activador de la curiosidad. La imaginación y la creatividad son los auténticos valores del ser humano. A medida que la inteligencia artificial está en más facetas de nuestras vidas, uno se da cuenta de esto, de que lo único que los robots no podrán hacer tan bien como nosotros es todo lo que implique creatividad e imaginación. Y mirando a esto positivamente, podemos recuperar el tiempo perdido.
[…] y media de la noche y en las inmediaciones del observatorio. Promovida por la UNESCO y el artista Daan Roosegaarde, esta actividad pretende mostrarnos, si el clima lo permite, cuánto cielo nos ha robado la […]
[…] y media de la noche y en las inmediaciones del observatorio. Promovida por la UNESCO y el artista Daan Roosegaarde, esta actividad pretende mostrarnos, si el clima lo permite, cuánto cielo nos ha robado la […]