Juan Palomares es el profesor responsable de la gestión del ALCE en Holanda, el programa de enseñanza del español para niños en el extranjero que el ministerio de Educación pone a disposición de los padres en varias partes del mundo, desde Australia hasta Bélgica y Holanda. Creado hace más de treinta años para ayudar a las familias que emigraron en los sesenta y setenta a otros países europeos en el aprendizaje de su idioma, hoy, el de los Países Bajos cuenta con alumnos de perfiles muy diversos, desde matrimonios mixtos de neerlandeses y españoles hasta hijos de parejas que dejaron España con la crisis. Acaba de abrirse el plazo de inscripción y, hasta el 23 de marzo, todo el que lo desee podrá apuntar a su hijo en estos cursos gratuitos. A cambio, los profesores piden compromiso, para seguir año tras año y lograr así el certificado que demuestre la aptitud del alumno en castellano. Juan, que comenzó su carrera profesional en una escuela de rural de Granada antes de partir para Australia en su primer destino como profesor de este programa, compara el reto de estas aulas con el que vivió en sus inicios y no duda en afirmar, con claro aire vocacional, que enseñar en el ALCE es duro pero sumamente enriquecedor.

¿Cuántos alumnos tiene el ALCE holandés?
Contamos con 900 alumnos, de edades comprendidas entre los siete y los 16 años. Y el número no deja de aumentar, cada año recibimos un 10 por ciento más.

¿Admiten a todo el mundo que solicita una plaza?
Sí, no dejamos a nadie en la calle. Este año hemos abierto dos aulas nuevas, en Haarlem y Wassenaar, porque había una demanda suficiente para iniciarlas. En Wassenaar por ejemplo el aula nos la cede gratuitamente el colegio americano, aunque no suele ser lo habitual. Los colegios públicos holandeses siempre alquilan sus espacios y por eso el ALCE de Holanda tiene un gasto significativo en alquileres. Esto hay que tenerlo en cuenta: el Gobierno español hace un gran esfuerzo por mantener esta iniciativa en los Países Bajos. Los espacios son de muy buena calidad, con acceso a internet etc. pero cuestan mucho dinero.

¿A qué cree que se debe este aumento en el número de alumnos?
Desde la crisis financiera vienen más españoles a trabajar a Holanda: tienen un nivel socio-económico medio y no quieren que sus hijos pierdan el idioma que en muchos casos ya han adquirido en España. Tanto si es con la idea de mantenerlo de cara a la vuelta, o por nostalgia, consideran importante que los niños aprendan el idioma escrito, porque muchos dejan de hacerlo al tener que aprender el holandés o el inglés en el colegio. También para seguir comunicándose en español en la familia y de cara al futuro, ya que los padres saben que en el mundo laboral holandés el español es un idioma que cada vez se demanda más.

¿Y cuál es el perfil del alumnado?
Yo diría que la mitad son hijos de matrimonios mixtos, un número bastante alto, quizás por la importancia que se le da a las lenguas en este país, algo muy distinto de lo que viví en Australia, donde el aprendizaje del castellano no solía verse como algo necesario y positivo, seguramente debido a la lejanía. Además del idioma, la cultura española e hispana es muy atractiva para los holandeses y lo ven como un valor a desarollar. Es curioso ver cómo, a menudo, es el cónyuge holandés el que lleva a su hija o hijo a la clase de español. En segundo lugar encontramos a los hijos o nietos de familias emigradas en los sesenta y setenta: representan alrededor del 20 por ciento, sobre todo en Eindhoven, Róterdam, el centro de La Haya y Dordrecht. Esta cifra ha cambiado mucho desde que el ALCE se creó en 1984. Entonces estaba destinado principalmente a este tipo de familias, las que emigraron hace décadas a trabajar en las fábricas de Holanda. En tercer lugar situaríamos a los niños cuyos padres son españoles y que, como te comentaba, llegaron con la crisis a trabajar a empresas holandesas, a instituciones europeas o a organismos internacionales. Tienen niños que, o llegaron de bebés, o nacieron aquí, pero la cultura que reciben en casa es la española.

Por lo que cuenta el nivel del conocimiento del idioma de los niños es muy distinto, ¿cómo gestionan un aula con esta diversidad?
En algunos centros como el de La Haya lo tenemos dividido por niveles porque tenemos la suerte de tener suficiente alumnado, lo que nos permite crear distintas aulas. Así tenemos veinte niños en el nivel A1, de siete años; 32 niños divididos en dos aulas de algo más de nivel y finalmente en el B contamos con un aula que incluye dos niveles. Tenemos en cuenta tanto la edad como su conocimiento del idioma, para que no estén juntos niños de edades o niveles muy distintos. Pero a veces esto no es posible, como ocurre en el este del país, donde hemos podido abrir un aula pero con un solo grupo muy dispar. Nosotros siempre le pedimos a los padres que soliciten las clases cuando se puedan formar dos grupos, de al menos doce o catorce alumnos cada uno, para poder dar tres horas de clase, una hora y media con cada uno. Y funcionan mucho mejor.

Alce Consulado Paises Bajos

Juan Palomares señala las provincias de Holanda en las que se imparten las clases del ALCE. © Alicia Fernández Solla

Las aulas del ALCE se crean por iniciativa de los padres, ¿qué pasos hay que seguir para solicitarla?
Cualquier grupo de padres interesado puede ponerse en contacto con el consulado o con el CRE para pedir la apertura de un aula de español. Deben contar con un mínimo de 14 niños interesados, de más de siete años de edad, que dispongan de la nacionalidad española. Después nosotros lo remitimos a la Consejería de Educación de la que dependemos, que está en Bruselas, y valoramos la disponibilidad de un profesor para ese lugar, en función del número de horas que vaya a hacer y del desplazamiento. Si es necesario se solicita un nuevo profesor. Nosotros en este momento estamos desahogados porque nos acaban de ceder un séptimo profesor.

Háblenos del equipo de profesores que forman el ALCE de Holanda.
En nuestro equipo somos siete, cinco funcionarios y dos interinos: estos últimos son contratados anualmente mientras que los funcionarios vienen para seis años, renovables cada dos años. Pero el que tengan un régimen u otro no suele afectar al trabajo diario. En nuestro caso, la profesora más antigua actualmente está como interina y lleva siete años dando clase en Holanda. Entre los siete nos repartimos las aulas que hay en el país por zona geográfica, garantizando así que todas estén cubiertas incluso las que suponen un mayor desplazamiento. Aunque parezca mentira, a veces no es fácil llegar a todos los lugares donde damos clase porque Holanda es pequeño pero el transporte no funciona tan bien como uno se imagina. Por ejemplo, hasta hace poco, la profesora que vive en Alkmaar tenía que ir a Arnhem a dar clase los viernes por la tarde: cinco horas de viaje entre la ida y la vuelta para cuatro horas y media de clase. Afortunadamente ahora contamos con un nuevo profesor para este aula de Arnhem y hemos resuelto el problema.

Las aulas del ALCE se dan durante la semana, lo que puede provocar que muchos padres no puedan llevar a sus hijos porque trabajan, ¿por qué no hay clases los sábados?
Porque no nos las han pedido. Nosotros no nos cerramos a nada y si un grupo de padres así lo quiere, se puede valorar, por nuestra parte no habría problema. De hecho, en Bruselas hay clase los sábados. La razón por la que creo que esto aquí no ocurre es porque los niños de esas edades suelen tener actividades deportivas y partidos de sus clubes los sábados por la mañana. Aquí los niños tienen muchas actividades, desde natación hasta música, idiomas…aunque terminen a las tres de la tarde los padres tienden a llenarles las horas libres, en mi opinión, demasiado.

¿Qué es para usted el éxito de un año escolar del ALCE?
Sin duda el éxito es que logren pasar de nivel, aprobando las cuatro destrezas: comprensión oral y escrita y expresión oral y escrita. Además valoramos la interculturalidad y sobre los aspectos culturales trabajamos mucho. Lo más complicado es lograr implicar a los mayores en la lectura, en la literatura. A los de estas edades les suele costar mucho venir, porque la mayoría van a la secundaria académica (VWO), el nivel más alto, que es muy exigente. Los pequeños suelen venir con muchas ganas. Y el alumno que tiene el certificado puede acceder a la universidad española y queda demostrado que tiene la aptitud necesaria. El porcentaje de aprobados es del 92 por ciento, porque en la evaluación continua el profesor va informando a los padres y sólo hacen el examen cuando están preparados. Los que van al ALCE logran un buen nivel de español tanto hablado como escrito.

Para un profesor como usted, ¿qué tiene de positivo trabajar en el ALCE?
Es un trabajo duro, yo diría que más complicado que trabajar en un colegio, por toda la organización que requiere para cubrir todas las aulas de la zona y cumplir con las horas de trabajo. Pero por otro lado es muy enriquecedor, porque estamos enseñando nuestra lengua y nuestra cultura, con la que nos sentimos muy vinculados. Yo les cuento desde lo que es el pulpo Do Carvariño (y soy andaluz) hasta lo que pueden visitar cuando van en coche de vacaciones a España, porque con google maps pueden seguir el trayecto y les suele gustar mucho. Y la diferencia en el conocimiento del español de los niños es todo un reto como profesor. En este sentido, contar en clase con niños recién llegados es algo que nos ayuda mucho, porque ellos transmiten lo que saben de la cultura española al resto de alumnos y al mismo tiempo ir a clase les viene bien para sentirse arropados en el nuevo país.

El plazo de inscripción para el curso 2019-2020 es del 18 de febrero al 23 de marzo.

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