Muy pocos saben, quizás confundidos por las típicas postales de austeras ciudades de ladrillo, que Holanda esconde un territorio sembrado de ostentosos palacios y castillos rodeados de jardines pulcramente diseñados que se continúan en paisajes de lagos, bosques o dunas, y que, además, representan parte del patrimonio arquitectónico y natural más importantes del país. Son los llamados “buitenplaatsen”, casas de verano construidas por la burguesía del siglo XVII o siglo de Oro holandés. Esta nueva clase social surgida del comercio y de la importación de productos, principalmente de Oriente y de las colonias, fue desplazando a la nobleza y, como ellos, construyeron estos palacios como muestra de su poderío.
Casa de verano a las afueras
Junto a la nobleza, que ya era propietaria de tierras donde construyeron sus castillos, el florecimiento económico del siglo XVII hizo surgir una nueva clase social que pronto tomó su lugar y puso su sello en el territorio. Así, contra el espejo de unas ciudades atiborradas de personas viviendo en condiciones extremas de hacinamiento y falta de higiene, un verdadero tablero de enormes riquezas, ostentación y lujo se apoderaba de las mejores tierras a las afueras.
Se cuenta que el primero de estos comerciantes en edificar su palacio de verano fue Johan Huydecoper, quien en 1628 mandó construir su “Goudstein” (Piedra de Oro), en unos terrenos en Maarssen, sobre el río Vecht, cerca de Ámsterdam. En poco tiempo florecerían muchas de estas residencias por todo el país, una costumbre que se extendería hasta comienzos del siglo XX, llegando a existir un total de 6.000 por todo el país.
Estos señores del comercio ya residían antes en grandes mansiones sobre los canales más codiciados de Ámsterdam. Pero en verano la ciudad apestaba y el riesgo de infecciones aumentaba, lo que provocaba que las familias adineradas se trasladaran, de abril a octubre, a esta segunda vivienda, mientras la casa de la ciudad quedaba cerrada. Una carta que aún se conserva de una mujer que, por algún motivo, debió de quedarse a pasar el verano en la ciudad, le escribía a una amiga contándole que “la ciudad está silenciosa de gente decente”. El traslado era de tal envergadura que la mejor manera de llevarlo a cabo era por el agua. Es por esto que muchos de estos palacios se encuentran al borde de un curso de un río o de algún lago que quizás hoy ya no exista. Rodeados siempre por un gran jardín, el pleziertuin solía incluir desde pequeños zoológicos, hasta un pabellón para conciertos de música e invernaderos para especies exóticas de plantas y flores.
Decadencia y transformación
Cuando el auge del comercio con las Indias Orientales fue decayendo, a finales del siglo XIX y hasta comienzos del XX muchos de estos castillos, palacios y mansiones fueron cerrando sus puertas. Los gastos de mantenimiento eran demasiado altos para ocupar la vivienda únicamente durante la primavera y el verano. Mientras muchos se destruyeron para dar paso a nuevos barrios de viviendas, los que quedaron en pie fueron perdiendo su función de vivienda. Algunos se quedaron vacíos y cerrados por mucho tiempo, hasta que a mediados del siglo XX se vio el gran potencial y el valor que tenían como espacios de toda índole. Así fueron transformándose en edificios como un ayuntamiento (Goudstein), un geriátrico, (Lindenhorst), un museo (Beeckestijn) y oficinas de lujo (Elswout), solo por nombrar algunos de ellos.
A partir de los años 90, el Gobierno se involucró más activamente en su regeneración y a través de su oficina para la protección de espacios naturales (Staatsbosbeheer) se trabajó activamente para transformarlos en parques públicos, fundamentales para las viejas y densas ciudades holandesas donde el espacio verde es casi inexistente. Estratégicamente ubicados, próximos a las ciudades pero fuera del núcleo urbano, sus jardines son el complemento perfecto para la vida de la ciudad, funcionando como pulmones verdes y espacios de contemplación y recreación en un entorno de gran belleza natural. Aunque todavía hoy muchas de estas mansiones permanecen en manos privadas, otras se utilizan para eventos culturales, exposiciones, conciertos o mercados artesanales.
Las magníficas construcciones siguen asombrando por su exuberancia y nos transportan a tiempos pasados permitiéndonos conocer como era el mundo de las familias más poderosas del siglo de Oro holandés. Sigue sorprendiendo que gran parte de estos “buitenplaatsen” continúe en manos de sus dueños. No obstante, muchos de ellos pueden visitarse en horarios concretos ya que, según la normativa vigente, sus propietarios deben permitir el acceso al público durante todo el año. A cambio, el Estado les proporciona importantes beneficios económicos: por un lado, a través de diversas excepciones impositivas sobre la propiedad; y por el otro, gracias a millonarios subsidios para el mantenimiento de las zonas verdes. Desde el punto de vista más pesimista, se podría entender que el Gobierno está facilitando que las tierras sigan en manos de sus antiguos dueños o incentivando que otros decidan invertir en tierras. En este sentido, uno de los casos conocidos fue el del ex consejero delegado de ABN Amro, Rijkman Groenink, quien en 2001 compró 40 hectáreas como inversión en el pueblo Loenen aan de Vecht aprovechando el régimen impositivo favorable mientras las mantenía cerradas al público argumentando que estaban en obras. Finalmente y tras la presión ciudadana, Groenink fue obligado a abrir el acceso en el 2010.
Otra lectura de esta regulación sería que gracias a estas mismas políticas, hoy cualquiera puede acceder y disfrutar de estos espacios privilegiados, vedados al público durante siglos. Pero debemos ser conscientes de que no se trata de terreno público, sino que son sus propietarios los que deciden mantenerlos abiertos.
Con la llegada de la primavera, nada mejor que pasearse por ellos para disfrutarlos como un rey o una reina, o mejor dicho, como ricos burgueses, al menos por un día. Entre los más interesantes para visitar se encuentran:
Huize Frankendael (Ámsterdam)
Wester Amstel (Amstelveen)
Kasteel Duivenvoorde (Voorschoten)
Beeckestijn (Vezen-Zuid)
Landgoed Duin en Kruidberg (Sandpoort)
Moestuin Leyduin (Vogelenzang)
- Landgoed Duin en Kruidberg, hotel restaurante en Sandpoort. Foto: Susana Aparicio Lardiés
Para más información sobre paseos por los buitenplaatsen: