Desde que en 1971 una socióloga holandesa rescatara el término del lenguaje científico y lo utilizara para determinar a la población holandesa de origen extranjero, la palabra alóctono ha servido para categorizar tanto a los foráneos como a los nacidos en Holanda pero de padre o madre de fuera, ya sea procedente de un país occidental o no. El uso de este término en los medios y en las fuentes oficiales, como la Oficina Nacional de Estadística (CBS), lleva años suscitando polémica. Para unos, su uso favorece la discriminación y la segregación de ciudadanos holandeses de pleno derecho. Para otros, la necesidad de tener una definición así responde a la importancia creciente de saber quién vive en Holanda, de tener una información detallada de su origen para implementar medidas de integración de forma eficaz. Mientras el gobierno aboga por suprimirla del diccionario, en la calle se oye más que nunca.

Al introducir la palabra allochtoon en el motor de búsqueda de la página web del gobierno holandés, junto a los resultados que aparecen sobre las apelaciones para inutilizarla se cuela el desglose del funcionariado bajo el título: “La diversidad del personal de la Administración” que emplea “tanto a mujeres como a hombres, a jóvenes y mayores, a autóctonos y alóctonos”. Esta anécdota es un buen ejemplo de la paradoja que vive la sociedad holandesa a la hora de definir a sus habitantes extranjeros, aquellos que han venido para quedarse y que desde hace décadas configuran una Holanda diferente y plantean cuestiones de convivencia que antes no existían. Todos iguales pero diferentes, como nosotros pero no del todo. Así lo explica el profesor de filología holandesa de la universidad de Leiden, Marc van Oostendorp, quien asegura que “en su día surgió como una definición neutral para clasificar a la población según su origen, pero con los años ha adquirido una connotación peyorativa. Y como suele pasar con estas palabras, tan políticas, la definición del diccionario dista mucho de la interpretación oficial y todavía más del uso que acaba haciendo la gente de ella. Y en este caso está claro que se utiliza a diario para discriminar a la población marroquí, turca y no occidental, del resto de holandeses”.

De generación en generación

La Real Academia Española define alóctono como aquél o aquello “que no es originario del lugar en el que se encuentra”. También en holandés existía esta acepción hasta su reinterpretación en los años setenta, y cuando unos años más tarde el CBS fue más allá e incluyó en la definición a aquellos holandeses con al menos uno de sus progenitores de origen extranjero. Miembros de la familia real holandesa e hijos de parejas mixtas nacidos y criados en Holanda entraron a formar parte de este grupo de población que además se subdivide entre no-occidentales y occidentales, incluyendo en éste último a los hijos de indonesios y japoneses. En total, más de tres millones y medio de holandeses están registrados como alóctonos y entre ellos, la mitad son de segunda generación, es decir, han nacido en Holanda. ¿Por qué hace falta clasificar de forma tan exhaustiva a la población? En 2012, cuando la polémica en torno al uso del término volvió a la arena política, el entonces ministro de Inmigración, Gerd Leers, aseguró que estas categorías son necesarias para estudiar la integración de los distintos grupos, analizando, por ejemplo, cómo mejora el nivel educativo de la segunda generación respecto de la primera. Para Van Oostendorp esta categorización no tiene sentido y “responde a nuestra naturaleza de diferenciarnos del de fuera, quizás porque somos un país pequeño rodeado de grandes potencias como Alemania, Francia y Gran Bretaña. Por eso incluso si nos propusiéramos acabar con la palabra, seguiríamos pensando de esa manera. La única solución posible es mucho más ambiciosa: hay que intentar cambiar la psicología de la gente. La única forma de que una palabra muera es que ya no tengamos necesidad de usarla”. Difícil planteamiento si se observan las predicciones del CBS respecto del crecimiento de la población en Holanda entre 2013 y 2050: dentro de treinta y cinco años, mientras la “autóctona” habrá decrecido en medio millón, la “alóctona occidental” aumentará en 600.000 y la “no occidental” en más de un millón de habitantes.

Fuente: Central Bureau voor Statistiek (CBS), 2016

Fuente: Central Bureau voor Statistiek (CBS), 2016

De aquí pero no del todo

En el día a día, se entiende por alóctono al ciudadano holandés de origen asiático, magrebí o africano con bajos recursos. Raramente se aplica para calificar a un menor de padre o madre europea, a quienes habitualmente se les denomina expats. Este tipo de discriminación verbal es lo que ha enfrentado durante años a los periodistas y a otros líderes de opinión, entre quienes consideran que bien usado no tendría que ser peyorativo y aquellos que, como publicaba en julio del año pasado la defensora del lector del periódico De Volkskrant, opinan que la igualdad de derechos de todos los ciudadanos holandeses empieza por no usar este calificativo. En respuesta a su artículo, el director del mismo periódico argumentó en contra, defendiendo el derecho de toda publicación a utilizar cualquier palabra del diccionario siempre que sea relevante para la información, si bien admitió que en este caso se trataba de un término demasiado amplio y vago. La polémica está servida. En la esfera política han sido numerosas las alternativas que se han propuesto como “nuevo holandés” (PvdA) o “vecino bicultural” (CU), una larga lista de eufemismos que chocan con la insistencia del partido xenófobo de ultraderecha (PVV) de ampliar la categorización a la segunda generación. Tantos unos como otros son responsables de la connotación negativa de la palabra ya que como resume Marc van Oostendorp “nuestro cerebro le da significado a las palabras de forma inconsciente, relacionando conceptos que usamos repetidamente en un mismo contexto. Si junto a la palabra alóctono escuchamos problema o criminalidad, el vínculo entre estos términos se va haciendo cada vez más fuerte hasta que se convierten en sinónimos”.

Ante este debate sobre ser o no ser, lo único cierto es que dentro de los “alóctonos”, unos padecen el calificativo (los no occidentales) y otros ni lo conocen, como les ocurre a los hijos de Teresa y Rosa López, dos madrileñas casadas con dos holandeses y cuyos hijos se sienten totalmente nativos: “para ellos ese conflicto de identidad no existe ni dentro ni fuera de casa”. En sus familias han priorizado la cultura y la lengua holandesa sobre la española y en sus respectivos ambientes nadie ve con recelo que tengan doble nacionalidad.

«Nuestros hijos son y se sienten cien por cien holandeses»

Teresa y Rosa López son dos hermanas españolas casadas con dos holandeses, amigos y socios co-fundadores de la empresa en la que trabajan. Madrileñas, ingenieras de profesión y madres de dos hijos respectivamente, reconocen que este debate no va con ellas porque sus hijos no reciben mucha influencia de la cultura española.

¿En vuestra familia, este sentimiento de ser alóctono existe?

Rosa: En absoluto. En nosotras sí, nosotras seremos extranjeras toda la vida pero mis hijos son y se sienten cien por cien holandeses. La cultura española la reciben de lo que nosotras le aportamos pero en comparación a la holandesa es mínimo, no les afecta para nada. Entienden todo en español pero no lo hablan, su sentimiento es holandés.

¿Qué relación tenéis con España?

Teresa: Es una pena que al no vivir nuestros padres la hemos ido perdiendo. Antes solíamos ir a pasar las vacaciones a España y nuestros hijos tenían que hablar en español con los abuelos pero eso ahora ya no es así.

Rosa: Cuando vamos a España siempre es los cuatro y seguimos hablando en holandés entre nosotros porque mi marido no habla español.

En vuestros hijos la identidad holandesa es dominante sobre la española, ¿echáis de menos que no se sientan más españoles?

Rosa: A mí no me preocupa porque creo que ya llegará más adelante. Sí quiero que aprendan el español y por eso van a clases también, pero no me importa que no vivan la cultura española porque están viviendo otra, la holandesa, que yo desconozco y que no tiene que ser ni mejor ni peor. Al final da igual siempre que ellos se sientan felices, viviendo su propia infancia que no tiene por qué parecerse a la que viví yo.

Teresa: Yo estoy de acuerdo con mi hermana. De la cultura española lo que más me importa es el idioma, que lo aprendan bien para que más adelante puedan elegir si quieren quedarse aquí o vivir una experiencia en España. Pero para mí lo prioritario es darles una identidad que predomine sobre la otra para que tengan una base sólida con una lengua prioritaria sobre la que puedan desarrollar su personalidad. Y en ese caso, a nosotros nos parece más importante que la lengua que ellos dominen mejor sea la del país en el que viven, porque les ayudará a crecer mejor. A mí no me supone un problema que el holandés sea su lengua siempre que hablen también español, aunque nunca será igual, eso es cierto.

Vosotros habláis holandés en casa, así que se puede decir que en este caso os habéis adaptado vosotras al entorno de vuestras parejas. Pero, ¿es cierto que los holandeses son más adaptables a otras culturas?

Rosa: Holanda es un país pequeño y su gente tiende a salir fuera. En ese sentido están más preparados para irse antes al extranjero, para conocer otras culturas, pero no sabría decir si son capaces de adaptarse mejor que los españoles, depende de cada uno. Por ejemplo mi marido, aunque hablemos holandés y vivamos aquí, no tiene ningún apego a Holanda, y ¡odia el clima de aquí!. Podría irse a vivir a España mañana.

Las dos hermanas Rosa y Teresa. A la izquierda, la felicitación de cumpleaños del hijo de Rosa © Fernánez Solla Fotografie

Las dos hermanas Rosa y Teresa. A la izquierda, la felicitación de cumpleaños del hijo de Rosa © Fernánez Solla Fotografie