Uno pensaría que si el neerlandés no es su lengua materna, para qué visitar una biblioteca en Holanda. Pero si algo han demostrado los sucesivos confinamientos por la pandemia es que para este país, la biblioteca es un espacio esencial para la cohesión y el bienestar social, siendo de los pocos lugares públicos que ha permanecido abierto. De sala de lectura y guardián del conocimiento a lugar de encuentro y de intercambio cultural, la biblioteca vive desde hace varias décadas una auténtica transformación silenciosa: en la era digital, los préstamos de libros y dvd caen año tras año a la misma velocidad a la que aumenta el número de visitantes que acuden a socializar, a realizar algún curso, a participar en un club de lectura o a teletrabajar. Especialmente en Holanda, las bibliotecas sobreviven como el único lugar donde todavía es posible encontrar a personas de todas las edades y contextos sociales, desde niños que van con el colegio a mayores que acuden a su cita semanal.
Ya sea en la localidad más pequeña en el despoblado Drenthe o en los nuevos barrios de grandes ciudades como Ámsterdam o Róterdam, la biblioteca forma parte de los establecimientos imprescindibles de cualquier centro urbano. En este artículo rescatamos catorce de ellas, repartidas por todo el país y únicas por su arquitectura o por la larga historia que encierran. Desde la biblioteca judía más antigua del mundo a una oficina de correos reconvertida en biblioteca pública o la montaña de libros imaginada por uno de los estudios de arquitectura más internacionales, recorremos estos refugios de la ilustración y la cultura, esta vez con los ojos puestos fuera del libro.
Hasta comienzos del siglo XX estos templos de la cultura estaban reservados para eruditos de la iglesia o de la universidad y las primeras que surgen en Holanda se remontan al siglo XVI. Tuvieron que pasar tres siglos hasta que las primeras bibliotecas públicas abrieron sus puertas, a comienzos del siglo XX, como salas de lectura para hombres y mujeres, a menudo separadas, que emulaban a las recién fundadas en Inglaterra. En Holanda, el boom llegó a partir de 1907, cuando los subsidios estatales favorecieron la apertura de muchas de ellas siendo Dordrecht y Utrecht las pioneras. En la segunda mitad del siglo XX las bibliotecas prestaban libros, cuadernos y también partituras musicales y ha sido con el cambio de milenio que se han tranformado en los centros sociales y culturales que conocemos hoy. En los Países Bajos existen unas 800 bibliotecas públicas, un tercio menos que en 1990, el momento en el que se registró el mayor número. Pero a pesar de reducir el número, todo el que vive en Holanda cuenta con una relativamente cerca: de media, esta suele encontrarse a dos kilómetros de su hogar, un recorrido que supone unos cinco minutos de pedaleo en bici. Y cuando un niño nace, es habitual recibir una carta de la biblioteca de la ciudad con una membresía gratuita hasta que este cumpla los doce años de edad, algo que tiene un impacto directo en las cifras: un cuarto de las familias holandesas tiene al menos un socio entre sus miembros.
Puede parecer un porcentaje alto pero comparado con otros países europeos, los Países Bajos puntúa en la media en lo que a usuarios de las bibliotecas se refiere. Mientras Islandia y Finlandia lideran la lista con cuatro de cada diez habitantes registrados como socios, en España el porcentaje roza el 30 por ciento, al igual que en Suecia. Por detrás se encuentran Alemania (9,6%), Francia (17,5%) y Reino Unido (18,5%). Respecto del número de habitantes por biblioteca, en Holanda esta cifra es de 14, el doble que en Suecia (7) y mayor que en España (9). El caso más llamativo es el de Portugal, que queda muy desplazado del resto de países europeos con una biblioteca pública por cada 54 habitantes.
De una antigua oficina de Correos a varias iglesias reconvertidas
Utrecht es una de estas bibliotecas públicas centenarias. Algunos de sus socios muestran orgullosos su carné, obtenido cuando eran niños, cincuenta o sesenta años atrás. Todos ellos están de enhorabuena ya que hace dos años, en pleno estallido de la pandemia, abrió sus puertas la imponente nueva sede de Neude, en pleno centro. Préstamo digital, actividades online, talleres educativos de todo tipo, la biblioteca es todo lo moderna que se puede esperar de ella, si bien se emplaza en uno de los edificios más históricos de la ciudad, la antigua oficina central de Correos. Construida a comienzos del siglo XX, en el estilo de la Escuela de Ámsterdam, el típico ladrillo amarillo y la piedra negra de la enorme bóveda central dan a sus nuevos inquilinos la importancia que merecen. Los libros se disponen en estanterías en los pisos superiores, donde detalles de la antigua funcionalidad del edificio, como la sala de teléfonos, se intercalan con rincones innovadores como el de las bicis estáticas para pedalear mientras se lee.
- Dos detalles de la nueva biblioteca de Utrecht.
- Fotos: In deBuurt
Pero no solo Utrecht puede presumir de un refugio para el silencio y la lectura que quita el hipo. La reconversión de diversos espacios públicos en bibliotecas parece ser tendencia en Holanda. En pequeñas ciudades como Zutphen y Vught, dos iglesias han sido reconvertidas en biblioteca y centro cultural, respectivamente, con el buen ojo de arquitectos que han sabido mantener el recogimiento religioso que se desprende de su estructura original dotándolas a la vez de las formas orgánicas de la arquitectura actual. Es el caso del centro cultural De Petrus, en Vught, emplazado en una iglesia del siglo XIX. Las líneas sinuosas de la segunda planta, construida para dar más metros cuadrados al lugar y hacerlo más acogedor, contrastan con los arcos de piedra que se suceden en los tres espacios de este centro: el museo de la ciudad, la biblioteca y la tienda.
- Izquierda, nave central de la biblioteca de Vught. Arriba, café de la biblioteca de Zutphen en el ábside de la iglesia. Foto: Architectuur.nl
En Zutphen, la iglesia monasterio del siglo XIV, de las pocas que se conservan de este tipo en Holanda, pasó a ser la biblioteca de la ciudad en 2017, tras años de reforma. Con una tribuna imponente en el centro de la nave principal, resulta el lugar idóneo para hacer una parada y tomar algo en el café de su ábside mientras se visita esta bonita ciudad hanseática, una de las joyas escondidas del interior del país.

Biblioteca pública de Zupthen. Foto: Oficina de Turismo
Más al norte, recalamos en una de las ciudades más conocidas por su puerto que por su centro, Den Helder. Además de ser el punto de salida de los ferries que se dirigen a las islas de Texel y Vlieland, Den Helder también cuenta con el museo Nacional de la Marina, una visita divertida para ir con niños, y con una de las bibliotecas públicas holandesas más galardonadas, premio a la mejor del mundo en 2018. Ubicada en un antiguo colegio de 1905, la biblioteca conserva los pasillos, los baños y muchas de las aulas originales, al tiempo que introduce grandes ventanales, escaleras de madera clara y espacios en blanco que aportan luminosidad al conjunto. Esta pequeña biblioteca competía al premio mundial con otras en Brasil, Estados Unidos, Sigapur y Noruega. El jurado destacó de ella su compromiso con el desarollo social de la ciudad y su intensa colaboración con otras organizaciones locales, «un buen ejemplo de cómo debe ser una biblioteca del siglo XXI».
- La biblioteca municipal de Den Helder, School 7, premio a la mejor del mundo en 2018. Foto: Jan de Vries
Próxima a Den Helder se encuentra la ciudad de Leeuwarden, la cual esconde una de las reconversiones más originales. Nadie podría imaginar que su prisión, construida hace más de cinco siglos, acabaría transformándose en el espacio cultural de referencia de esta ciudad del norte. Cuando en 2007 el último de los prisioneros fue desplazado a otra cárcel más moderna, el ayuntamiento comenzó a plantearse su nuevo uso, y diez años después reabrió sus puertas la Blokhuispoort, ahora como sede de un centro de co-working para artistas, un hostal, varios cafés y la biblioteca municipal, que dos años más tarde logró el premio a la mejor de Holanda. Con las puertas de las celdas intactas y la iluminación original, visitarla merece la pena, ya sea para alojarse, para tomar algo o para dar una vuelta por sus salas de lectura de aire carcelario.
- Biblioteca de Leeuwarden, en una antigua prisión. Foto: TWA Architecten.
Nueva arquitectura al servicio del libro
Junto a proyectos archipremiados en Asia, América y Europa, los grandes estudios holandeses de arquitectura no han renunciado a dejar impronta en su país de origen, en lo que podría considerarse el edificio público por naturaleza, una biblioteca. En Tilburg, en la región más industrial de Holanda, se encuentra LocHal, una de las más aclamadas, premio al World Building of the Year 2019 y ubicada en una nave de reparación de locomotoras de los años treinta. El proyecto, liderado por el joven estudio Civic Arquitects, contó con la participación de grandes nombres como Mecanoo e Inside Outside, quienes le han regalado a esta ciudad de larga tradición ferroviaria un lugar único, donde el pasado y el presente se conectan al igual que lo hacen sus visitantes, de todos los orígenes y edades. El esqueleto de hierro o los vagones transportadores covertidos en mesas de café sobre los viejos raíles conviven con cortinajes de quince metros de altura y paredes de cristal, lo rotundo frente a lo liviano. En las plantas superiores, las salas de reuniones se alquilan mientras los lectores más pequeños pueden disfrutar de una biblioteca infantil que rinde homenaje al Efteling, el emblemático parque temático cercano a Tilburg. No era de extrañar que Civic Architects se apoyara en Mecanoo para la realización del proyecto, ya que este ha sido el artífice de otras dos bibliotecas de gran renombre internacional, la de Birmingham y la de la universidad politécnica de Delft. Esta última es una de las más antiguas de esta nueva oleada de bibliotecas «de arquitecto». Construida en 1997, destaca por la estructura cónica que se alza en su centro y que traspasa el techo alanzándose en el exterior del edificio como una antena.

Espacio central de la biblioteca LocHal, en Tilburg. Foto: Ossip Architectuurfotografie
En ocasiones, los edificios icónicos de arquitectos por los que muchos pelean se esconden en pequeñas ciudades o barrios insospechados, y uno puede toparse con ellos por casualidad. Este es el caso de la Book Mountain, la biblioteca pública que el aclamado estudio MVRDV -autor del Markthal o el Depot, en Róterdam- inauguró hace diez años en la anodina localidad de Spijkenisse, de 70.000 habitantes. Convertida en el centro neurálgico de un nuevo barrio residencial y situada en una plaza principal sin alma, que bien podría ser la de cualquier otra zona de viviendas de Holanda, la nueva biblioteca se alza con fuerza, como una pirámide de cristal. En el interior los libros se acumulan en altura en una estructura central dejando libre el perimétro para los pasillos. Imponente, sí, pero hipersensible a la luz. Lo que sus arquitectos no previeron son los largos días soleados que cada vez son más habituales en la primavera y el verano holandés, algo que ha terminado amarilleando las cubiertas de los libros expuestos en las estanterías más próximas a los ventanales.
- Biblioteca de Spijknessie en forma de pirámide de libros.
- Fotos: MVRDV
Y en el corazón del país, en la encantadora ciudad de Amersfoort, se encuentra otra de las nuevas bibliotecas públicas de arquitecto. La calidez de su interior contrasta con su fachada de metal. Su imponente estructura geométrica se abre al visitante nada más cruzar la entrada, tras la cual los pasillos de lectura se suceden en altura a modo de anfiteatro, invitando a perderse en él mientras resulta inevitable mirar arriba, a su techo iluminado de metal. Inaugurada en 2012, acoge también las escuelas de arte y música de la ciudad y en ella se organiza un extenso programa de actividades culturales durante todo el año. Sus creadores son los mismos que han realizado la reforma del museo Naturalis en Leiden, los arquitectos de Róterdam Neutelings Riedijk.
- Espacio central a modo de anfiteatro de la biblioteca de Amersfoort.
- Exterior del edificio. Fotos: Bartkiekt.nl y Architectenweb.nl
Cunas del conocimiento
Las ciudades que destacaron por su riqueza comercial durante el Siglo de Oro o por su vinculación a la universidad en los siglos posteriores han sido también las guardianas de gran parte del conocimiento que el país ha atesorado a lo largo de los siglos. El coleccionismo de importantes comerciantes derivó sabiamente en la acumulación de libros religiosos, de botánica y de otras ciencias que florecieron a partir del siglo XV, un legado de auténticas obras de arte en papel. Posteriormente, instituciones como la universidad de Leiden o el Rijksmuseum han sido las encargadas de preservarlas.
Entre las colecciones más importantes destaca la que dio lugar a la primera biblioteca municipal en Deventer. Tras su muerte en 1560, la colección de libros que creó un pastor religioso llamado Phoconius fue adquirida por la ciudad, quien fundó con ella esta biblioteca en el primer centro educativo para jóvenes, el Ateneo. Por aquel entonces Deventer se había convertido en una próspera ciudad hanseática y poco después se desarrolló en ella una de las industrias de la imprenta y de la producción de libros más importantes del país. Cinco siglos después la colección original se conserva gracias a las donaciones particulares y puede visitarse en la antigua casa convento de la ciudad. Es la más antigua del país y en ella se conservan desde incunables de gran belleza a los libros de educación y divulgación científica que producía una de las editoriales más exitosas de la ciudad, Kluwer.
- Biblioteca Thysiana en Leiden. A la derecha, biblioteca Ets Haim en Ámsterdam. Foto: Ardon bar Harma
Apenas un siglo después se fundó en Leiden la biblioteca Thysiana, que recoge la colección del abogado Johannes Thysius, quien al morir reservó 20.000 florines para la construcción de una biblioteca pública. Diseñada en el estilo clásico holandés de la época, hoy en día continúa siendo el único edificio del siglo XVII que se construyó para su propósito inicial, el de acercar a los ciudadanos a la lectura. Hoy depende de la universidad de Leiden y puede visitarse previa cita. Se ubica en uno de los canales más pintorescos y emblemáticos de Leiden, el Rapenburg. De esta época es también la biblioteca Ets Haim, en el barrio judío de Ámsterdam. Reabierta en 2011, la sala preserva hasta 560 manuscritos que se remontan a 1616, cuando fue fundada por la comunidad judía de la capital. Hoy es la biblioteca judía más antigua del mundo.
Avanzamos unas décadas más en la historia de Holanda y nos dirgimos a Haarlem, núcleo de la prosperidad del Siglo de Oro, donde comerciantes como Pieter Teyler van der Hulst dejaron un legado de riqueza artística y cultural que ha perdurado hasta nuestros días. La mansión en la que vivió hasta 1778 es hoy el museo más antiguo del país. Entre los dibujos de Rembrandt, los fósiles de ballena y los primeros telescopios, tras la imponente sala oval que da la bienvenida al visitante, la vivienda encierra una de las bibliotecas mejor conservadas del país. Libros con más de dos siglos de antigüedad nos adentran en el conocimiento de la época sobre el mundo, la ciencia y las leyes, invitándonos a viajar en las expediciones científicas de Asia y América y desvelándonos lo que los eruditos de entonces sabían de otras tierras.
El acceso es por la primera planta, lo que aporta un aire de solemnidad, al presentarse frente a nosotros una visión completa de la sala, en todo su esplendor, con su arquitectura robusta de madera y las estanterías repletas de libros cuidadosamente ordenados. Esta misma entrada es la que ofrece la biblioteca Cuypers del Rijksmuseum en Ámsterdam. Imponente y bella, en el estilo neoclásico del siglo XIX que caracteriza a todo el museo, se muestra este otro templo de la cultura de antaño, la biblioteca donde se conserva la mayor y más antigua colección de libros de arte de Holanda. Aquí, los investigadores pueden solicitar acceso previa cita, mientras los visitantes del museo pueden acercarse a verla en cualquier momento de su visita. Verán, como en el resto de las bibliotecas descritas en este artículo, a lectores con sus cabezas agachadas, en silencio, iluminados por una lamparita que desde hace siglos nos viene recordando lo mismo: siempre habrá luz donde haya un libro.

Biblioteca Cuypers en el Rijksmuseum. Foto: Rijksmuseum
Magnífico reportaje. Muchas gracias por divulgar estos aciertos arquitectónicos. Coincido con el cambio de uso que tienen las bibliotecas, y me encanta esta publicación.
Caramba… Ya tengo
otra tarea pendiente
para cuando vuelva:
visitar estas bibliotecas.
Todas.
Precioso artículo y muy buena lectura para nuestros alumnos. A mí también me falta ver algunas de estas grandes o pequeñas joyas y von esta guía lo voy a hacer. Muchas gracias 🙂
Excelente articulo, muy buena infomacion sobre estos templos del saber..
Un artículo muy, muy divertido. Me da ganas de visitar todas esas bibliotecas. Además me encanta nuestra biblioteca publica en Leiden. Aúnque es un edificio antiguo, es muy agradable alojarse en él, para leer, estudiar, buscar información o simplemente tomar algo.
Estupendo artículo. Me quedo con la preciosa frase final: siempre habrá luz donde haya un libro.
Me ha encantado el artículo, soy una «rata» de Biblioteca y aunque llevo aquí varios años, no las conocía. Se pueden visitar todas sin ser socio?
¿Los no residentes, pueden entrar en las bibliotecas?
Sí Vittore, todas son de libre acceso y gratuitas para todo el mundo. Solo en caso de querer saar un libro prestado es necesario hacerse socio.