Le llaman volksfilosoof o filósofo del pueblo, de la gente. Y es que Bas Haring se dedica a responder a las grandes preguntas de la humanidad a través de todo tipo de formatos: mini vídeos en su página web; libros y programas de televisión divulgativos como Proefkonijnen, en el que colabora desde hace años; o clases magistrales como catedrático de “Comprensión Pública de la Ciencia” en la Universidad de Leiden. Con motivo de la publicación de su último libro, “Waarom cola duurder dan melk is” (Porqué es más cara la coca-cola que la leche), Gaceta Holandesa ha aprovechado para charlar con él sobre economía, moralidad y su experiencia vital en Panamá, el país en el que reside temporalmente.

 ¿Qué ha aprendido usted escribiendo este libro?
He aprendido dos cosas importantes: la primera es la pregunta de si estamos preparados para equiparar el valor de todas las cosas. Quizás nos parece acertado igualar el valor de esta cartera al valor de esta cuchara de café. Pero la cosa se complica cuando nos preguntamos si somos capaces de darle el mismo valor a la comida que a la vestimenta…y todavía más difícil si pensamos en la importancia que tiene para nosotros la seguridad frente a la salud. Yo diría que sí, me parece bien equiparar el valor de la seguridad al valor de la salud y esa es una decisión que tenemos que tomar a diario. Es tan importante comer bien como tener amigos, etc. Todos estos valores: amistad, seguridad, salud, se pueden equiparar unos con otros, valen lo mismo. Si a esta primera pregunta respondemos que sí, se plantea una segunda sobre si nos atrevemos a reflexionar de esta manera racional en nuestra propia vida. Si respondemos otra vez que sí, entonces podemos considerarnos un economista.

 En su libro habla de economía sin entrar a ejemplificar sobre su país, Holanda, ¿por qué?
La mayor parte de los libros sobre economía tratan o sobre un asunto concreto o sobre un momento de la historia, como una crisis financiera. A mí, como filósofo me parece más interesante hablar del estudio de la economía, de los principios de esta ciencia y de sus mecanismos, del aspecto atemporal y más general. Y además prefiero hacerlo basándome en ejemplos que todo el mundo conoce como lo que cuesta la leche, la coca-cola o una cerveza y no tanto sobre la macroeconomía.

Pero aunque usted se base en ejemplos que nos afectan a todos, de igual manera está hablando de un modelo económico, el capitalista, ¿ha cambiado su opinión al respecto después de escribir el libro?
Al hablar de capitalismo, hablamos de que el intercambio de un bien o un servicio se produce a cambio de capital, de dinero. Y ese pensamiento no es en sí mismo malo o negativo. Antes de embarcarme en este estudio yo era el primero que pensaba que el capitalismo era perjudicial, erróneo, pero ahora lo entiendo mejor y me parece lógico. Y la mejor forma de entenderlo es mirando a los países en los que no existe este sistema, como Cuba, donde si tienes una casa, ese bien no te pertenece a ti, no puedes ganar dinero con él, es imposible. En la cultura holandesa por el contrario, todo bien es susceptible de ser vendido, nuevo o de segunda mano. Pensamos de forma eficiente en todo momento. Somos así. Reflexionamos constantemente acerca del valor que tiene algo, si merece la pena gastar una determinada cantidad por ello, si puede venderse a éste o a otro precio,  y esa sin duda es una mentalidad muy económica, como la que te comentaba antes de los teóricos economistas. Ummm, ahora que lo pienso, puede que la ciencia económica sea algo muy holandés.

«Antes de embarcarme en este estudio yo era el primero que pensaba que el capitalismo era perjudicial, erróneo, pero ahora lo entiendo mejor y me parece lógico».

Viñeta publicada en NRC con motivo del lanzamiento de su nuevo libro. Hace alusión a su apellido «Haring»o «arenque» © Fokke & Sukke para NRC

 

Hace poco salió una noticia sobre que Holanda es el país de Europa con el riesgo más alto de sufrir un desastre natural. A la gente le angustia este tema aunque no es un riesgo real, ¿qué opina usted?
Yo creo que no hay que dar una respuesta racional a este riesgo. Porque Holanda es uno de los lugares más seguros para vivir del planeta y este posible riesgo es algo que está en nuestra cabeza, no es real para nada. Estoy convencido de que mi hijo vivirá en un lugar que le proporcionará felicidad porque está muy bien organizado, y eso es esencial para estar bien. En Panamá, donde vivo ahora, la inseguridad, la falta de organización, es lo que provoca insatisfacción en la gente, no el riesgo de un desastre natural. Y en este sentido la predictibilidad juega un papel muy importante: cuando estamos seguros de que en la carretera por la que conducimos no vamos a encontrar un agujero de repente, vivimos más tranquilos. Y esa certeza la tienes en Holanda pero no en Panamá, porque el país sencillamente no está organizado así, para evitar este imprevisto.

Esta seguridad es sin duda un rasgo muy holandés, como también lo es la multiculturalidad, ¿no le parece?
Holanda no es tan multicultural o diverso como creemos porque a la gente que viene le pedimos que se adapte a nuestra forma de vivir. Hay esta teoría de que los holandeses aceptamos que la gente venga a vivir aquí porque sencillamente no le prestamos atención a este fenómeno. A menudo usamos la palabra tolerancia pero en realidad es más un sentimiento de dejarse llevar, de no hacer nada para evitarlo. Eso ha cambiado. Ahora sí que nos preocupa que alrededor ocurran cosas que no nos gustan, como todo esto del islamismo radical. A los filósofos nos gusta mucho que haya sociedades diversas y multiculturales porque tener un vecino con una forma de vida muy diferente a la tuya puede ayudarte a cuestionar la tuya propia. Y eso es lo que queremos, que la gente se pregunte sobre su propia vida. Que el otro piense diferente te obliga a ti a reconsiderar ideas que siempre diste por sentadas. Esto te puede provocar un sentimiento de incomodidad, pero ¡eso es bueno! Tendríamos que aprender de ello, no mirar para otro lado ante el que es diferente a nosotros. Y esta incomodidad o inseguridad debería acompañarnos toda la vida: porque no sabemos lo que nos depara el futuro, lo que deberemos hacer o no. Y ese sentimiento sincero de duda es bueno.

Otro rasgo de nuestra sociedad actual es el de lograr el éxito como camino para ser feliz. ¿El éxito proporciona satisfacción?
En absoluto. Hay una historia muy bonita sobre Boris Becker, el tenista. Él fue el más joven de la historia en ganar el campeonato de Wimbledon, con 17 años. Estaba en la habitación de su hotel y pensó, “joder me han timado, he trabajado para esto durante años y no me siento ni un poco más feliz que antes de ganarlo”. Así que aquí tenemos un ejemplo de que el éxito y la satisfacción no van de la mano. Puede pasar que en algunas circunstancias lo uno lleve a lo otro, que sean lo mismo, pero no es una norma, y muy a menudo ocurre lo contrario. En el intento de ser exitoso, de trabajar duro, uno puede no sentir felicidad, y por el contrario que ésta llegue en el placer de no hacer nada. La pregunta sincera que nos tendríamos que hacer de vez en cuando es ¿qué es lo que necesito para tener una vida mejor? ¿Qué es lo que me ayudaría a vivir la vida que realmente quiero vivir? Para algunos puede ser el ascender en la carrera profesional, lo que a mi me parece absurdo, pero si esa es la motivación de alguien para ser feliz, mi respuesta es, adelante. Pero el problema es que a menudo nos resulta muy difícil distinguir entre nuestros deseos y los que la sociedad nos impone.

«Que el otro piense diferente te obliga a ti a reconsiderar ideas que siempre diste por sentadas. Esto te puede provocar un sentimiento de incomodidad, pero ¡eso es bueno! Deberíamos ser así durante toda nuestra vida».

Ilustración del libro Het Aquarium van Walter Huisjmans, de Bas Haring ©Fernández Solla Fotografie

 

En este sentido, ¿Cree que están en lo cierto los que afirman que la juventud de hoy en día sufre una crisis de valores motivada por la sociedad de bienestar en la que vivimos?
No, no me creo eso. Es muy típico de las generaciones anteriores el aleccionar y tachar de irresponsables a las posteriores. La misma idea del desarrollo sostenible que tenemos hoy en día es un modelo de vida que siento que mucha gente joven ha adoptado y es un valor que pertenece a esta generación y que no tuvieron las anteriores. Sin valores, ¿cómo puedes regir tu vida? Es imposible. Todos aprendemos a establecer una diferenciación entre lo que creemos que está bien y lo que está mal.  Yo sí que confío mucho en esta generación y en sus valores.

¿Ha pensado en el tema de su próximo libro?
No tengo ni idea. Ahora sólo vivo en Panamá por el trabajo de mi mujer y cuido de mi hijo pequeño. Y así estoy muy bien. Quizás haga algo totalmente diferente, no lo sé. Cuidar de mi hijo está siendo toda una experiencia, puede ser muy aburrido a veces. Al principio me costó mucho, incluso pedí ayuda a una canguro. Es muy extraño porque pensaba que estaba haciendo algo malo al no poder disfrutar de esta época como pensé que lo iba a hacer. Pero voy aprendiendo.

A la izquierda, ilustración del libro Het Aquarium van Walter Huijsmans. Bas Haring en un momento de la entrevista e ilustración que propone cuestionar qué preferíriamos ver extinguido: si 43 especies de insectos o el gato ©Fernández Solla Fotografie