La escasez de vivienda en venta, junto al rápido aumento de los precios y el endurecimiento de las condiciones para obtener una hipoteca, han creado unas situaciones inéditas en el país con el mayor sistema de viviendas sociales en el mundo. Los llaman los “sin techo económicos” (economische daklozen). Son personas con trabajo que por alguna razón han perdido su casa y ya no pueden conseguir otra vivienda acorde a sus ingresos.
Hoy Holanda se enfrenta a una crisis inmobiliaria como no lo hacía desde hace tiempo. El precio, tanto de la vivienda en alquiler como de la que se vende, sigue subiendo, dejando muy rezagados los ingresos familiares. En cuanto a la vivienda social, las listas de espera llegan ya a los diez años en las ciudades mas solicitadas como Ámsterdam o Utrecht. A esto se suma también la inmigración de población refugiada, a quienes cada vez se les hace más complicado regularizar su situación. Conseguir una vivienda, especialmente para los grupos sociales más vulnerables y también para las clases medias en Holanda, puede resultar una misión imposible.
“La imagen de una persona sin hogar como un vagabundo merodeando por la ciudad con latas baratas de cerveza o una jeringa de heroína, cada vez encaja menos con la realidad. Todavía los hay, y necesitan ser atendidos, pero la cantidad de personas que llevan una vida normal y, sin embargo, al final del día termina en una cama de un refugio para personas sin hogar, esta creciendo mucho” informaba el periódico De Telegraaf el 25 de octubre pasado.

La realidad es que el número de personas sin techo se duplicó entre 2009 y 2015, alcanzando las 31.000 personas en 2016, según el periódico AD. En el mismo artículo de De Telegraaf una enfermera explicaba: «Somos personas normales que nos sentamos tranquilamente por la noche en el refugio a jugar a un juego de mesa o a mirar la televisión. La mayoría tenemos un seguro médico y un salario. Sólo sucede que no tenemos hogar, debido a contratiempos financieros o a la mala suerte. Mientras no se resuelva la escasez de viviendas, muchas más personas se quedarán sin hogar».

Más personas sin techo en toda Europa
El número de personas sin hogar en Europa ha aumentado considerablemente en los últimos años, según un informe reciente de la organización europea sin hogar Feantsa. «Los resultados son alarmantes», afirma Freek Spinnewijn, director de la organización, en declaraciones al periódico Trouw. «En los últimos años, el sistema de seguridad social ha sido desmantelado en varios países europeos y aquí tenemos el resultado». Según Spinnewijn, hay varias razones para el aumento. «La crisis económica ha provocado un recorte considerable en las ayudas a personas sin hogar. Además el costo de la vivienda en toda Europa también ha aumentado considerablemente en los últimos años. Para las personas con deudas, el alquiler es aún más difícil de pagar». Spinnewijn cree que los gobiernos deberían prestar más atención a la reintegración de las personas sin hogar. «Se les podría dar prioridad de cara a obtener una vivienda social, como lo hacen en Finlandia con el plan Housing First. Una persona se reintegra mucho más rápido si vive en su propia casa que si lo hace en un refugio”. El sistema parece ser efectivo ya que Finlandia es uno de los pocos países europeos que ha logrado reducir el número de personas sin techo.

¿Falta de viviendas?
Sin dudas hay varias razones que contribuyen a esta situación, a la que deben enfrentarse cada día más personas que jamás pensaron que alguna vez se quedarían sin hogar. La escasez se puede medir en una reducción importante de unidades construidas desde la crisis de 2008. En poco años se pasó de casi 90 mil viviendas por año a 45 mil en 2014. Aunque este número viene recuperándose en los dos últimos años, todavía no se llega al volumen construido antes de la crisis. De esta manera los precios suben, acelerados además por la incursión de pequeños y grandes inversores locales y extranjeros en la compra de viviendas. El carácter especulativo de las viviendas ha recibido una nueva dimensión internacional, según un estudio realizado por economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sumándose a esta realidad, otras cuestiones dificultan aún más el acceso a la vivienda para una gran parte de la población. Un mes atrás el periódico económico Financial Dagblad informaba sobre el aumento de la pobreza estructural entre los trabajadores asalariados. Un estudio publicado a principios de octubre por el Sociaal en Cultureel Planbureau (SCP) daba cuenta de los resultados de la flexibilización laboral emprendida en Holanda en los últimos años. Y recientemente, un informe del mercado inmobiliario advertía de que nueve de cada diez viviendas a la venta son inalcanzables para el salario más habitual (modaal) en Holanda, que es de 2.152 euros netos al mes. “La única forma que tienen estas personas de acceder a un techo es aportando otros ingresos extra. Una de cada seis personas en Holanda logra comprar una casa porque puede pagar 30.000 euros de sus ahorros”. Y, por supuesto, contando con que esta persona tiene, además, un empleo fijo, algo que también escasea en un país que apostó por la modalidad de contratos de «cero horas», una fórmula que procede del Reino Unido.

Muchas soluciones pero insuficientes
Hace ya algunos años que Holanda ha comenzado a desplegar un gran número de alternativas para lograr que aumente la cantidad de viviendas disponibles a pesar del parón en la construcción debido a la crisis. Algunas de ellas, como la conversión de oficinas, iglesias y otros edificios en nuevas viviendas ya las hemos comentado aquí en otros artículos. Sin embargo, todas las soluciones parecen ser insuficientes. Hubo un tiempo, en los años sesenta, en el que Holanda le declaró políticamente la guerra a la falta de viviendas, calificando el problema de “enemigo número uno del pueblo”. En ese momento se construyeron, con el incentivo estatal, cientos de miles de viviendas sociales. La situación actual parece estar demandando, una vez más, una decisión de este calibre, y la mayoría de los expertos concuerdan que la única solución pasa por construir más y rápido para evitar que más personas se vean pronto sin un techo bajo el que cobijarse.