Ubicada en el centro geográfico exacto de los Países Bajos, Amersfoort derrocha historia, cultura, ocio y el encanto genuino de una ciudad que se ha mantenido a salvo del turismo de masas.

Historia, cultura y ocio en el centro de la ciudad

Habitar en los márgenes de la popularidad ha permitido a Amersfoort mantener su autenticidad. Su centro histórico es un bullicioso y fotogénico entramado de calles estrechas y amplias plazas salpicadas de cafeterías y restaurantes. La arteria principal del centro es la calle Langestraat: una animada vía comercial que atraviesa en diagonal el corazón de Amersfoort. De ella surgen pintorescas bocacalles como la Scherbierstraat, que alberga la curiosa tienda Spellenpoort, especializada en puzles. A pocos metros se encuentra también el callejón Mooierstraat, cuyo suelo está decorado con un curioso mosaico en homenaje a la muñeca Barbie. Además de pasear o comprar, en Langestraat también se puede disfrutar de un buen café en el Nul33, con una excelente vista sobre la calle. Desde este lugar se accede al histórico centro neurálgico de Amersfoort: el Hof.

El Hof constituye el origen y el corazón de la ciudad. Esta impresionante plaza –de 95 por 60 metros en la zona más amplia– se extiende junto a la robusta iglesia de San Jorge (Sint Joriskerk), la más antigua de Amersfoort. Aquí se celebra el mercado semanal (viernes y sábados) y se reúnen los amersfoorters para disfrutar de su tiempo libre. La plaza está jalonada de bares y restaurantes con terrazas entre los que destacan, por ejemplo, Alberts Eten en drinken, ubicado en un edificio con 450 años de historia; Jackie Brown, donde comer o disfrutar de un cóctel en un ambiente hípster y urbano; o De Bijzaeck, conocido por su amplia variedad de vinos. En la plaza contigua, la Groenmarkt, está el popular local ‘t Nonnetje: un clásico de Amersfoort que ocupa tres edificios históricos y donde, desde hace más de 30 años, disfrutan los amersfoorters en un entorno único.

En el centro de la ciudad también hay calles donde disfrutar de la tranquilidad. Es un placer pasear junto al canal Langegracht, por ejemplo, con la vista del agua y el traqueteo esporádico de las bicicletas como sonido de fondo. El canal cambia de nombre tras sumergirse bajo la antigua plaza del mercado de pescado (Vismarkt) y se convierte en Kortegracht. Es en este tramo donde se encuentra la casa natal de Piet Mondrian (Mondriaanhuis), un museo que ofrece una interesante aproximación a su personalidad y su arte y que este año celebra su 25 aniversario.

Casi donde termina el centro de la ciudad se encuentra la Ameersfoortse Kei: una gran roca de 7.157 kg y 2 metros de altura que, en 1661, fue arrastrada hasta Amersfoort por 400 vecinos a causa de una apuesta. La curiosa hazaña le valió a la ciudad el apodo burlón de Keistad y, a sus habitantes, el de keientrekkers.

Onze lieve Vrowetoren, el milagroso kilómetro cero de los Países Bajos

La torre de Nuestra Señora (Onze Lieve Vrowetoren en holandés) es el punto de referencia visual de los habitantes de Amersfoort. Con 98 metros de altura, no sólo ostenta el honor de ser la segunda torre tardo medieval más alta del país, sino que constituye el centro geográfico exacto de Países Bajos. Sus coordenadas son el punto de referencia catastral y de la proyección topográfica de los mapas holandeses.

Pero este edificio es especial por mucho más que por su altura o por su ubicación. La torre y la iglesia que la colindaba fueron construidas en siglo XV gracias a las donaciones de los miles de peregrinos que acudieron a visitar a su Virgen, Onze Lieve Vrouwe, a la que se le atribuían milagros. Según la leyenda, una novicia decidió deshacerse de aquella figura de la Virgen justo antes de entrar en el monasterio por considerarla demasiado fea. Pocos días después, una sirvienta de Amersfoort rescató la imagen de un canal helado tras haber tenido tres veces una visión sobre el lugar en el que se encontraba. La figura fue llevada a la capilla de Onze Lieve Vrouw y muy pronto se le empezaron a atribuir numerosos milagros que despertaron el interés de sus coetáneos. Fue tal su popularidad durante los siglos XV y XVI que Amersfoort se convirtió en el principal centro de peregrinaje de los Países Bajos.

Ni la imagen de la Virgen ni la iglesia de Onze Lieve Vrouw han llegado hasta nuestros días. El edificio se derrumbó en 1787 tras una explosión de pólvora cuando era usado como almacén de municiones. Pero el entorno de la torre ha mantenido su carácter acogedor y es el lugar al que hoy peregrinan locales y visitantes para comer o reunirse con amigos. Entre los bares y restaurantes más populares de la zona destacan el Hete Kolen, el Stads Café, el Juffrouw Jacoba o el Long John’s pub, (con una agradable terraza posterior).

Paseando por la fortaleza del Amers

La ciudad de Amersfoort fue una importante ciudad medieval fortificada sobre el curso del río Eem. Su nombre proviene de la combinación del antiguo nombre del río, Amers, y de las murallas que convirtieron el núcleo urbano en un fuerte –foort, en holandés–. Aunque el paso del tiempo logró cambiar el nombre del curso fluvial, Amersfoort no permitió que ocurriera lo mismo con su esencia y logró conservar algunas de las partes más impresionantes de su fortificación original.

Sólo es necesario observar un mapa de la ciudad para visualizar el trazado de sus dos antiguas murallas. La primera, construida en el siglo XIII, seguía el curso interior del canal Singel. A esta época pertenece la Kamperbinnenpoort, la puerta más antigua que conserva la ciudad. Impresiona verla emerger, jalonada por sus dos torres octogonales, al final de la calle Langestraat. Otra reminiscencia de esa época son las Muurhuizen: casas construidas sobre los cimientos de aquella antigua primera muralla. Pasear junto a ellas constituye un auténtico viaje en el tiempo. Destacan, por ejemplo, las tres casas que ocupa actualmente el Museo Flehite o la Casa Tinnenburg (Muurhuizen 25), que conserva paredes de la muralla originaria. A pocos metros de ella se encuentra la impresionante Monnikendam, una puerta fluvial que, en el siglo XV, regulaba el acceso a la ciudad desde el Heiligenbergerbeek. Hoy, en la parte interior de la construcción y en un moderno espacio colindante adherido se ubica un restaurante con el mismo nombre.

Pero, sin duda, la más extraordinaria e icónica de las herencias medievales de Amersfoort es la Koppelpoort: la única puerta terrestre y fluvial de los Países Bajos. Construida en 1425, esta llamativa edificación defensiva formó parte del segundo muro de la ciudad y sirvió para regular el acceso a binnenstad desde el río Eem. Su interior puede visitarse concertando una cita previa.

Muurhuizen, con la casa Tinnenburg al fondo. Foto: Dnnisart Fotografie


Nieuwestad, el renacimiento de las orillas del Eem

Frente a la Koppelpoort, a orillas del río Eem, se encuentra precisamente la “ciudad nueva”, De Nieuwestad: una antigua área industrial y portuaria que supo convertir su decadencia en una oportunidad. En las antiguas instalaciones en las que, durante años, se fabricaron jabones o tubos de crema de dientes, hoy nacen y crecen start-ups en un entorno de creatividad, innovación y diseño. También aquí vienen los amersfoorters a disfrutar de la buena gastronomía: locales como el Hoog Vuur o el Kroast se han convertido ya en referentes culinarios en un entorno singular. Este último es, además, el preferido de las familias con niños, ya que cuenta con un gran espacio de juegos y servicio de canguro durante las cenas de los sábados y domingos. Además, las orillas del Eem son también lugar para el conocimiento y el arte gracias a dos importantes instalaciones culturales de Amersfoort: el museo de arte contemporáneo Kunsthal Kade y la biblioteca Emland, considerada una de las impresionantes del país.