Ámsterdam y el encanto de sus cafés bruin
Amsterdam está considerada una de las ciudades más turísticas de Europa. El encanto de esta ciudad parece indiscutible no solo a los ojos del viajero, sino a la del lugareño, que contempla ensimismado la belleza diaria que le rodea.
Cada estación guarda su encanto aquí y el caminar por sus callejuelas entre canales, adornados por fachadas de casas típicamente holandesas, es motivo de visita en cualquier época del año. Para rematar el paseo nada como una parada en un lugar típico y recrearse con un plan siempre apetecible: disfrutar de sus bruin cafés, –la mayoría datan de 1600- donde además de empaparse del estilo de vida típico de la ciudad, se convierten en la ocasión ideal para conocer la cultura local, ya que son una experiencia típicamente Amsterdammer.
Cuenta la leyenda que estos cafés marrones son llamados así por el color que envuelve la atmósfera, donde la madera se confunde con lo que se dice que era el tono del humo de los cigarros acumulado de años y fijado en las paredes y en el techo. Aunque se llaman café, aquí puedes tomar cualquier bebida, eso sí las cervezas son el producto más característico y tienen una amplia variedad, incluso de producción artesanal. Son lugares acogedores, de tamaño pequeño, ideales para una charla sin prisas y para picar algo al estilo holandés: unos cubitos de queso holandés con mostaza o unos bitterballen, el aperitivo más famoso del país, unas pequeñas croquetas de carne, harina, sal y perejil fritas.
Ámsterdam está plagado de estos bruin cafés y cada uno es diferente e igualmente encantador. Los hay diminutos como De Dokter y tradicionales como Café Hoppe. En esta propuesta te mostramos los más auténticos y especiales, donde el tiempo parece detenerse y las charlas, al calor de las velas o en sus animadas terrazas, apetece que se prolonguen durante horas.
Café Hoppe
Se encuentra en la famosa calle de Spui y puede presumir de ser uno de los cafés más visitados por los locales más ilustres de la historia del país, como la reina Beatriz cuando era joven o el magnate Freddy Heineken. Abrió sus puertas en 1670 y desde entonces ha vivido un sinfín de acontecimientos ya que aún continúa siendo el lugar favorito de intelectuales y artistas, entre otros. Esta atmósfera cultural se siente nada más cruzar su puerta y al adentrarse en ese universo de otro tiempo, que todavía se percibe en sus paredes. Además, su personal es encantador y las risas están aseguradas: seguramente el camarero te gastará una broma con ese humor típicamente holandés.
Café De Dokter
Este lugar escondido en el pequeño callejón de Rozenboomsteeg se encuentra a solo unos pasos del Café Hoppe y es ideal para quienes coleccionan lugares típicos en Holanda, que parecen sacados de una escena de cuento. Su nombre hace referencia a la persona que lo fundó, un famoso cirujano, quien abrió sus puertas en 1798. Desde entonces ha sido regentado por la familia Beems, que aún hoy en día continúan al frente del negocio.
Se trata del café marrón más pequeño, podría decirse que diminuto, lo que hace que sea aún más acogedor, si encuentras un espacio. La barra está decorada con todo tipo de velas que parecen llevar años y que alumbran este lugar misterioso y romántico, mezcladas con todo tipo de objetos, desde relojes antiguos, jaulas de pájaros o candelabros cubiertos de cera. La música de jazz que ameniza la atmósfera convierte a este bar en uno de los imprescindibles bruin café a visitar.

Interior del café De Dokter. © Tim Collins
Café Chris
La vidriera que se aprecia desde fuera con su nombre parece de una escena sacada de un cuento de Charles Dickens. Dentro, este café fundado en 1624, fácilmente podría servir como escenario de una película o la inspiración para una novela. Situado en el Jordaan, uno de los barrios más emblemáticos de Ámsterdam, algunos aseguran que Rembrandt visitaba este lugar, ya que tenía su estudio cerca. Para amenizar los tragos al atardecer, qué mejor que una partida de billar en este pequeño café que lo tiene todo para pasar una buena velada.

© Café Chris
Café In ´T Aepjen
Cerca del puerto de Ámsterdam, la historia de este café construido en uno de los edificios más antiguos de la ciudad (1519) es muy curiosa. Su nombre quiere decir “los monitos” y esto se debe a que en el siglo XVII, además de un bar también fue una posada de marineros. Se cuenta que los que pasaban allí la noche pero no disponían del dinero para pagar, dejaban aquí sus monos a cambio de alojamiento. Hoy el recuerdo de estos animales se ha convertido en el homenaje de la casa, en forma de póster o de esculturas de monos. Además de las tradicionales cervezas, este lugar es muy conocido por su “Jenever”, una ginebra típicamente holandesa.
Café De Sluyswacht
Oriundos y turistas se dan cita aquí, especialmente en primavera, cuando su animada terraza se transforma en una de las más concurridas del centro. Fundado en 1695, fue la casa del encargado de la esclusa que se construyó en este punto, a los pies del canal Oudeschans, para evitar que las naves enemigas entraran en la ciudad y permitir que el agua del río Amstel pasara a los canales. Al otro lado de la calle se encuentra la casa museo de Rembrandt (https://www.rembrandthuis.nl/tentoonstellingen-2/rembrandt-2019/), que este año celebra el 350 aniversario de su muerte, una excusa perfecta para visitarlo y recalar en el café a la salida.
- Arriba, interior del café ‘T Aapjen, con los monos por encima de la barra.
- Fachada y terraza del café Sluyswacht, en frente de la casa museo de Rembrandt.
Café de Pieper
La atmósfera de este bruin café, situado en el Prinsengracht, uno de los canales más bonitos de la ciudad, es el lugar perfecto para sentir el pulso urbano. Una vez dentro, todo aquí remonta al pasado. Abierto en 1665, este es uno de los cafés más antiguos de Ámsterdam, en el que se muestran con orgullo algunos detalles de aquella época, como las vidrieras originales. Su terraza se sitúa en la acera concurrida de este pintoresco canal, uno de los más visitados.

Vidriera original del café De Pieper. © Twinkle Tuason
De Druif
Es uno de los bares más antiguos y además, es una opción diferente. Escondido en una zona donde no hay muchos turistas, a pesar de ser muy popular conserva un ambiente tranquilo. Abrió sus puertas como tienda de licores en 1631, una peculiaridad que se desvela en el gran letrero de su fachada: “Likeurstokerij De Druif”. Dentro, el ambiente es acogedor, como todos los bruin cafés, decorado con los barriles de cerveza antigua y la elegante barra de madera. Y fuera, su agradable terraza invita a disfrutar de la primavera en la ciudad. Además de una amplia variedad de cervezas, su carta se mantiene fiel a sus orígenes y ofrece licores típicamente holandeses.
´T Smalle
La esquina donde se encuentra este café, cuyo nombre en español significa “el pequeño”, es de lo más bucólica. En una céntrica calle del barrio del Jordaan y con su agradable terraza casi a los pies del agua, estamos ante uno de esos lugares imprescindibles en la ruta de la ciudad. Aunque no en todos los bruin café se puede comer, aquí tienen una amplia variedad de aperitivos y ricos desayunos, pues abren durante todo el día. Entre sus propuestas se pueden degustar los típicos “poffertjes”, esas diminutas y deliciosas tortitas holandesas, cubiertas de azúcar glas y acompañadas de una bola de mantequilla.

Exterior del bar ‘T Smalle, con la terraza haciendo esquina sobre el canal. © ‘T Smalle