Con una tasa de paro de las más bajas de Europa (8,7%) y un salario mínimo de 1.537 euros al mes, Holanda encabeza la lista de los países más atractivos para trabajar del continente. La economía holandesa crece por segundo año consecutivo y su productividad no parece verse afectada por las jornadas reducidas de la mayor parte de su población activa. Pero mientras fuera de sus fronteras parece un modelo a seguir, para los holandeses la situación ha ido empeorando poco a poco. Menos contratos fijos que antes de la crisis y jornadas parciales que apenas cubren los gastos mensuales de una familia enfrentan a los padres trabajadores y a los jóvenes profesionales a una realidad desconocida: la de hacer números para llegar a fin de mes.
Holanda es el país de la OCDE con el porcentaje más alto de mujeres que trabajan a tiempo parcial. También es el país donde esta diferencia entre el hombre y la mujer es mayor. Siete de cada diez mujeres trabajan menos de 35 horas semanales, lo que en Holanda supone tener entre uno y dos días libres a la semana, ya que las jornadas laborales suelen ser de siete horas. Trabajar tres días y dedicarle dos a la familia parece, sin duda, la combinación perfecta. Así lo sería si la cultura de la jornada parcial no estuviera tan extendida como para provocar el efecto contrario: actualmente a una mujer le resulta más difícil lograr un empleo de jornada completa que a un hombre. “En puestos típicamente ocupados por mujeres, como los cargos medios en el sector de la salud, del trabajo social o de la docencia, los horarios ya están establecidos de tal forma que una trabajadora no puede acceder a un puesto de jornada completa fácilmente” afirma Seema Kanhai, portavoz de FNV, el mayor sindicato de trabajadores de Holanda. Para Seema, la jornada parcial está en muchas ocasiones relacionada con la flexibilidad horaria: “suelen ser trabajos difíciles de cuadrar con la vida privada porque los horarios varían de una semana a otra, pueden alterarse con muy poca antelación y al trabajar pocas horas, el salario es tan bajo que no tienen una independencia económica”. Lo que durante décadas se ha vivido como un gran avance y un logro social, en períodos de crisis económica como la vivida recientemente este derecho se transforma en una imposición que muchas profesionales sin cargas familiares tienen que aceptar. “Las empresas no quieren asumir el riesgo de ofrecer contratos fijos de muchas horas y las mujeres son las primeras afectadas” asegura Seema.
En Holanda, el 70% de las mujeres tiene un trabajo. De entre ellas, dos de cada tres trabaja menos de 35 horas semanales. Según la OCDE, las mujeres en Holanda trabajan desde casa una media de dos horas más al día que los hombres.
Cifras y letras de la conciliación
“Vivimos en un país con una cultura calvinista donde el cuidado de la familia y la casa todavía parece corresponder a la mujer, aunque poco a poco intentamos cambiarlo” afirma Mieke Ripken, portavoz de la agrupación de empresarios MKB Nederland. Y es que en tan sólo treinta años la tasa de empleo femenino se ha duplicado y ha pasado de ser de las más bajas de Europa, de un 35 por ciento en la década de los ochenta, a un 70 por ciento en la actualidad. Ayudas estatales para el cuidado de los hijos han sido determinantes para lograr el cambio, si bien, hoy en día, una pareja en la que ambos trabajen la jornada completa y cobren el salario mínimo debe asumir cerca de un tercio del gasto de la guardería, cuyo coste para cinco días ronda los 1.500 euros mensuales por niño. Por este motivo, son muchas las mujeres que deciden reducir su jornada para cuidar de sus hijos un día más a la semana y ahorrar parte de este gasto a pesar de cobrar menos. Junto al subsidio de la guardería, el Gobierno holandés garantiza una prestación maternal de cuatro meses que la madre tiene la obligación de iniciar un mes antes de la fecha del parto, por lo que su reincorporación se produce cuando el bebé tiene tres meses de edad. Para el padre el permiso es de dos días laborables, el más reducido de la Unión Europea después de Italia. Malta, Luxemburgo y Grecia son los otros tres países donde esta baja es equivalente. La diferencia entre la ausencia de la madre y la del padre tras el parto, junto con el elevado coste del cuidado profesional, provocan un estancamiento en la carrera profesional de muchas mujeres: mientras se gradúan más mujeres que hombres y el porcentaje de doctoras universitarias es equivalente al de los hombres, sólo una de cada cuatro ostenta un cargo de responsabilidad, según detalla el último informe del Global Gender Gap. Iniciativas como Top Vrouwen suponen una apuesta por la igualdad aunque para Mieke Ripken, al igual que para muchas otras profesionales, el avance no se producirá si no hay un cambio de mentalidad: «Podremos ver más mujeres en altos cargos cuando nos demos cuenta de que también ellas pueden trabajar cuatro días. La solución no pasa por trabajar más que el resto sino por demostrar que se puede asumir esta responsabilidad con una jornada del ochenta por ciento» argumenta.

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Para una familia en la que ambos cobran el salario mínimo, el Gobierno holandés cubre los gastos de la guardería hasta en un 70 por ciento para el primer hijo y en un 90 por ciento para el segundo. La ayuda ha aumentado este año respecto del anterior gracias a una inversión estatal de 290 millones de euros.
Más trabajo, pero temporal
Esta semana el Instituto de Seguridad Laboral (UWV), dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, ha dado a conocer las previsiones de creación de empleo para los próximos años. Holanda remonta. Hasta finales de 2017 se prevé la creación de 200.000 nuevos puestos de trabajo hasta alcanzar una tasa de empleo superior a la registrada antes de la crisis de 2008. Son sin duda buenas noticias para una economía “muy abierta, dependiente de los vaivenes del exterior y que todavía vive una situación de inseguridad laboral que afecta sobre todo a aquellos con empleos temporales” aseguraba Rob Witjes, experto del UWV, en declaraciones al diario De Volkskrant.
La temporalidad es la otra cara de la moneda. Para garantizar el crecimiento económico y la creación de empleo, el Gobierno ha puesto en marcha la Ley de Flexibilidad y Seguridad Laboral cuyas medidas van encaminadas a agilizar los procesos de contratación y despido ayudando así a las pequeñas y medianas empresas a reducir los riesgos derivados de las contrataciones fijas. Pero a pesar de abogar por la flexibilidad, la ley ha sido duramente criticada por su rigidez, tanto por parte de los trabajadores como de las asociaciones de empresarios. Una de estas medidas es la relacionada con la baja por enfermedad de un empleado con contrato fijo. La ley establece que la empresa deberá continuar abonándole el sueldo durante los dos años siguientes así como pagarle una indemnización en caso de despido. Para la agrupación de pequeñas y medianas empresas MKB, medidas como ésta hacen que “hoy en día un contrato fijo suponga un alto riesgo difícil de asumir para las pequeñas empresas que acaban de arrancar. La situación no está todavía como para ofrecer un contrato indefinido desde el primer día” señala Mieke Ripken, si bien reconoce que “esta ley favorece la temporalidad y, a largo plazo, estos contratos no benefician a nadie, tampoco al empresario”. Desde su implementación a finales del año pasado, el número de contrataciones fijas se ha reducido y según afirman los más críticos, muchos profesionales no logran superar el período de prueba de dos años. Según explica Linda Vermeulen, portavoz del sindicato de trabajadores FNV, “actualmente el trabajador se ve presionado a aceptar contratos con las garantías mínimas, es o eso o nada, y no tienen acceso a los beneficios que ofrece un sistema laboral tan bueno y fuerte como el nuestro”. Para Linda, las ventajas que puede ofrecer un mercado laboral como el holandés, en el que muchos de los trabajadores pueden negociar horarios flexibles, trabajar desde casa o reducir su jornada, se vuelven en su contra cuando “lo que se ofrece como un trabajo más cómodo en ocasiones es sinónimo de trabajo precario, con mayor inseguridad laboral, una pensión peor y sueldos muy bajos”. Tanto unos como otros tienen claro que el mercado laboral en Holanda vive un período de transformación ante el que sólo queda preguntarse si las nuevas tendencias acabarán asentándose o si se trata de un balón de oxígeno para favorecer la recuperación y situarse de nuevo entre los países más sociales de Europa.