Hay pocas imágenes tan típicamente holandesas como unas vacas lustrosas paciendo tranquilamente bajo un cielo nuboso. Paulus Potter supo reproducir este tipo de escenas como nadie, y hoy su obra más conocida, ‘El Toro’, es una de las estrellas del museo Mauritshuis, junto a ‘La joven de la perla’ o los autorretratos de Rembrandt. Si bien el campo holandés ha cedido mucho terreno desde entonces, sigue firmemente asociado a la riqueza de este país. Holanda, pese a su tamaño, es el mayor exportador de productos agrícolas del mundo, después de Estados Unidos. Un prodigio no exento de costes tanto para la naturaleza como para los humanos.

En el sector ganadero, por ejemplo, las consecuencias de la producción masiva se sienten con especial intensidad en Brabante. En esta provincia las macro granjas –instalaciones que pueden albergar a miles de animales– son algo habitual; y las emisiones derivadas de las toneladas de estiércol que producen preocupan hasta en Bruselas. Pero no son éstas las únicas noticias negativas relacionadas con el sector. El reciente fraude desvelado por una organización protectora de los cerdos, como mínimo, da que pensar. ¿Se imaginan el número de animales que tiene que haber en este país para que 2,3 millones de cerdos puedan pasar desapercibidos ante la eficiente administración holandesa?

Y en este sector de cifras millonarias, cada vez más automatizado, al pequeño campesino no le queda más remedio que renovarse o cerrar el negocio. Aunque si uno se guía únicamente por el programa más popular de la televisión holandesa, Boer zoekt vrouw (Campesino busca mujer), se diría que no es éste su problema más acuciante. Las dificultades de los granjeros para encontrar pareja llevan encandilando a los espectadores holandeses desde hace años. Y, de momento, parece que ni el “talento” musical de los concursantes de ‘La Voz de Holanda’ sea capaz de hacerle sombra.

En una extensa encuesta realizada por el periódico Trouw en el 2018, la mayoría de los agricultores y ganaderos entrevistados expresaron su preocupación por la situación del sector. Es evidente que algo tiene que cambiar si queremos preservar la bucólica campiña holandesa. Y aunque no dependa únicamente de las administraciones públicas, tener unas políticas valientes –que apoyen un modelo productivo sostenible y respetuoso con el medio ambiente– resulta imprescindible.