Un oasis de paz, tranquilidad en el centro de la ciudad…así califican los cientos de miles de visitantes anuales al jardín botánico de Ámsterdam, una joya del siglo XVII que atesora ejemplares tan valiosos como un avellano de más de doscientos años. Con tan sólo 1,2 hectáreas de tamaño, este coqueto Hortus se enfrenta al reto de adaptarse a los nuevos tiempos, y lo logra, en parte, gracias al apoyo de sus miles de socios, quienes hace tres décadas lo salvaron del cierre. Del poder regenerador de un jardín, el panorama cultural holandés en un momento de cambio y el privilegio de trabajar en uno de los lugares más bellos de Holanda charlamos con su directora, Carlien Blok, una mañana de verano, bajo la inclemente amenaza de tormenta.
El botánico de Ámsterdam, ¿nació vinculado a la universidad?
No, este jardín botánico fue fundado en 1638 por los alcaldes de Ámsterdam, no por la universidad, como un huerto medicinal, para dar formación a las farmacias y los médicos y combatir así la epidemia de peste que sufría Europa. En 1682 se edificó el barrio del Plantage y fue entonces cuando el botánico se trasladó aquí, porque antes estaba en otro lugar del centro. Por la vinculación familiar de los directores de esta época con personas que viajaron por todo el mundo con la Compañía de las Indias Orientales, el botánico se fue llenando poco a poco de plantas exóticas como la del té o el café, que traían de estos viajes. A finales del siglo XVIII cuando la universidad de Ámsterdam se fundó (UvA) el Hortus pasó a depender de ella y Hugo de Vries, catedrático y director del Hortus, uno de los primeros genetistas, impulsó muchísimo las investigaciones en botánica. Ahora que tanto se habla de biodiversidad, es bueno recordar que jardines como este llevan promoviéndola durante casi cuatrocientos años, haciendo ver al visitante, a través de su colección de plantas y árboles, lo importante que es para el planeta.
Pero la universidad dejó de apoyar este jardín botánico en los 80 y se salvó del cierre gracias a sus visitantes ¿no es así?
Así es, un siglo después de que esta relación entre la universidad y el botánico empezara, la UvA decidió que no quería seguir financiándolo. Así que fueron los ciudadanos los que se movilizaron, fundaron una Asociación de Amigos del Botánico y lograron salvarlo. Gracias a su labor, se obtuvo la financiación necesaria para construir, en 1993, el invernadero de los tres climas, con plantas del trópico, subtrópico y del desierto.
¿Cómo se financia actualmente el Hortus?
El 40 por ciento lo obtenemos de la venta de entradas; el 25 por ciento es de la cafetería, el restaurante y el alquiler de las salas; un 5 por ciento proviene de las ventas de la tienda y otro 5 lo obtenemos del alquiler de uno de nuestros edificios a varias organizaciones vinculadas con la naturaleza, que tienen aquí sus oficinas. El ayuntamiento financia el 15 por ciento, y de la asociación de Amigos del Botánico obtenemos un 10 por ciento, por la venta de abonos anuales a 35 euros, con los que pueden acceder gratis.

Carlien Blok, en un momento de la entrevista. Foto: Alicia Fernández Solla Fotografie
El aumento del turismo en Ámsterdam, ¿es un inconveniente o una ventaja para ustedes?
No es en absoluto un problema para el Botánico siempre que no vengan todos a la vez, porque nosotros vendemos paz y tranquilidad en medio de la ciudad. Para evitar esto, estamos pensando en la posibilidad de dividir a los visitantes en distintas franjas horarias, como están haciendo ya algunos museos, para garantizar esta experiencia. En todo caso es algo que todavía no vamos a implementar porque no lo vemos necesario, conviene pensar en ello, pero por el momento el Botánico tiene capacidad suficiente para acoger a un buen número de visitantes sin que se sienta abarrotado. Contamos con un público muy internacional pero no somos activos en esto, no hacemos una labor de márketing específica. Lo que me resulta curioso es ver cómo en otras culturas, visitar el jardín botánico de una ciudad es algo que se entiende muy bien, una actividad turística típica, mientras que los holandeses no lo incluimos en nuestra lista cuando hacemos turismo. Quizás porque somos más de trabajar en el jardín, en nuestro pedazo de jardín, en lugar de visitarlos.
Cuando hablamos de un jardín botánico, pensamos también en los primeros zoológicos, colecciones exóticas de flora y fauna típicas del siglo XIX. ¿Cómo renuevan ustedes esta imagen nostálgica?
El principal reto de estas instituciones históricas es cómo seguir siendo relevantes para el mundo de hoy. Llevan tanto tiempo ahí que a menudo se da por sentado que forman parte de nuestra ciudad, al igual que el Concertgebouw, donde trabajé antes, pero no nos damos cuenta de que sólo existen porque la gente quiere que existan. Y eso es lo que hay que preservar y fomentar. Nutrirse de la nostalgia del pasado no es suficiente. Y para nuestro mundo actual, el jardín botánico sirve para recordarnos que sin plantas el ser humano no sobreviviría, no podríamos respirar sin ellas, no podríamos alimentarnos sin ellas, somos totalmente dependientes, aunque en nuestra vida urbana se nos olvide.
En los próximos años, en el Hortus queremos lograr sensibilizar a los visitantes de múltiples maneras, porque un cartel junto a la planta que uno está mirando no es suficiente. Tenemos 220.000 visitantes al año, por lo que no podemos ofrecerles una visita guiada a cada uno de ellos, pero sí podemos contar con personal del jardín, también voluntarios, que estén por aquí disponibles para contar o hablar con alguien sobre lo que están viendo. También hemos hecho podcasts que se pueden descargar. Y por último, invernaderos como el de los tres climas queremos reformarlo – no cuenta con doble acristalamiento- para que en cada parte contemos una historia de una forma más clara y atractiva. Por ejemplo, para la zona del clima continental, en lugar de plantas de la región del Mediterráneo queremos mostrar la biodiversidad del Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica, porque es sorprendente. Se trata también de un clima mediterráneo con inviernos fríos y húmedos y veranos calurosos y secos, pero cada siete u ocho años se quema totalmente, dando lugar a una nueva explosión de flora. Por nuestra historia común, este Hortus era además uno de los primeros en Europa que antes contó con plantas sudafricanas. Y en esta labor de sensibilización tenemos un papel esencial, hoy en día que la naturaleza corre grave peligro y no vamos por el buen camino en su conservación. Cuando leemos que el 99,5 por ciento de la biomasa viva del planeta son plantas, el 0,3 por ciento son animales y 0,2 por ciento es la humanidad…está claro que hay algo que no estamos haciendo bien.
- Ejemplo del aspecto divulgativo y educacional del Hortus, dentro de uno de sus invernaderos.
- Imagen del interior de la cafetería del jardín, con un tapiz en sus paredes de la artista Claudy Jongstra. Fotos: Alicia Fernández Solla
¿Cómo es el perfil de los que vienen al Botánico? ¿Hay más gente joven?
Sí, lo vemos con la programación que ofrecemos. Siempre tenemos un grupo fijo de socios que tienen tiempo para venir casi a diario y que suelen ser más mayores, pero también vemos como el público de entre veinte y treinta años no ha parado de crecer en los últimos diez años. Cuando trabajaba en el Concertgebouw medimos esto y se daba la misma tendencia: cada vez viene gente más joven a este tipo de instituciones culturales. Dicho esto, si bien atraemos a visitantes de 4 a 100 años, de todas las edades, aquellos de más de 50 son más asiduos. Y lo entiendo muy bien. Con niños pequeños, en la treintena, es normal que la gente no tenga tiempo y no pueda venir tanto. Son distintas etapas de la vida.
¿No cree que el precio de la entrada (9,75€ y 5,50€ para estudiante) es alto, y que puede disuadir de venir al que no sea socio?
No, no lo creo. Somos una fundación y para mantener esto tenemos que cobrar la entrada. Desde que el botánico dejó de recibir subsidios hemos tenido que hacerlo, intentando siempre ofrecer distintas opciones más atractivas para estudiantes, jubilados, niños, etc. El mundo de la cultura en Holanda, y ahí incluyo tanto al Hortus como al Concertgebouw, tiene que hacer un esfuerzo enorme para mantenerse a flote y afortunadamente lo logra gracias a la gente que lo apoya y que lo consume. Creo que tenemos que ser accesibles para grupos clave, preocuparnos por que todo el mundo que quiera pueda disfrutar de esto, pero también pienso que aquello que es valioso, que merece la pena conservar, debe tener un precio. El que entra por esa puerta accede a un jardín maravilloso, a un lugar muy especial de Ámsterdam, se sienta en esta cafetería rodeado de plantas de todo el mundo, que son cuidadosamente mantenidas a diario y sobre las que tiene toda la información…¡todo esto tiene un gran valor! Creo en una cultura accesible pero no necesariamente gratuita.

Carlien Blok fotografiando una planta mientras paseamos por el Botánico. Foto: Alicia Fernández Solla.
Hace poco se ha sabido que una visitante ha dejado un legado de 5 millones de euros al jardín botánico de Leiden, ¿reciben ustedes donaciones, quizás, de cantidades similares?
Noo, ¡ya nos gustaría! Cada donación es gratamente apreciada, por supuesto, pero debo decir que si recibiéramos una cantidad así podríamos financiar toda la renovación del invernadero de los tres climas, cuyo presupuesto es de 4 millones y medio de euros. Con 10.000 euros sería ya súper feliz, se puede hacer muchísimo. Y sí, recibimos herencias, sobre todo de socios: hace dos años tuvimos la de una señora que donó una cantidad para la reforma del estanque Victoria y gracias a su ayuda hemos logrado que la climatización del agua se haga a través del sistema que compartimos con el Hermitage y el gasto eléctrico de la bomba de agua proceda de los paneles solares que tenemos en el tejado.
Ahora que lo menciona, cuéntenos cómo están colaborando con el Hermitage para compartir su gasto energético.
Desde 2016, una canalización subterránea comunica el Hortus con el museo Hermitage, de tal manera que el calor sobrante del Hermitage nos llega a nosotros, y sirve para mantener la temperatura tropical de los tres invernaderos, mientras que desde aquí abastecemos al Hermitage con aire frío.
¿Cree usted que un jardín puede producir tanto bienestar vital como la pura naturaleza?
Absolutamente, la experiencia es la misma. Que un jardín sea algo hecho por el hombre no le convierte en un lugar menos propicio para disfrutar del verde, del placer de sentarse bajo un árbol rodeado de plantas como uno haría en un bosque. Claro que si este bosque se encuentra lejos de una carretera, en silencio, la experiencia es todavía mejor, pero en el fondo ambas se parecen.
¿Cuál es su planta del Hortus favorita?
Tengo muchas, me costaría mucho elegir porque cada día descubro alguna nueva. Quizás el árbol que más me gusta es el avellano de Turquía (o avellano mediterráneo) que se encuentra en el otro extremo del jardín. Es el árbol más antiguo que tenemos, de 1795, ¡lo que habrá visto en tantos años! Me parece muy especial.
- Fachada de la tienda.
- Carlien Blok junto al avellano de Turquía, el árbol centenario más antiguo del Botánico. Fotos: Alicia Fernánder Solla