Hubo un tiempo en el que los holandeses miraban con aire de superioridad a sus vecinos del sur. Hoy la capital de Flandes y segunda ciudad de Bélgica atrae a visitantes de Ámsterdam, Róterdam o Eindhoven. Pero también londinenses y parisinos recorren sus calles a la búsqueda de las últimas tendencias o, simplemente, para disfrutar de su rica oferta cultural y gastronómica.
La que fuera una de las ciudades más importante de Europa en el siglo XVI – por su puerto pasaba el 40% del comercio mundial–, tiene un pasado cosmopolita y aventurero repleto de episodios azarosos ligados a la historia del viejo continente; y en particular a la de los actuales Países Bajos. Uno de los más determinantes – el asedio y posterior captura de la ciudad por parte de las tropas españolas en 1585- obligaría a los ricos comerciantes protestantes a abandonarla. La mayoría puso rumbo al norte y con ellos el poder económico se desplazó a Ámsterdam. Por aquel entonces una ciudad tolerante, pero mucho más humilde. El resto es historia.
Pese a todo, la estrella de Amberes nunca llegó a apagarse por completo y, desde finales de los 90, vive un boom que la ha convertido en una vibrante urbe del siglo XXI. Sede de prestigiosos diseñadores de moda, arquitectos de vanguardia y cocineros laureados, pero también de artistas y artesanos, es además la capital mundial del comercio de diamantes. En la actualidad, la ciudad celebra la creatividad y audacia de los emprendedores locales, que han convertido sus calles en uno de los “escaparates” más interesantes de Europa, sin despreciar el valor del comercio tradicional, ni perder su autenticidad.
En esta ciudad, de algo más de medio millón de habitantes, a orillas del río Escalda, presente y pasado se dan la mano de manera armoniosa y a veces sorprendente, gracias a la exitosa renovación de su casco histórico y a la apuesta por modernos edificios multifuncionales. Y pese a su evidente atractivo, no ha sucumbido al turismo de masas. Su cercanía geográfica con Holanda –está situada a unos 15 kilómetros de su frontera sur–, hace de ella un destino excelente para una escapada de fin de semana e incluso de un día. Y es que aunque se hable la misma lengua que en el país vecino, Amberes es otro mundo. Capaz de satisfacer tanto al viajero más sofisticado como al que se contenta con degustar una buena cerveza y disfrutar del ambiente local en una de las tabernas en las que el tiempo parece haberse detenido.

Estación central de Amberes. Foto: www.woodmonkey.be / Oficina de Turismo de la ciudad
Una entrada majestuosa hacia el corazón de la ciudad vieja
Uno de los mejores puntos de partida para descubrir Amberes es la Estación Central. Esta joya de la arquitectura de principios del siglo XX ha recuperado su gloria original tras una cuidadosa restauración y la modernización de su infraestructura. La llamada catedral ferroviaria, es de visita obligada también para los que opten por venir por carretera. Junto a ella se encuentra el zoo, uno de los más antiguos del mundo que, aunque ha sabido adaptarse a los tiempos modernos, no ha perdido el aire de parque a lo Mary Poppins. Los que se aventuren a través de su magnífica entrada, podrán disfrutar tanto de los animales en carne y hueso como de las vanguardistas esculturas de Bugatti.
A tan sólo quince minutos a pie de la estación, en línea recta, está el centro histórico de la ciudad. El paseo, que transcurre a través de la principal avenida comercial, De Meir, no sólo hace las delicias de los adictos a las compras, sino que además permite apreciar una gran variedad de estilos arquitectónicos. Mención especial merecen: el Palacio Real de estilo barroco; la Boerentoren (torre de los campesinos), primer rascacielos de Bélgica y el más alto de Europa hasta 1940; o la casa de Rubens, una típica construcción flamenca convertida en museo y que hoy alberga obras tanto de su inquilino más ilustre, como de su célebre discípulo, Van Dyck. Los que se dejen seducir por esta ruta pueden optar por hacer un alto en el camino y almorzar en el Arme Duivel (el pobre diablo). Un pequeño bistró de toda la vida donde las croquetas de gambas siguen llegando al comedor en el ascensor de madera situado detrás del bar, que se activa con una cuerda. Pese a ser vecino de Chanel y otras marcas de lujo, el Pobre Diablo ofrece platos tradicionales a precios razonables. Los fines de semana conviene reservar.
Al final del Meir nos adentramos en la parte más antigua de la ciudad, que invita a perderse por sus callejuelas. La catedral gótica de Nuestra Señora con su imponente torre de 123 metros de altura que domina el perfil de la ciudad y la plaza del Mercado (Grote Markt) con las casas gremiales coronadas de esculturas doradas, dan una idea del esplendor de antaño. En una de las esquinas de la plaza, junto al edificio renacentista del Ayuntamiento, se encuentra el Café Den Engel, una taberna cuyos orígenes se pueden trazar hasta el año 1400. Y si aún les quedan fuerzas y el tiempo acompaña, desde aquí y siguiendo la calle que desciende hacia el río pueden llegar a la fortaleza medieval, Het Steen. Esta compacta construcción de piedra ha tenido usos muy variopintos: prisión, almacén de pescados y más recientemente, sede de dos museos. En el 2020 se prevé que funcione como terminal de cruceros.
- Una de las fachadas de De Meir, la avenida comercial de Amberes. Foto: Jan Crab
- La plaza principal o Grote Markt con la torre de la catedral iluminada al fondo. Foto: Jan Crab/ Oficina de turismo de Amberes
El MAS: un museo del siglo XXI
En el barrio del puerto se encuentra el modernísimo Museum aan de Stroom (MAS), que abrió sus puertas en 2011. Tiene una impresionante colección de casi 500.000 objetos, que incluye las de los antiguos museos de la Antigüedad y de la Navegación, a las que se han añadido nuevas piezas de arte y objetos diversos. Objetos que cuentan la relación ancestral de la ciudad con el río y con el mundo, así como el relevante papel de su puerto a lo largo de la historia, que sigue siendo uno de los más importantes a nivel internacional. Aunque esté un poco apartado del centro, una visita al MAS vale la pena tanto por el contenido como por su arquitectura y las espectaculares vistas de la ciudad.
Muy cerca de éste, el edificio de la autoridad portuaria de Amberes, el Havenhuis, combina de manera espectacular la innovación arquitectónica con la renovación del legado histórico de la ciudad. Esta construcción de aspecto futurista, obra del estudio de arquitectura de Zaha Hadid, se erige sobre un antiguo edificio del puerto. Solo admite visitas guiadas que se pueden reservar a través de la oficina de turismo.

El museo MAS a orillas del río Escalda. © Foto Filip Dujardin | Neutelings Riedijk Architecten / Oficina de Turismo de Amberes
El Sur y la calle de los anticuarios
Esta zona situada entre el nuevo Palacio de Justicia, el río y el museo de Bellas Artes, en la que abundan las casas burguesas y los almacenes de mercancías renovados, ha pasado de ser un barrio de aspecto gris repleto de edificios en diversos grados de decadencia, a ser el barrio más cool de la ciudad. Un espacio efervescente en el que las galerías de arte, locales de copas y restaurantes de moda comparten protagonismo con diseñadores de fama internacional como Ann Demeulemeester y talentos emergentes.
El Sur se anima especialmente al caer la tarde. Los que se alojen por aquí pueden disfrutar del ambiente local en alguna de las numerosas plazas. En la Marnixplaats se encuentran los populares Vitrin, ideal tanto para tomar un café a media mañana como una copa antes de la cena, y el Fiskebar, un moderno restaurante de pescados con un ambiente desenfadado y cálido a la vez, que ocupa el lugar de una antigua pescadería del barrio.
Además de las galerías de arte privadas, esta parte de la ciudad tiene tres importantes museos. El de Bellas Artes está todavía en proceso de restauración, pero sus obras se pueden ver en otros lugares, como la catedral. El museo de Fotografía (FOMU) y el museo de Arte Contemporáneo (MuHKA) relatan, a través de sus renovadas fachadas y modernos espacios multifuncionales, la exitosa transformación de Zuid. Y además de contar con interesantes colecciones permanentes, organizan exposiciones y eventos culturales de vanguardia a lo largo del año.
Muy cerca del MuHKA se encuentra la Kloosterstraat (calle del claustro), que discurre en paralelo a la línea del río en dirección al casco histórico. Este es el territorio de los anticuarios y las tiendas de muebles vintage, a los que se les han unido nuevas y originales propuestas que venden sofisticados objetos de todo tipo para el urbanita refinado ávido de innovación o para el que quiera comprar decoraciones navideñas de alta gama durante todo el año. Esta calle normalmente tranquila, de aceras estrechas y aires parisinos, se llena de visitantes los domingos, día en el que cierran los comercios del resto de la ciudad. El koopzondag (apertura dominical) de momento se limita al primer domingo del mes.

Una de las tiendas de la calle de anticuarios y almonedas Kloosterstraat. © Jan crab/ Oficina de turismo de Amberes
Los sabores más clásicos
¡Un bolleke por favor!
Los amantes de la cerveza disfrutarán en esta ciudad en la que tomar una caña, ya sea en los locales minimalistas que gustan al personal más moderno o en los tradicionales bruine cafés del casco histórico, donde escasea la luz natural, es una de las costumbres más arraigadas. De Koninck se sirve en su propia copa llamada bolleke, término que se usa coloquialmente también para pedir la variedad más popular de este productor. En su fábrica, en plena ciudad, ofrecen degustaciones de múltiples variedades de cerveza y cuenta con un original bistró donde se sirve vlaamse kost (comida típica).
Vlaamse frieten: el fast food flamenco
Las patatas fritas flamencas – de corte más grueso que las francesas o sus parientes lejanos, las congeladas de las grandes cadenas de fast food norteamericanas- son unos de los aperitivos que gozan de mayor popularidad por estas latitudes. El ingrediente “secreto”, la grasa de buey en la que se fríen, no las hace aptas para veganos ni cardiacos.
Selder met Ballen
Un clásico en la carta de muchos de los restaurantes locales son las albóndigas caseras. En este tradicional plato invernal, el apio le disputa el protagonismo a la carne.
Dulces y leyendas
Las Antwerpese handjes son unas chocolatinas o galletas en forma de pequeñas manos que “saludan” desde los escaparates de las elegantes confiterías del centro. Todo un guiño de los reposteros belgas a la leyenda que da nombre original a la ciudad, Antwerpen. Según la cultura popular, un gigante que vivía a orillas del Escalda castigaba, a quien se negara a pagarle peaje, cortándole una mano que luego lanzaba a sus aguas. Hasta que fue vencido por un joven héroe que le pagó con su propia moneda. En neerlandés hand significa mano y werpen, lanzar.
- Cervecería De Konnick, una de las lengendarias de la ciudad. De Koninck – www.ilovelight.be
- Las manos de Amberes, los dulces típicos. © Jan Crab/ Oficina de Turismo de Amberes
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